Michael estaba sentado en su sedán nafta estacionado a las proximidades de la plaza principal de Florencia, bebiendo un capuchino, era el tercero. Observaba con meticulosidad hacia una de las bancas en donde Bethany yacía sentada. No hacía nada, más que mirar al horizonte inexistente, perdida en sus pensamientos.El desdén se reflejaba en sus apagados orbes y en sus alargadas facciones. Era el cuarto día que llegaba a esa plaza a hacer nada. Pasaba el día en esa banca refugiada bajo la sombra de un viejo árbol hasta que el ocaso anunciara su ida. Michael le había estado siguiendo la pista todo el tiempo. Sin acercarse demasiado a la mansión Tonali. Sabía que en el momento que uno de los hermanos lo detectara husmeando por su propiedad, sería su final. Desaparecería tal y como lo hizo Anne, sin dejar rastro ni sospecha.Se bajó del auto y acomodó su americana. Cruzó la calle y llegó a un lado de Bethany sin que ella lo viera venir.-Vaya que sorpresa. -Fingió Michael que ya se había co
Un ron en las rocas deleitaba el exquisito paladar de los Tonali. Estaban en la bodega de la mansión, bien acomodados en sillas con una plática amena y el reloj más cerca de la media noche que del atardecer. Brahim no había vuelto a la casa luego de aquel día en el que Bethany lo agredió de manera tan espontánea y sumamente rara. Se rió con ganas cuando Ciro le comentó las razones del por qué había actuado de tal manera. Mucho le había durado el paripé.-Eres un idiota. –Le dijo Ciro por su falta de empatía. Brahim se encogió de hombros.-¿Qué esperas que te diga? No podía salir de otra forma. Supongo que no está contenta.-Me echó de la habitación. –Brahim volvió a romperse en risa. Ciro se terminó su ron en un solo trago ahogando cuantas cosas tenía para decirle al cretino que tenía en frente. –Para ya de reírte y dime qué más le has insinuado de Anne, lengua suelta.-Nada. No he hablado con ella desde que me agredió. –Dijo bebiendo de su copa.-Pues algo sabe.-¿Por qué lo dices?-
Al día siguiente, el doctor Vitto atendió a Bethany en un chequeo de rutina. Cuando Ciro le comentó que estaba delirando no quiso posponer por mucho tiempo la cita. Bethany no objetó nada, aún sabiendo que no eran delirios.-Todo parece en orden, señorita Carter.-Es Tonali. -Corrigió con seriedad Ciro enseñado la argolla.-Perdóneme. -Se disculpó el doctor. -No encontré signos de daño cerebral que podría explicar los delirios. Sin embargo, otro factor que deben de tener en consideración es el aspecto psicológico. La amnesia no es fácil de llevar. Mi recomendación es que asista a un terapeuta que la ayude a sobrellevar todo esto. -Le dijo afable. Ciro asintió atacado por la fría indiferencia de su esposa que lo ignoraba sin mucho esfuerzo.Se despidieron luego de que el doctor Vitto desglosara su agenda de colegas psicólogos y le recomendara algunos otros. Estaban de pie frente a las puertas del ascensor esperando que éste se abriera.-¡Oh rayos! Olvidé mi celular. -Dijo Bethany.-¿Te
Luego de aquel indeseable hallazgo que Bethany encontró en la oficina de Ciro, el italiano decidió cerrar sus puertas negándole el acceso. Para Bethany fue casi una invitación. Le aclaró que allí dentro todavía quedaban secretos que descubrir. Y ella tenía mucho por averiguar.Como Ciro no se hallaba en casa, la dama de fuego aprovechó para ingresar a la habitación prohibida. Encontró la llave en el primer cajón de la mesita auxiliar en la habitación en la que ahora él dormía.Su piel se erizó en cuanto entró a la oficina silenciosa y organizada. Anduvo despacio como si estuviera en un templo sagrado. Abrió cajones y archiveros buscando cualquier otra pieza significativa que la ayudara a armar el puzzle.-¿Qué se te ha perdido? -Escuchó Bethany una voz que la hizo sobresaltarse y dejar caer una carpeta repleta de papeles. Se dio media vuelta encontrándose con Brahim de pie en el umbral de la entrada. Mejor que Ciro.-No te incumbe. -Le dijo toscamente mientras se agachaba a recoger el
