Cuando terminaron la reunión, regresaron al campo de entrenamiento. Zlatan y Uziel, al verlos, corrieron hacia Brett y lo abrazaron por la cintura, quedándose de rodillas a sus costados. Ambos menores lo miraron con ojos suplicantes y dijeron, al unísono: - ¡Sálvanos! Aaron y Abiel se acercaron, mostrándose de muy buen humor. Aaron miró a Eber y le dijo: - Nos dijeron que eres el más fuerte de los cuatro. ¿Qué te parece nos batimos a un duelo cuerpo a cuerpo? Seguro que extrañas esos momentos. - ¡Claro, hermano! – dijo Eber, ensanchando una gran sonrisa mientras una pequeña vena de enfado surgía a un costado de su frente - ¡Tengo tantas ganas de golpear a cierta persona, pero me contuve porque mi esposa me estaba viendo y no quiero darle motivos para que me castigue de vuelta! Mientras Aaron y Eber hacían lo suyo, Abiel miró a Brett y le preguntó: - ¿Cómo planeas hacer la infiltración? Brett respondió: - Me adelantaré con Eber y crearé una distracción. Así nadie los notará y s
Cuando llegó el momento de partir, la reina abrazó a sus esposos uno a uno. A Brett y Eber los besó mientras que a Zlatan y Uziel les acarició sus mejillas. En un momento, Panambi dijo: - Ojalá mis brazos fueran más largos para abrazarlos a todos. - Estaremos bien – dijo Brett – no podré traerte la cabeza de Roger por culpa de cierta persona, pero si la de sus subordinados. - En verdad muchísimas gracias por dejarnos ir, esposa querida – dijo Eber – prometemos regresar para seguir apoyándote y jurar lealtad a tu reinado. Zlatan y Uziel no dijeron nada. Simplemente inclinaron sus cabezas. A lo lejos, la duquesa Dulce los miraba. Zlatan le dirigió una mirada y, desde su dispositivo, le envió un mensaje diciendo: He decidido pensar por mí mismo. Fue difícil, pero lo conseguí. Pienso que eres una persona encantadora. Dulce sonrió ante sus palabras escritas. Y mientras agitaba la mano hacia ellos, pensó: “Te salvaré. A ti y a tu hermanito. No tienes que corresponder a mis sentimie
El pueblo tenía apenas algunas casas pequeñas, sin ningún edificio. Y la entrada estaba custodiada por un par de guardias que lucían uniformes azules y portaban escopetas. - Los esperamos en el vehículo, majestad – le dijo el caballero Luis a Brett. - Lamento que Zafiro no haya podido venir – dijo Brett – Si no me hubiese descuidado… - No te culpes, “princesa” – le dijo Luis – Sabes bien que él hará de todo para protegerla. Porque no desea que nadie más que él derribe a su eterno rival. - Sí, lo sé. El joven príncipe miró su dispositivo y comprobó que, en verdad, no tenía señal. Miró a Eber, quien tenía una expresión de preocupación, y le dijo: - Espérame diez minutos. Si no me ves, sigues tú. Eber asumió con la cabeza mientras se mordía los labios, resistiéndose a la tentación de detener a su hermano de exponerse al peligro. Brett bajó. Si bien se vistió como plebeyo, trató de verse lo más prolijo posible para atraer la mirada de los guardias. Llevaba una camisa negra con pan
Brett, a lo lejos, pudo ver a Aaron y Uziel, vestidos de plebeyos. Aaron, quien era muy alto, llamaba demasiado la atención. Por suerte, tuvo la buena idea de recogerse sus largos cabellos dentro de un sombrero y, así, evitar que lo relacionen con un noble del reino del Este. Uziel, por su parte, llevaba un discreto conjunto de camisola azul y pantalones negros. El muchacho parecía mirar a su alrededor y, tras hablar con su hermano mayor, éste le hizo una señal y se metió dentro de una casa. “Uziel, como es pequeño, puede infiltrarse fácilmente en cualquier lugar”, pensó Brett. “Bueno, por él no debo preocuparme, Aaron nunca lo descuidaría e iría en su rescate si detecta que está en peligro”. Decidió alejarse de ellos, preguntándose dónde estarían otros guardias. Intentó ignorar a las personas de su alrededor, sintiéndose un completo extraterrestre en un mundo diferente al que conocía hasta ese entonces. Respiró hondo e intentó concentrarse en la misión. “Tenemos que sacar a Rudy d
