Debido a unos acuerdos que querían llegar antes de iniciar con la misión, la reina Panambi se reunió con los duques Aaron y Abiel en su oficina, a solas, y mandó a los príncipes a que se retirasen. Los cuatro se dirigieron al patio y, como siempre, se sentaron en círculo bajo la copa del naranjo. Uziel no paraba de rezongar por lo sucedido durante su charla. - ¡No sabía que eran tan pesados! ¡Ahora entiendo el porqué Brett no los aguanta! ¡Nuestro hermano Rhiaim por lo menos me dejaba salir donde quisiera! - Pues yo estoy más molesto con nuestra esposa – dijo Eber, cruzándose de brazos - ¡Otra vez nos hizo a un lado! ¿Es porque somos príncipes? - Ella quiere que nos enfoquemos en esta misión – dijo Brett – o, al menos, esa fue la excusa que dio para que no protestemos – el joven príncipe dio un largo suspiro y continuó – Y luego la gente envidia nuestra posición solo porque somos ricos. ¡Si supieran que no nos dejan hacer casi nada! - Yo creo que deberías ser rey – se le escapó d
Zlatan fue a la biblioteca para devolver el libro que sacó el día anterior, cuando los guardias le persiguieron. Pero, al contrario que la otra vez, éstos lo dejaron pasar y hasta inclinaron sus cabezas en señal de saludo, respetando su etiqueta. “Me pregunto qué castigo habrán recibido”, pensó Zlatan. “¿O será por efecto de mi hermano mayor?” Cuando fue recibido por la bibliotecaria, el príncipe de los lentes le entregó el libro y le dijo: - Disculpa por haberlo sacado sin avisarle. - No tiene que disculparse, majestad – le dijo la bibliotecaria – entiendo su situación. Aunque… admito que me causó gracia cuando usted se aferró al libro, como un niño encaprichado por un juguete. - Ese no soy yo. No sé qué me pasó. - Usted ama los libros, ¿no es así, majestad? ¡Ojalá tenga más visitantes así! Por eso, le esperaré siempre en este lugar. Si esos guardias vuelven a molestarlo o impedirle el paso, yo misma se lo informaré a la reina Panambi para que los castiguen. ¡Usted es un prínci
- ¿Cómo está el duque? - Está extrañamente tranquilo, señor. Al igual que la ex reina - ¡Uf! ¡Al fin esos sedantes hicieron efecto! Aunque… Roger todavía recordaba cuando le trajeron al duque y a la ex reina en su guarida. Si bien ellos acordaron cooperar siempre y cuando no tocaran a sus seres queridos, al menos Rhiaim demostró que tenía una alta resistencia a los fármacos y sedantes que le suministró para mantenerlo dormido. Y en cuanto a Aurora, la vio inspeccionando el lugar con mucho detenimiento, como si estuviese buscando cualquier oportunidad para escapar. - Señor, les hemos sacado sus dispositivos comunicadores, sus armas, armaduras y otros objetos que portaban encima – le dijo su subordinado – Y como estamos cerca de un pueblo antimonárquico, no se arriesgarían a escapar siendo sus caras muy conocidas por esos lares. No importa qué tan fuerte sean, siguen siendo humanos. - Sí. Son humanos que, posiblemente, posean en sus cuerpos el secreto de la eterna juventud – dijo R
Dos chicas estaban recorriendo las estrechas calles de un pueblito aislado. Normalmente, solían estar vacías, pero, esta vez, había mucha gente dirigiéndose a un solo lugar. Por sus vestimentas, los pobladores dedujeron que eran simples mercaderas venidas de lejos para comprar suministros. Una iba con una larga capa negra y la otra lucía un sencillo vestido azul de mangas cortas. Y como no portaban ningún arma, rastreador, dispositivo o micrófonos de espionaje, las dejaron pasar sin inconvenientes. Tras dar varios pasos, doblaron una esquina y se encontraron con un pequeño puesto, donde la gente se amontonaba delante de una mesa de madera repleta de frascos con líquido rojo. Y, detrás de la mesa, habían dos hombres atendiendo a los clientes y diciendo cosas como: - ¡Les aseguramos que está 100% verificado que esta pócima les curará de todas las enfermedades! - ¡Contamos con testimonios que lo avalan! ¡Es legal y fidedigno! Ambas chicas se acercaron y dijeron: - ¿Nos puedes dar a
