¡:-O! ¿Quién lo vio venir?
Ciro se paseaba de un extremo al otro frente a una hilera horizontal de personas comprendidas por los empleados de una de sus empresas de fabricación de estupefacientes. El nocivo material, viajaba camuflado en las latas de formúla para bebés.-A aquellos que tenga el vago pensamiento de que pueden entregarnos a mí y a mi hermano a los federales les digo que son ideas suicidas. -Dijo deteniéndose a mitad de su paseo, mirando a cada uno de sus empleados, casi sesente. Ciro inspiraba más autoridad que temor. El verdadero miedo era producido por Brahim que no estaba con él ese día.Los empleados continuaron fabricando, con Ciro inspeccionando cada área. Caminando sin prisas entre los pasillos formados por las mesas. Algunos de los empleados se encargaban de producir las latas, otros de fabricar la droga, y el tercer grupo empacaba las latas en un orden específico, por cada tres latas de leche, una era adulterada. En un fructífero día se realizaba un máximo de mil kilos que se distribuía
Mientras alcanzaba el éxtasis, Bethany alzó su mirada hacia las estrellas, testigos mudos de la pasión que desbordaba de sus cuerpos. Los prometidos estaban en el jardín trasero de la casa, adentrados en la piscina, entregándose a los deseos de la carne. Ciro tenía a su amada contra el bordillo haciéndole el amor. En su mente no había cavidad para alguien más que Bethany. No percibía otro perfume que no fuese el de lavanda que rezumaba de su piel, no degustaba un sabor diferente al de cerezas de su pinta labio y su tacto empezaba a recuperar lo que en el pasado fue suyo. Bethany era todo lo que tenía, todo lo sentía. En ella giraba su mundo. Por su parte, Bethany no era recíproca a sus sentimientos. Su mente le jugaba sucio y, en lugar, de permitirle disfrutar de su prometido, le entregaba otros recuerdos que la confundían. Adheridos a Brahim: su fragancia, su tacto, su voz... Lo sentía más familiar que a su prometido. Se afanó por vivir el instante, por sentir al hombre que con tant
Sentada en la silla detrás de su escritorio, Bethany escribía una vez más en su diario."Soy Bethany Carter, una agente de bienes raíces que no encuentra pasión por su oficio. Los días en mi empresa se hacen largos y tediosos mientras que intento hallar mi vocación, o lo que sea que me hubiese motivado a elegir esta profesión.Soy una mujer atrevida, lo suficientemente para acercarme a un desconocido en un bar e invitarle un trago. Soy una mujer desvergonzada, tanto que me convertí en la amante de mi cuñado.Tuve un hijo que no sobrevivió la primera semana de nacido. Aunque puedo recordar haber vivido una vida más larga y feliz con él."Marcó el punto final y lo volvió a leer para luego recapitular todo de su diario. Desde el primer escrito hasta éste último había conseguido rellenar varios huecos que daban sentido a algunas de sus memorias, aunque no dejaba de ser confuso.Llamaron a su puerta, ella permitió el ingreso.-Un prospecto está interesado en adquirir nuestros servicios, si
Perdidos en un remoto paraje de naturaleza, la feliz pareja de futuros esposos, yacían a bordo del Mustang Shelby color mostaza en el que Ciro le enseñaba a Bethany a conducir, bajo un incandescente sol de fin de semana. El terreno sobre el que se desplazaban contaba con un aproximado de cinco mil hectáreas, todo había sido propiedad de Sandro Tonali, y ahora de sus hijos.Las lecciones de manejo eran fructuosas. Bethany, más que aprender a manejar, estaba refrescando su memoria. Tenía vagos recuerdos de cuando aprendió a manejar, a los dieciséis años de edad. Recordaba que aprendió en manos de una mujer, cuyo rostro no visualizaba con perfección, y su arraigada necesidad de sentirse dueña de su vida, le hizo creer que era Caitlin.-¡Muy bien! -Felicitó Ciro extasiado de adrenalina al estacionarse el auto. Su prometida había acelerador a fondo y en ningún momento perdió el control del volante.-Me encanta. No sé cómo pasé tanto tiempo teniendo chófer privado. -Exclamó la mujer.-No te
