¿Debí haber sido vieja?
¡Qué carajos significa eso!
Aprecio que el personal adulto sea prioritario en este lugar, pero es absurdo pensar que eso puede ser una causa para no contratar a alguien más joven. Reconozco que el cargo es bastante intimidante; de todos modos, ya pasé el maldito filtro y esperé todo un mes para que me dijeran que estaba contratada. Ahora no voy a dejar que me echen sin siquiera haber comenzado.
Después de la discusión ese hombre se encerró en su oficina, la señora Sullivan que parece haber recuperado su compostura fue allí y ha vuelto con una mejor cara. Me pregunto si eso significa que hay una mejoría en el ambiente.
―Debe tomarlo con paciencia, y de momento lo mejor es que no se acerque a él.
Vaya, ¿por qué tanta alergia?
―¿Sufre de alguna alergia o algo? ―pregunto con curiosidad y ella sonríe nerviosa.
«Debí haber dicho fobia en vez de alergias», es lo que parece.
―No que sepamos, el jefe es saludable, es solo que está muy acostumbrado a su planta de personal, pero no tolera los cambios abruptos.
―Creo que eso es algo excesivo, de todos modos, ¿va a despedirme o no?
―No de forma arbitraria, pero si usted incurre en alguna falta es probable que tenga ese derecho ―repone la mujer.
Lo dice de forma amable, sin embargo, siento que también es una advertencia. Luego de ello me avisa que daremos un recorrido por todas las áreas, y también me entregará el manual de convivencia para que lo estudie. Así es como empezamos a recorrer cada dependencia. Ella me explica los funcionamientos de cada área y detallo que todo lo que se trabaja allí es de orden administrativo. Solo papeleo que se diligencia por medio de la plataforma multifuncional de la empresa. Un sistema inteligente propio de digitalización de documentos. El funcionamiento comercial se dirige desde las bodegas de distribución y la fabricación en la infraestructura de laboratorios. Yo solo me encargaré de seguir las órdenes del director, y cuando lo especifica me pregunto si podré hacerlo bien si solo quiere despedirme sin siquiera ver mi desempeño.
Al terminar el recorrido técnico me lleva al que será mi lugar, una oficina no muy grande con paredes y puerta de cristal, ubicada justo al lado de la del jefe que si tiene paredes sólidas y es toda cerrada. Una vez me posiciono en mi lugar empiezo la práctica del manejo de la plataforma, así como a revisar el manual aprovechando que ya estoy sola.
Miro a mi alrededor y es como estar metida en una caja de cristal. Se siente extraño, pero no mal. Como el jefe quiere despedirme, no recibo ninguna asignación ni orden por parte suya por lo que tengo tiempo para ocuparme en aprender. Es mucha información para procesar, pero todo es cuidadoso y detallado, al final no me resulta difícil y es como estar de vuelta a una de mis clases de manejo de la economía empresarial. Él no sale de la oficina ni para el almuerzo, así que durante el resto de la mañana no tengo oportunidad de abordarlo.
Pensaba que haría por lo menos eso y podría hablarle, sin embargo, descubro que el pedido para su almuerzo lo delegó directo a la señora Sullivan. Eso me molesta por lo que me propongo plantármele de cualquier manera así tenga que perseguirlo hasta su casa. Si bien quiero este trabajo, lo mínimo para desempeñarlo es que me lleve bien con el jefe.
Hacerle una persecución suena extremo, pero entre eso y llegar a casa para deprimirme con esto además de lo que tengo encima, me resulta mejor llevar a cabo esa loca aventura. Mi hora de salida es a las seis, y esperaba que también saliera, pero no ocurre, así que me quedo esperando un poco más. Cuando se acercan para recordarme que puedo salir, doy la excusa de que estoy familiarizándome con el trabajo. Eso ayuda, pero me impacienta porque el condenado no sale.
―Hola, ¿ya vas de salida?