Cuando terminaron la reunión, regresaron al campo de entrenamiento. Zlatan y Uziel, al verlos, corrieron hacia Brett y lo abrazaron por la cintura, quedándose de rodillas a sus costados. Ambos menores lo miraron con ojos suplicantes y dijeron, al unísono: - ¡Sálvanos! Aaron y Abiel se acercaron, mostrándose de muy buen humor. Aaron miró a Eber y le dijo: - Nos dijeron que eres el más fuerte de los cuatro. ¿Qué te parece nos batimos a un duelo cuerpo a cuerpo? Seguro que extrañas esos momentos. - ¡Claro, hermano! – dijo Eber, ensanchando una gran sonrisa mientras una pequeña vena de enfado surgía a un costado de su frente - ¡Tengo tantas ganas de golpear a cierta persona, pero me contuve porque mi esposa me estaba viendo y no quiero darle motivos para que me castigue de vuelta! Mientras Aaron y Eber hacían lo suyo, Abiel miró a Brett y le preguntó: - ¿Cómo planeas hacer la infiltración? Brett respondió: - Me adelantaré con Eber y crearé una distracción. Así nadie los notará y s
Cuando llegó el momento de partir, la reina abrazó a sus esposos uno a uno. A Brett y Eber los besó mientras que a Zlatan y Uziel les acarició sus mejillas. En un momento, Panambi dijo: - Ojalá mis brazos fueran más largos para abrazarlos a todos. - Estaremos bien – dijo Brett – no podré traerte la cabeza de Roger por culpa de cierta persona, pero si la de sus subordinados. - En verdad muchísimas gracias por dejarnos ir, esposa querida – dijo Eber – prometemos regresar para seguir apoyándote y jurar lealtad a tu reinado. Zlatan y Uziel no dijeron nada. Simplemente inclinaron sus cabezas. A lo lejos, la duquesa Dulce los miraba. Zlatan le dirigió una mirada y, desde su dispositivo, le envió un mensaje diciendo: He decidido pensar por mí mismo. Fue difícil, pero lo conseguí. Pienso que eres una persona encantadora. Dulce sonrió ante sus palabras escritas. Y mientras agitaba la mano hacia ellos, pensó: “Te salvaré. A ti y a tu hermanito. No tienes que corresponder a mis sentimie
El pueblo tenía apenas algunas casas pequeñas, sin ningún edificio. Y la entrada estaba custodiada por un par de guardias que lucían uniformes azules y portaban escopetas. - Los esperamos en el vehículo, majestad – le dijo el caballero Luis a Brett. - Lamento que Zafiro no haya podido venir – dijo Brett – Si no me hubiese descuidado… - No te culpes, “princesa” – le dijo Luis – Sabes bien que él hará de todo para protegerla. Porque no desea que nadie más que él derribe a su eterno rival. - Sí, lo sé. El joven príncipe miró su dispositivo y comprobó que, en verdad, no tenía señal. Miró a Eber, quien tenía una expresión de preocupación, y le dijo: - Espérame diez minutos. Si no me ves, sigues tú. Eber asumió con la cabeza mientras se mordía los labios, resistiéndose a la tentación de detener a su hermano de exponerse al peligro. Brett bajó. Si bien se vistió como plebeyo, trató de verse lo más prolijo posible para atraer la mirada de los guardias. Llevaba una camisa negra con pan
Brett, a lo lejos, pudo ver a Aaron y Uziel, vestidos de plebeyos. Aaron, quien era muy alto, llamaba demasiado la atención. Por suerte, tuvo la buena idea de recogerse sus largos cabellos dentro de un sombrero y, así, evitar que lo relacionen con un noble del reino del Este. Uziel, por su parte, llevaba un discreto conjunto de camisola azul y pantalones negros. El muchacho parecía mirar a su alrededor y, tras hablar con su hermano mayor, éste le hizo una señal y se metió dentro de una casa. “Uziel, como es pequeño, puede infiltrarse fácilmente en cualquier lugar”, pensó Brett. “Bueno, por él no debo preocuparme, Aaron nunca lo descuidaría e iría en su rescate si detecta que está en peligro”. Decidió alejarse de ellos, preguntándose dónde estarían otros guardias. Intentó ignorar a las personas de su alrededor, sintiéndose un completo extraterrestre en un mundo diferente al que conocía hasta ese entonces. Respiró hondo e intentó concentrarse en la misión. “Tenemos que sacar a Rudy d