Durante la infiltración y posterior captura de Rudy y su compañero de ventas, los duques y príncipes descubrieron que mucha gente estaba tan desesperada por conseguir la medicina “milagrosa” que, en plena calle, vendían sus cuerpos para poder conseguirlas. Brett, al escuchar lo que comentaban sus hermanos al respecto, no evitó pensar en su propia experiencia: “Esos dos hombres no estaban mintiendo cuando me dijeron que era algo de todos los días. Puede que, en el fondo, comprenda a esas personas. Aún con mi estatus, ofrecí mi cuerpo a mi esposa para proteger a mis hermanitos de su ira. Pero, a la vez, pude escudarme en ella para evitar que esos soldados quisieran abusar de nosotros cuando nos sometieron ese día. Si, mi título me garantiza proteger mi integridad, pero, ¿el resto? ¿Cómo pueden lidiar con el día a día sin tener en qué escudarse?” Y estaba tan absorto en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que un enfurecido Aaron se acercó rápidamente a él y le dio una fuerte bofe
Mientras, los mayores los observaban de lejos. Aaron, con una mano en el mentón a modo pensativo, dijo: - Los menores no lo hacen tan mal. Aún si han sido malcriados, nuestro hermano mayor los instruyó bien en esta clase de situaciones. - Yo creo que son bastantes creativos – dijo Abiel – nuestro hermano mayor tenía fuertes dolores de cabeza cuando se topaba con tipos difíciles, que se mordían la lengua para no confesar sus verdades. ¡Nunca se le ocurrió lo de la mordaza anti mordeduras! - Solo espero que no los maten tan rápido – dijo Brett – a veces se entusiasman mucho y terminan asesinando al criminal antes de que den su confesión. - Bueno, al menos ya tendremos nuestro souvenir para enviárselo a nuestra esposa – dijo Eber – ya que no podemos entregarle la cabeza a Roger, espero que pueda conformarse con estos dos sujetos. Ya cuando Rudy estaba hecha una piltrafa humana, su compañero comenzó a gritar y, como pudo, les dijo: - ¡Ruger su uncuentru u vuinti kilumetrus ul nurues
Uno de los subordinados de Roger entró al cuarto donde tenían encerrado a Rhiaim y le entregó el plano del lugar. El duque lo revisó y pudo saber, exactamente, dónde estaba y en qué parte tenían encerrados a los niños. Si bien su plan era escapar, no quería abandonar a otros que estuviesen en una condición similar o peor que la suya. - Hay como cinco niños de entre 8 a 10 años – le explicó el sujeto – si van por el conducto de aire, es posible que consigan escapar. Pero usted no podrá entrar ahí, es muy estrecho para un adulto. - Ya me las arreglaré por mi cuenta – dijo Rhiaim, doblando el plano y guardándolo en el bolsillo de sus pantalones – Por cierto, la ex reina… - Ella está en la enfermería, dijo algo de que tiene sus “problemas de mujer” y la mandaron a que la atendieran. Me dijo que no se preocupe por ella, que verá de salir por su cuenta. Por cierto, majestad, en cuanto al pago… - Entre mis cosas confiscadas hay algunos diamantes y zafiros – recordó Rhiaim – Si no los han
Aprovechando la distracción de la mujer, tomó una hoja de los apuntes y el plano, guardándolas dentro del bolsillo de sus pantalones. Luego, mirando los medicamentos, comentó: - Debe ser agotador trabajar en este lugar. - Así es – dijo la mujer – siempre hay algún guardia herido. Pero... – la enfermera pareció dudar de lo que estaba por decir y, al final, atinó a comentar – Roger no me ha pagado aún y estoy desesperada. Pero no puedo renunciar… “Por lo visto existe una suerte de jerarquía”, pensó Abiel. “Esos dos sujetos que interrogamos… uno le era super leal a Roger hasta el punto de soportar semejante tortura que perpetraron mis hermanos menores. En cambio, el otro… quizás estaba en una situación similar a la de esta mujer. Eso quiere decir que…” - ¡Listo! ¡Ya está! – dijo la enfermera, quien colocó una gasa en la mejilla hinchada de Brett – La próxima ten más cuidado, joven. - Muchas gracias – respondió Brett. - ¡Oh! ¡Eres muy educado para ser un guardia! “¡Oh, no! ¡Por un