Antes de que el sol despuntara en el horizonte, Ciro se había levantado del lecho que compartía con su prometida y había salido de casa sin que ella lo notara. Se dirigió al sur de Florencia donde lo custodiaron tres horas de viaje, sin permitirse hacer ninguna parada.Su lugar de destino era una de sus empresas, la de menor producción que funcionaba más como un almacén de carga y descarga. Allí lo esperaba su hermano, que tal lucía había estado aguardando por horas. Se saludaron e ingresaron a un pequeño estacionamiento, harapiento e inutilizado. Había un camión parado y cerca de diez guardias protegiéndolo. Tras la presencia de los hermanos Tonali, abrieron las puertas posteriores del vehículo dejando al descubierto más de cincuenta cajas de cartón bien cerradas.Ciro, en un ágil movimiento, se subió a la plataforma y caminó el largo trecho hasta las cajas. Se inclinó y arrancó la cinta de embalar que la sellaba y bajo su vista cayó una gran cantidad de fajos de billetes. El resto d
El avión arribó en el aeropuerto de la capital norteamericana con el ocaso formándose. Pisar suelo Americano dio a Bethany un respiro. Italia, aunque hermosa y sublime, no dejaba de sentirse tierras extrañas. Mientras que el pequeño e insignificante trozo de Estados Unidos que apenas llevaba recorrido (el aeropuerto) forjaba en ella un anhelo de añoranza. De forma ingenua, se creó una inocente ilusión de que su casa, o la de sus padres, reforzarían ese sentir.Encontró a sus padres con mucha facilidad entre la multitud y se fundió en un caluroso abrazo. Salieron del aeropuerto con Red llevando servicial las maletas de su hija. Para luego ofrecerle el asiento de copiloto. El de conductor parecía estar aferrado a Caitlin que ni siquiera se permitió debatirlo.El trayecto a casa no le parecía familiar a Bethany quien no perdía detalle de nada. Sus padres vivían en una pintoresca urbanización, de un costoso estimado. En una casa de una única planta, pero amplía.-¿Es aquí donde crecí?-Sí
Al día siguiente, con el sol ya calentando las calles. Bethany salió de su casa en compañía de su padre quien se ofreció a llevarla a la academia Washington DC. No quedaba lejos de su casa, por lo que marcharon a pie tranquilamente, en un vecindario en apariencia agradable.-¿Mamá no tenía turno hoy en el hospital? -Preguntó. Caitlin se había quedado en casa, ordenando un poco luego de levantarse muy tarde.-Pidió algunos días libres para poder pasar contigo el mayor tiempo posible. -Aclaró Red.Caminaban sin prisa que los corriera. Su papá, muy atento, le señalaba, lugares que solía frecuentar como un local de alquiler de computadoras en el que pasaba largas horas. O una tienda de dulces en la que compraba cada día, después de la escuela. Bethany no lo recordaba, pero podía imaginárselo.De las personas le habló poco. Le mencionó que, durante sus días de adolescencia, no era muy sociable. Sus amistades más allegadas se contaban con los dedos de una mano, y ninguna rondaba en la ciuda
La media noche en Washington DC era más refrescante que en Italia, incluso era azotada por una fría brisa de viento. Bethany estaba acostada en su cama, lúcida por completo. Al borde de las lágrimas. Hasta ahora, su viaje había resultado infructuoso, siendo tan solo la comida norteamericana lo que más añoranza le producía. En su casa no se sentía diferente a como se sentía en casa de Ciro. Ahí también era una invitada. La academia, en lugar de recuperar detalles de su memoria, confundió los que ya había tenido.Se levantó de su cama y se aproximó a una de sus maletas en donde extrajo su diario personal. Buscó la primera página en blanco y, bolígrafo en mano, empezó a escribir nuevas recopilaciones."Soy Bethany Carter, una desconocida en mi propia vida. No me apasiona mi trabajo, y no conozco a las personas que dicen quererme. Mi futuro esposo es un italiano, abogado y empresario. Tierno por demás, cuyo hermano me resulta poco agradable, a pesar de haber sido mi amante.Mi prometido ya