Quien se acerca tocando la puerta de cristal abierta, es ese chico que mencionara lo de la razón por la que el jefe está inconforme conmigo. Levanto la mirada para verlo y me causa gracia que no aplique para el personal masculino. Eso me hace pensar de forma malvada que quizás tenga un fetiche raro, donde detesta a las mujeres y le gusta tener hombres jóvenes a su alrededor.
¡Diantres!
La idea me causa aún más gracia mezclada con morbo.
―Hola, todavía no ―respondo de manera amable para no mostrar que estoy impaciente y él está perturbando mis planes.
―¿Mucho trabajo en el primer día? ―pregunta y creo que lo hace de forma sarcástica.
Eso me hace mirarle aprensiva.
―Digamos que aprendo todo el manejo si no quiero que de verdad me despidan ―mascullo.
―Supongo ―repone más comedido, quizás entendiendo mi reacción.
―¿Puedo saber por qué dijiste eso?
―¿Qué cosa?
―Lo que mencionaste del director.
―Ah, es sobre lo linda y joven que eres.
―¿Y es un verdadero problema?
―Digamos que rompe un canon sagrado.
―Suena raro.
―Tal vez tienes razón, a propósito, soy James subdirector administrativo. Cuenta conmigo para lo que necesites.
Ya lo sabía, Sullivan me dio el cronograma del personal.
―Eso será si logro que no me despida ―repongo y él me sonríe.
El hombre me resulta amable y atractivo; sin embargo, no estoy aquí por eso, no creo que vuelva a fijarme en nadie en mucho tiempo. No es una confianza en mí misma que pueda recuperar pronto.
―Tranquila, no creo que te despida.
―Esperemos que no.
―Trajiste auto, si vas de salida puedo acercarte ―dice tomándome por sorpresa, entonces veo que por fin se abre la puerta del director y él sale por ella.
Él mira de reojo hacia dónde estamos y sigue su camino. Me enervo un poco porque luce todavía más enojado. Empiezo a recoger mi bolso que ya lo tenía preparado para cuando saliera.
―Lo siento, si traje, y ya tengo que irme ―le digo una mentira piadosa a James para que no insista con llevarme, seguido me apuro en salir de allí para iniciar mi medida extrema de persecución.
Veo que el jefe toma un ascensor y yo voy al otro. Como no traje auto salgo del edificio y espero para verlo pasar cuando salga de estacionamiento. Asumo que es el ejecutivo que sale, por suerte lleva los vidrios bajos y me percato que es quien conduce, antes de subirlos y sumirse en la negrura del polarizado.
Pienso que es raro que no tenga conductor personal, es lo normal. Sin embargo, eso me hace pensar que debe ir a algún otro lugar que no sea su casa o algún compromiso de negocios. No tengo idea de eso porque no tengo acceso a su agenda todavía, así que le sigo a la loca.
Busco un taxi y cuando por fin logro subirme a uno le pido que tome esa misma dirección. El auto del jefe se detiene en un semáforo y eso me alegra porque ya lo tengo a la vista. El señor del taxi me mira con recelo, le sonrío y le digo que voy hacia la misma dirección del auto de adelante, solo que no hubo cupo para mi allí.
―¿Lo está persiguiendo o algo señorita? ―pregunta con perspicacia.
Muy astuto el hombre.
―¡No para nada! Pero sería bueno que no lo perdiera de vista o no sabré a donde llegar.
En parte no es mentira; pero es lo que me he obligado a hacer solo por encararlo y descubrir por qué me tiene alergia. El recorrido que hace me resulta extraño porque no vamos a ningún barrio residencial exclusivo, o zona de restaurantes, en cambio toma una ruta un tanto diferente, si residencial, pero más corriente. No puedo pensar que viva por allí, no, conociendo su estatus. El auto se detiene frente a un edificio de apartamentos bastante normal, sin ninguna información de entrada. Entra directo al estacionamiento por lo que debe tener un lugar allí.
