Capítulo 11

¿Quieres entregarme tu voluntad?

Mientras como, usando el tenedor porque me ha quedado grande el uso de los palillos, esa irreverente pregunta no deja de darme vueltas en la cabeza. Mi uso de los palillos es deprimente y la comida se me escapa. En cambio, su experticia en su uso es impecable. Mientras mi pensamiento vaga con preguntas insidiosas no puedo dejar de admirar sus manos de un color blanco pálido.

Sus dedos son largos y finos, no como la mano de una chica, pero si de un chico delicado sin dejar de ser varoniles.

«¿Querría hacer eso?», me formulo la pregunta a mí misma mientras no ceso de divagar con tonterías observando el grácil movimiento de sus manos.

―Adelante, haz tu pregunta.

Su voz se alza sobre mis pensamientos, sobresaltándome, quizás me ha pillado expiándolo de más. Miro hacia otro lado para disimular y cuando me siento menos tensa, vuelvo a enfocarme en él. Ahora sé que sus ojos son de un color aceituna bastante a

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