Durante la infiltración y posterior captura de Rudy y su compañero de ventas, los duques y príncipes descubrieron que mucha gente estaba tan desesperada por conseguir la medicina “milagrosa” que, en plena calle, vendían sus cuerpos para poder conseguirlas. Brett, al escuchar lo que comentaban sus hermanos al respecto, no evitó pensar en su propia experiencia: “Esos dos hombres no estaban mintiendo cuando me dijeron que era algo de todos los días. Puede que, en el fondo, comprenda a esas personas. Aún con mi estatus, ofrecí mi cuerpo a mi esposa para proteger a mis hermanitos de su ira. Pero, a la vez, pude escudarme en ella para evitar que esos soldados quisieran abusar de nosotros cuando nos sometieron ese día. Si, mi título me garantiza proteger mi integridad, pero, ¿el resto? ¿Cómo pueden lidiar con el día a día sin tener en qué escudarse?” Y estaba tan absorto en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que un enfurecido Aaron se acercó rápidamente a él y le dio una fuerte bofe
Mientras, los mayores los observaban de lejos. Aaron, con una mano en el mentón a modo pensativo, dijo: - Los menores no lo hacen tan mal. Aún si han sido malcriados, nuestro hermano mayor los instruyó bien en esta clase de situaciones. - Yo creo que son bastantes creativos – dijo Abiel – nuestro hermano mayor tenía fuertes dolores de cabeza cuando se topaba con tipos difíciles, que se mordían la lengua para no confesar sus verdades. ¡Nunca se le ocurrió lo de la mordaza anti mordeduras! - Solo espero que no los maten tan rápido – dijo Brett – a veces se entusiasman mucho y terminan asesinando al criminal antes de que den su confesión. - Bueno, al menos ya tendremos nuestro souvenir para enviárselo a nuestra esposa – dijo Eber – ya que no podemos entregarle la cabeza a Roger, espero que pueda conformarse con estos dos sujetos. Ya cuando Rudy estaba hecha una piltrafa humana, su compañero comenzó a gritar y, como pudo, les dijo: - ¡Ruger su uncuentru u vuinti kilumetrus ul nurues
Uno de los subordinados de Roger entró al cuarto donde tenían encerrado a Rhiaim y le entregó el plano del lugar. El duque lo revisó y pudo saber, exactamente, dónde estaba y en qué parte tenían encerrados a los niños. Si bien su plan era escapar, no quería abandonar a otros que estuviesen en una condición similar o peor que la suya. - Hay como cinco niños de entre 8 a 10 años – le explicó el sujeto – si van por el conducto de aire, es posible que consigan escapar. Pero usted no podrá entrar ahí, es muy estrecho para un adulto. - Ya me las arreglaré por mi cuenta – dijo Rhiaim, doblando el plano y guardándolo en el bolsillo de sus pantalones – Por cierto, la ex reina… - Ella está en la enfermería, dijo algo de que tiene sus “problemas de mujer” y la mandaron a que la atendieran. Me dijo que no se preocupe por ella, que verá de salir por su cuenta. Por cierto, majestad, en cuanto al pago… - Entre mis cosas confiscadas hay algunos diamantes y zafiros – recordó Rhiaim – Si no los han
Aprovechando la distracción de la mujer, tomó una hoja de los apuntes y el plano, guardándolas dentro del bolsillo de sus pantalones. Luego, mirando los medicamentos, comentó: - Debe ser agotador trabajar en este lugar. - Así es – dijo la mujer – siempre hay algún guardia herido. Pero... – la enfermera pareció dudar de lo que estaba por decir y, al final, atinó a comentar – Roger no me ha pagado aún y estoy desesperada. Pero no puedo renunciar… “Por lo visto existe una suerte de jerarquía”, pensó Abiel. “Esos dos sujetos que interrogamos… uno le era super leal a Roger hasta el punto de soportar semejante tortura que perpetraron mis hermanos menores. En cambio, el otro… quizás estaba en una situación similar a la de esta mujer. Eso quiere decir que…” - ¡Listo! ¡Ya está! – dijo la enfermera, quien colocó una gasa en la mejilla hinchada de Brett – La próxima ten más cuidado, joven. - Muchas gracias – respondió Brett. - ¡Oh! ¡Eres muy educado para ser un guardia! “¡Oh, no! ¡Por un
