- Ahora que hago memoria: Abiel siempre fue débil ante la gentileza y encanto de Brett. ¡Aaah! ¡Lo había olvidado! ¡Debí ser yo quien lo mantuviese a mi lado! – se lamentó Aaron, llevándose una mano en la frente. - En ese caso, debemos salir de aquí – dijo Eber – no sabemos en qué situación se encuentra Brett. Ambos hermanos miraron a los guardias, que no paraban de apuntarles con sus armas, dispuestos a dispararles en las piernas si hacían cualquier movimiento en falso. En eso, escucharon que alguien golpeaba la puerta. Uno de los guardias abrió y dejó pasar a dos chicas, vestidas de blanco, que les traían refrigerios en un carrito. - Ya llevan mucho tiempo aquí – dijo una de las chicas – pensamos que podrían tener hambre. - También preparamos algo para los rehenes – dijo su compañera - ¡Que lo disfruten! Y se marcharon. Los guardias se acercaron al carrito y comenzaron a comer. Los hermanos siguieron en sus sitios ya que sus captores, aún en su hora del almuerzo, seguían sin
Zlatan y Uziel recibieron a sus hermanos mayores y a la ex reina en el galpón de las espías. Los soldados de la reina Panambi rodearon el lugar para vigilarlos, a la par que les esperaba a que pudieran pasar el día y preparar a los cómplices de Roger para llevarlos de inmediato al palacio y someterlos a sentencia. Rhiaim abrazó a los pequeños y, por primera vez, Uziel no lo rechazó. Esto sorprendió al mayor y, antes de que dijera algo, el pequeño príncipe le dijo: - La… la próxima vez… no te expongas al peligro… por nosotros. ¡Nos tuviste muy preocupados! ¡Y no vuelvas a decir que yo soy el impulsivo! - Está bien, pequeño hermanito – dijo Rhiaim, acariciándole la cabeza – tendré más cuidado para la próxima. Zlatan les mostró los paquetes a sus hermanos, donde tenían los cuerpos descuartizados de Rudy y su compañero de ventas de medicinas falsas. Brett incluyó a los guardias que lo habían secuestrado y dijo: - Espero que nuestra esposa esté satisfecha con estos presentes. Pero com
Mientras Zlatan y Uziel se encargaban de interrogar a los sospechosos, los soldados de la reina aprovecharon para instalar cámaras y micrófonos en el galpón a modo de monitorear sus movimientos. Luego, cuando llegaron los helicópteros con los rehenes, duques, príncipes y Roger, los metieron a todos adentro para que se “pusiesen al día” mientras los vigilaban. Una de las espías de la condesa Yehohanan se ofreció a enviar, vía drones, las grabaciones de las cámaras ocultas a la residencia donde se encontraba Rosa y, así, ella se encargaría de enviar las transmisiones a la reina Panambi. La joven monarca los recibió y transmitió en el salón de reuniones, donde se encontraban reunidos la duquesa Dulce, la condesa Yehohanan, la duquesa Sofía, el barón Orestes y los pocos nobles simpatizantes con la nueva monarca que decidieron apoyarla en la operación rescate. - A pesar de que me aseguraron que traerían ellos mismos a los príncipes junto a mí, sé muy bien que los duques Aaron y Abiel nun
Los nobles y la reina no evitaron palidecer ante la forma en que trataban al criminal más buscado del país. Sin embargo, omitieron cualquier comentario y solo se limitaron a ver la transmisión. - Es cierto. Nuestra esposa puede impresionarse si nos ve cómo jugamos con Roger – dijo Brett – conociéndola, estoy seguro de que instaló algún micrófono o cámara oculta en este recinto mientras estábamos ausentes. - Pero no he visto nadie instalando nada – dijo Zlatan. - Quizás aprovecharon cuando hacían sus interrogatorios para hacerlo – dijo Brett – tú y Uziel son algo… entusiastas con esa clase de cosas, por lo que no son capaces de fijarse lo que pasa a su alrededor mientras torturan al sospechoso. - ¿Pero cómo puedes estar tan seguro? – le preguntó Rhiaim, mientras comenzó a mirar a su alrededor. - Es… solo una corazonada – dijo Brett, encogiéndose de hombros – Por eso debemos tratar de causar una buena impresión a nuestra esposa, mostrarle que somos chicos normales y que para nada t
