Yo merezco ser amada.

Cassandra de Alcántara observaba la discusión, su hija tenía un punto pero el joven CEO ruso también tenia el suyo y su argumento era muy sólido y fuerte.

— Cecilia, la mayoría de las personas tienen un pasado. Puede que tú no lo tengas porque tú eres muy jóven y apenas estás comenzando a vivir, cariño.

— Mamá, este tipo no tiene ni siquiera treinta años y ya está más vivido que un hombre de cincuenta. Más a mi favor todavía, ¡Es un... trotamundos!

— ¡No soy tal cosa, ya te lo he dicho, y no vas a lograr que deje de ser el padre de mi hijo, me voy a quedar te guste o no! Señora Cassandra, a su hija le hace falta mano dura. Está demasiado consentida. Tiene que pensar en el bebé y no solamente en ella.

— !¿Qué te hace pensar que no pienso en mi hijo?! ¡El que quiera criarlo sola con muchas mujeres lo hacen no es un delito!

— ¡No, no lo es, pero es irresponsable y egoísta que teniendo un padre que quiere hacerse presente insistas en alejarme solo por qué en el pasado estuve
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