Le pido al señor del taxi que se detenga en la esquina, después pregunto por la tarifa. El hombre responde, le pago, y me bajo antes de que diga alguna cosa. Me arreglo la ropa y toco el timbre de entrada. Me dejan entrar y voy hasta la recepción. Cuando estoy allí me siento estúpida porque no tengo idea de en qué piso vive. También me encuentro con que será muy tedioso preguntar y obtener respuestas sin que se piense que puedo ser alguien problemática.
―Buenas noches, ¿que desea? ―me pregunta el hombre.
Piensa, piensa.
―Ah, el hombre que acaba de entrar al estacionamiento ―digo y me quedo callada por cómo me mira ladeando su cara.
Hay una extraña cautela en su mirada.
―Un momento ―dice revisando algo en su monitor―, ¿es quién viene a ver al señor W?
¿Señor W? Su pregunta me deja un poco pensativa, además de sorprendida; sin embargo, esa inicial es obvio que debe ser de su apellido.
―Eh, sí.
Tiento a mi suerte.
―No luce como la persona que espera ―advierte de sopetón, lo que me obliga a pensar cómo salir de este embrollo.
El teléfono del mostrador suena como una salvación y el hombre lo toma de inmediato sin dejar de mirarme. Me debato entre si dejar esta locura y salir corriendo de allí. No obstante, gesticula monosílabos y termina con un: si ya llegó y la enviaré de inmediato, que hacen que me detenga de mi huida.
―Bien, la está esperando ―me anuncia a mí y yo entreabro mi boca―, tome el ascensor y suba directo al ático ―informa y vuelve a ocuparse de lo suyo.
Aguardo a que diga algo más, pero parece que no lo hará, y creo que espera que me mueva de allí. Aun sin saber si estoy haciendo lo correcto me encamino hacia el ascensor con algo de ansiedad, porque ahora empiezo a caer en cuenta que quizás ese hombre se verá allí con alguien más y me he entrometido; no obstante, tengo mucha curiosidad, tanta que me causa nervios por la locura que estoy cometiendo.
¡Ya qué!
Si ya se había enojado antes, es probable que se ponga furioso como el demonio ahora. Sin embargo, no creo que tenga otra oportunidad.
«¿Y si le agarro en alguna falta grave?», medito maliciosa.
Tal vez eso funcione a mi favor. Me decido y subo hasta el ático. El corazón me palpita en el pecho como si se me fuera a salir, por lo que trato de calmarme cuando llego y estoy ante la puerta. Antes de tocar me fijo en la mirilla, así que me hago a un lado para que no me vea y me descubra, y seguido toco la puerta.
―Entra. ―La orden de acceso es intransigente, pero sin duda es su tono de voz. Giro el pomo y entreabro la puerta―, ¿Qué esperas? ―agrega exasperado y entonces asomo la cabeza.
Dentro está en penumbras, hay muy poca luz, pero aun así me quedo de piedra con lo que hay allí, porque parece un cuarto de tortura. Él está allí de pie y brazos cruzados al pecho en una actitud exasperada. Se ha quitado la chaqueta, se ha sacado la corbata y ha remangado sus puños dejando ver sus muñecas blancas. Mi espanto es equiparable al suyo, porque lo último que esperaba era encontrarme con todo esto, tanto como él seguro no se esperaba a que yo lo descubriera.
¡Me lleva!
Su espanto es monumental y no sé si soy la primera en reaccionar, pero retrocedo más rápido que una bala y salgo huyendo de allí como alma que lleva el diablo.