Eber y Aaron llegaron al subterráneo, según las indicaciones que Brett les envió en sus dispositivos comunicadores. - ¡Guau! ¡En verdad son útiles estas cosas! – comentó Eber – Cuando nos las confiscaron en nuestro encierro, no teníamos otra opción más que mantenernos juntos y depender de los sirvientes para hacer los recados. - Debió ser duro ese día en que nos esperaron – dijo Aaron, sin evitar sentir pena – Pero admiro cómo lo sobrellevaron. Especialmente Brett. No lo recordaba así de osado. - Brett ya no es el niño de antes – dijo Eber – Durante estos diez años de estadía en el país, logró curar su tartamudeo. Si bien todavía le sale cuando se pone muy nervioso o le habla una mujer que no sea una sirvienta, pues debo decir que ha mejorado. Pero cuando se tomó en serio el papel de esposo principal y hermano mayor, se esforzó por protegernos, mantener nuestra dignidad intacta y hacerse respetar. Aunque… Eber hizo una pausa, frunció el ceño y, con los puños cerrados, dijo: - ¡To
Abiel, quien vigilaba que no pasaran más guardias para poder salir, recibió un mensaje de Aaron, diciéndole: Nos han capturado. Uno de los guardias me reconoció y se lo informó a Roger. Bajo ningún pretexto salgan, aún si los amenazan. - ¡Demonios! – bramó Abiel. - ¿Qué pasa? – preguntaron Rhiaim y Brett. - ¡Roger capturó a Eber y Aaron! – lamentó Abiel – Seguro les atraparon guardias armados con rifles. No importa qué tan fuertes sean, nunca subestimarían a un contrincante armado con armas de fuego. En eso, escucharon la voz de Roger en altavoz, que decía: - DUQUE RHIAIM, LE AVISO QUE RECIBIÓ VISITAS DE UNO DE SUS QUERIDOS HERMANOS. SI NO QUIERES QUE SUFRA CON SU SUBORDINADO, SAL DE TU ESCONDITE Y BAJA AL SUBTERRÁNEO. Los tres hermanos y la joven, que quedaron encerrados en el galpón, mantuvieron silencio. Sus mentes comenzaron a trabajar a mil por hora, como buscando una buena solución a su apuro. En eso, Brett rompió el silencio diciendo: - Ojalá golpeen a Aaron, ya que yo
Poco a poco, los guardias que fueron trasladados a planta baja por Brett fueron capturados por los escoltas y soldados que consiguieron infiltrarse ahí. Los limpiadores, médicos, enfermeros y personal en general, fueron acorralados. Ante el temor de la presencia de la corona de ambos reinos, dijeron todo lo que sabían sobre Roger y su mecanismo de reclusión para que nunca nadie se animase a traicionarlo. Y es que, en su mayoría, los sirvientes provenían de orígenes humildes. Y tras ser reclutados por los sicarios contratados por Roger y su equipo proveniente del “Viejo Mundo”, éste les prometió que no tocaría a sus hijos si se mantenían calmados y seguían sus órdenes. Mientras interrogaban a la gente que trabajaba en la vieja fábrica, el escolta del duque Aaron recibió un mensaje de su señor, que decía: Mi hermano Eber y yo estamos detenidos en el subterráneo. Descuida, no nos harán daño si mantenemos la calma. Por ahora, enfóquense en capturar a Roger y esperen más instrucciones.
- Bienvenido, príncipe Brett – le saludó Roger – Es… una agradable sorpresa verlo aquí. Antes de que Brett dijera algo o hiciese algún movimiento, la puerta se cerró a sus espaldas y un par de guardias lo apuntaron con sus rifles, en la cabeza. El joven príncipe mantuvo la calma, ya que presintió que algo así pasaría. Roger no se arriesgaría a quedarse solo sabiendo que los duques Abiel y Aaron se encontraban merodeando por el lugar. Tras eso, Roger ensanchó una amplia sonrisa maliciosa. Se sentó en una silla e indicó a los guardias: - Atrápenlo y átenlo. Los guardias tomaron a Brett de los brazos y le hicieron sentarse en otra silla. Uno amarró sus manos por la espalda y, otro, ató sus pies por las patas delanteras. Una vez inmovilizado, Roger lo contempló por unos momentos y le dijo: - Fuiste muy tonto al venir hasta aquí, solo. ¿De verdad pensaste que podrías capturarme por mi cuenta? Pero bueno, mejor para mí. Te usaré de cebo para atraer al duque Rhiaim. Ya que no conseguí