La casa se le estaba quedando grande a Ciro. La indiferencia de su amada era algo que se hacía sentir enormente, pues ella en lo habitual solía ser alegre, platicadora y entusiasta de los pequeños detalles de la vida. Pasó de ser la luz de su vida a ser una ausencia marchita en su interior. Era como si la hubiera perdido. Le mortificaba esa idea más aún cuando recién la recuperaba de los fríos brazos de la muerte. Nadie sabía cuánto le hubiese dolido haberla perdido, ni siquiera él podía hacerse una idea certera de ese sufrimiento.Quería recuperar a su Bethany, sentirla por fin como su esposa y no como una desconocida que vivía en su misma casa. Si lo pensaba bien llegaba a conversar más con sus empleados del servicio doméstico que con su recién esposa. No podía seguir así.Tocó dudoso a la puerta de la habitación teniendo pocas esperanzas de que fuese a atenderlo. Para su sorpresa, la puerta se abrió dejándola ver.-Quiero invitarte a salir. -Dijo con la timidez propia de un adolesc
Bethany había quedado a verse con el doctor Lamberti quien la citó en un recóndito lugar de Florencia, a altas horas de la noche. La aturdida mujer necesitaba más y mejores explicaciones de su accidente y los correos se hacían ineficaces para saciar su curiosidad.-Ese día usted fue llevada al hospital por los paramédicos que acudieron al lugar del accidente. Sus signos vitales eran débiles, literalmente estuvo a un suspiro de la muerte. Pero el choque en el auto no le causó más que fisuras y heridas superficiales. Su verdadero problema estaba en su cabeza, una bala que se encajó en la parte inferior de la nuca. -Bethany inconscientemente se llevó una mano a esa zona sintió las puntadas. -Fue un milagro que la operación haya salido también como resultó. Como se estipula en el reglamento: cualquier herida de bala debe ser reportada a las autoridades. Pero antes de que pudiera dar aviso, su esposo llegó a mí amenazándome con herir a mi familia si lo reportaba. Me sugirió que lo más conv
Era una acostumbraba mañana agitada para James quién alistaba su portafolio mientras preparaba el desayuno para llevar a Lauren a la preparatoria antes de marchar a su trabajo. Sorbió de su taza de café leyendo los apuntes que había hecho la tarde anterior. Cuando hacía algo, se aseguraba de que fuera lo mejor.-En otras noticias: las autoridades anunciaron la incrementación de muertes ocasionadas por mentafetamina. -Entonces James volteó a ver la pantalla del televisor. El reportaje describía como una pandemia la consumición de dicho estupefaciente que se repartía por las calles estadounidenses, como caramelos en una fiesta infantil.-¿Nos vamos papá? -Preguntó Lauren recogiendo sus cosas del sofá. James tardó unos minutos en darle su atención, la reveladora noticia lo tenía abstraído.-Claro, cariño. -Dijo al fin. Dejó su taza aún con café reposando sobre una encimera y salió siguiendo a su hija.James iba en silencio, metido de lleno en sus pensamientos, algo poco habitual en él, m
Bethany arrojaba ropa y otras pertenencias a una valija de mano. Se iría ese mismo día a cualquier parte del mundo, lejos de los atractivos y peligrosos hermanos Tonali.Y lejos del cuento de hadas que se inventaron solo para ella. Ni siquiera sus padres eran reales lo que la hacía preguntarse qué tan profundo llegaba ese mar de mentiras.Con una valija mal empaquetada y un temor que abrazaba su alma se acercó a la mesita auxiliar pretendiendo buscar su pasaporte, pero no estaba. Buscó en el segundo cajón sacándolo por completo y vaciándolo en el suelo, tampoco lo encontró. Escudriñó cada rincón de la habitación, tumbándolo todo y desordenando todo. Se detuvo un instante en el caos que ella misma había hecho. Su pasaporte debía estar allí.-Ciro. -Exclamó a la inmensidad del aire. Teniendo una acertada respuesta de qué pasó con su documento.Sin perder tiempo partió en su camioneta hacia las oficinas del bufete, en el centro de la ciudad, donde Ciro le había dicho que pasaría la mañana