No sé por qué estaba más impactada, por lo que había en ese lugar, o por la sola idea de que él tuviera ese tipo de prácticas de forma clandestina. No me quedé para que me lo explicara, así como tampoco esperaría a que lo hiciera; sin embargo, siento que he descubierto algo escabroso en la vida del director que pretende despedirme. Hacía mucho no dormía y en parte creo que fue por el exceso de adrenalina que derroché y que me dejó exhausta. Sí tenía alguna duda de que en efecto fuera él, luego que salí corriendo bajó por supuesto a buscarme. Es bueno que hubiera un solo ascensor, así que lo hizo por las escaleras y a pesar de como se ve parece que tiene una buena condición física, porque llegó a la recepción casi al tiempo que yo. Fue difícil escabullirme; se sintió como si estuviera escapando de un asesino, pero lo logré. Debió ser por todo eso que terminé agotada y sin ganas de pensar en nada más, y cuando llegué y me fui a la cama me quedé fundida. Lo cierto es qu
Quisiera sentirme mal porque de alguna manera lo he chantajeado; pero lejos de sentirme así, es lo contrario, experimento una especie de sensación de poder que me hace sentir como nunca en mi vida. Antes de Adrian si las había, porque vivía en una clase de burbuja enamorada; no obstante, después de eso, no volvió a haber ninguna. Las ganas de experimentar alguna clase de felicidad se esfumaron. He estado enojada y amargada porque después de lo ocurrido, solo me obligan a participar como si lo único que desearan es verme lamerme las heridas; «pero se acabó», me digo recordando la cita al psicólogo de hoy, que para lo único que lo contrataron fue para meterme en la cabeza que tengo que alimentarme de la felicidad de los demás. Ahora no soy feliz como insinúa, pero sí de otra manera y es debido a mi osadía, porque he descubierto un secreto sucio del jefe. A hoy día no sé si eso se podría considerar así, quizás no, pero eso depende de qué lado de la balanza estás. Wallflower es una emp
Oliver━━※━━“¿Te agendo otro nuevo encuentro?”.Leo el mensaje de Bert, y lejos de emocionarme por responder, me encabrono. La noche fue un fracaso gracias a esa audaz chica que no supe ni como apareció allí. Rememoro el encuentro de hace un rato y no sé por qué me siento estúpido. Allegra Wills no es cualquier persona, su familia tiene renombre en el mercado, y me pregunto por qué se empeña en quedarse aquí cuando claramente no lo quiero por el bien de ambos.¿Debería ser claro o más contundente?Alguien toca la puerta y largo un suspiro cuando de inmediato abre y entra sin que le autorice. Es James, luce bastante contento y me pregunto por qué. Es bueno desempeñando su trabajo, aunque por lo regular no está tan de buen humor. Es obvio que esa influencia es causada por la joven señorita ―entrometida―, Wills.―Acabo de enterarme, ¿en serio la dejaste quedar? ―pregunta resolviendo mi incógnita sobre su felicidad.―¿Vienes a decir algo interesante sobre trabajo? Si no es así vuelve a t
Nunca había estado tan feliz como lo estoy ahora, no sé si es por la osadía de enfrentar a mi nuevo jefe, o es porque he conseguido uno de mis propósitos para no seguir dependiendo de nadie, ni siquiera de mi padre. Sin embargo, la felicidad me dura poco cuando me recuerdo que tengo que asistir por obligación a la cita con el psicólogo. Largo un suspiro cada que veo que se acerca la hora. Pero nada que hacer, debo ir o terminarán argumentando que soy alguien inestable y todo mi esfuerzo se irá al carajo. Odio esas sesiones, y más que me pregunten si estoy bien cuando podrían adivinarlo. Creo que solo lo hacen como un cuestionamiento para que dude de mí misma y vuelva a retroceder. «No voy a hacerlo», decido, y tampoco dejaré que esto influya en mi vida. Retomo lo que me queda de trabajo y empiezo a guardar la información. La señora Sullivan fue muy amable en instruirme con lo que tenía más dificultad, y buscar al jefe esta vez, no fue tan complicado. Cuando me toca e
Debería salir corriendo, sin embargo, eso no ayudaría en nada porque mañana tendría que enfrentarlo de todos modos. Él pone el auto en marcha luego que me acomodo en el asiento de al lado. Apenas me mira de reojo con desconfianza y después se concentra en la vía. ―¿A dónde vamos? ―¿Ya cenó? ―pregunta como si no ocurriera nada. Muy astuto. Es él quien tiene la sartén por el mango ahora. ¡Diantres! Cómo vine a ser tan descuidada. ―Si me siguió, es obvio que sabe que no. ―¿No se le hace una situación familiar? ―comenta con un tono ganador en la voz. ―¿No me diga que estaba buscando una excusa para ahora si poder echarme? ―Digamos que tenía curiosidad, porque es probable que tenga a alguien inestable emocionalmente en mi empresa. ¿¡Qué!? ―Sí lo dice… ―No hablo de su reacción en la zona de cafetería ―me corta las palabras―, creo que una clínica de psiquiatría dice mucho de su salud mental.
¿Quieres entregarme tu voluntad? Mientras como, usando el tenedor porque me ha quedado grande el uso de los palillos, esa irreverente pregunta no deja de darme vueltas en la cabeza. Mi uso de los palillos es deprimente y la comida se me escapa. En cambio, su experticia en su uso es impecable. Mientras mi pensamiento vaga con preguntas insidiosas no puedo dejar de admirar sus manos de un color blanco pálido. Sus dedos son largos y finos, no como la mano de una chica, pero si de un chico delicado sin dejar de ser varoniles. «¿Querría hacer eso?», me formulo la pregunta a mí misma mientras no ceso de divagar con tonterías observando el grácil movimiento de sus manos. ―Adelante, haz tu pregunta. Su voz se alza sobre mis pensamientos, sobresaltándome, quizás me ha pillado expiándolo de más. Miro hacia otro lado para disimular y cuando me siento menos tensa, vuelvo a enfocarme en él. Ahora sé que sus ojos son de un color aceituna bastante a
Oliver ━━※━━ Algo que nunca había hecho antes, era tener conversaciones que implicara desnudar lo que tenía en mente para hacer con la chica en cuestión. No importa quien fuera, solo que estuviera dispuesta. El club al que asistía me proporcionaba eso. Seguridad y complicidad. No tenía por qué sentarme con la mujer para preguntarle si iba a dejarse hacer lo que quisiera de mí. Antes de ello, ya lo sabía, y solo era cuestión de dar rienda suelta. Sin embargo, eso acabó y se me hizo necesario volver a ser meticuloso. Entonces aparece Allegra y las cosas empiezan a tomar otro matiz. Pensé que lo odiaría, no me gusta salirme de la rutina; sin embargo, lo encuentro interesante. Ella me mira sin arredrarse, y no parece alguien que está loca, luce muy cuerda sobre todo para defender sus puntos, y lejos de cambiar de opinión me genera curiosidad su condición. De algún modo se siente como verse en un espejo que te muestra lo que quizá
―¿Estás bien? La voz grave y ronca de Oliver me causa un estremecimiento. ¿Qué había sucedido? No lo sé, pero se sintió tan extraño y diferente. Algo que no había experimentado antes. No, nunca me habría sometido a una locura como esta. Sentí angustia, dolor, pero también una excitación que me hacía erizar la piel. Ahora no dejo de pensar en ello y me encuentro sensible con el más mínimo contacto. No puedo hablar, tampoco ver. No puedo evitar temblar cuando le siento sobre la mesa. Él retira lo que metió en mi boca y luego descubre mis ojos. No pude ver nada, pero más que miedo por lo que pudiera hacer, tenía una gran expectación. Aprieto mis ojos antes de abrirlos y adaptarme a la luz, es bueno que sean bajas, me cuesta menos acomodar mi vista. Oliver está apoyado en sus rodillas mirándome. Levanta sus cejas con gesto interrogante, espera que responda, pero yo solo miro mi pecho y la sensación de una costra de cera dura sobre ellos, también e