El equipo de rescate llegó al palacio, siendo recibido por una gran cantidad de espectadores que querían ver a los heroicos príncipes del Este trayendo al sujeto que, por casi un año, secuestró y experimentó con niños de distintos estratos sociales. Brett se conmovió al ver cómo muchas personas les agradecía por todo lo que hicieron. Pero en el fondo se sentía preocupado ya que, tras priorizarse su rescate, muchos detractores de la actual reina lo consideraron su “favorito” y buscarían a toda costa arruinarla, a través de él. Sin embargo, estaba dispuesto a soportarlo si, con eso, ayudaba a los más vulnerables del sistema y protegía a sus aliados con su propia fuerza. La reina Panambi, al verlos llegar triunfantes, abrazó a Brett y Eber y les dio un beso a cada uno. Luego, miró a Brett y le dijo: - Me enteré que desobedeciste a tus hermanos mayores y te expusiste al peligro para “apoyarlos”. ¿Es que siempre tienes que ir al extremo? Brett puso una expresión triste, como si se es
Tras estar un par de minutos charlando de nimiedades, la reina salió de la habitación de Brett y se encontró con Eber, en el pasillo, apoyando su espalda contra la pared. Eber, al verla, se acercó y le preguntó: - ¿Cómo está Brett? - Está algo traumado – respondió Panambi, con una expresión de tristeza – casi volvió a su mutismo, pero logré calmarlo. A pesar de todo, admiro cómo siguió elaborando su proyecto y hasta armado un presupuesto. - Bueno, necesitaba distraerse con algo – dijo Eber, encogiéndose de hombros – también se ofreció a orientarme en mi propio presupuesto ya que soy malo con los cálculos. Ja ja ja. - Sí. A ti, con más razón, tendré que controlar tus ingresos – dijo Panambi, mirándolo fijamente - ¡Siempre gastas en tonterías! - Bueno, el tinte de cabello no es permanente – se excusó Eber – pero ya Brett me dio la “charlita” sobre responsabilidad financiera. Ni modo, necesitaré tanto su apoyo como el tuyo, querida esposa. - Bien, hablaremos de eso más tarde. Ahor
Al día siguiente, el castigo de Brett fue levantado para despedirse de sus hermanos mayores. Pero debido al estrés que sufrió en los últimos días, prefirió pasar más tiempo en su dormitorio que en cualquier otro lugar. Aún así accedió a ver a Aaron y Abiel antes de que éstos se marcharan. Como siempre, los dos duques no pararon de abrazarlo y decirle cosas como: - ¡Oh, Brett! ¡Te vamos a extrañar! - ¡Nos alegra que hayas crecido saludable! - ¡No preocupes a tu esposa ni a tus hermanos! - ¡Si pudiéramos, te llevaríamos con nosotros y te encerraríamos en una cajita para protegerte del peligro! - Mejor no – murmuró Brett, con una expresión incómoda - ¿Ya me pueden soltar? Es… vergonzoso. Como respuesta, los duques afirmaron más sus abrazos. Los escoltas de los duques trasladaban a Roger, quien aún seguía atado, amordazado y con los ojos vendados. En eso, Eber lo señaló y dijo: - ¡Guau! ¡No huele tan mal como cuando estaba en ese galpón! - Lo mandamos a limpiar – explicó Abiel –
Poco después, fueron a la sala de reuniones donde se oficiaría la triple ceremonia. Ahí, ya estaba un juez y un embajador del reino del Este que fue convocado para gestionar la renuncia de título de Uziel. Zlatan ya estaba ahí, vestido con un conjunto negro y una pechera circular dorada que solían lucir los nobles de la nación del Sur. Eso le sorprendió a Brett y Eber ya que su hermano de lentes iba siempre vestido con las túnicas típicas de su reino. Uziel, por su parte, lucía una camisola roja y pantalones negros bastantes desprolijos, alejándose así de su identidad de príncipe. La reina Panambi estaba con un vestido negro, algo impropio de ella porque casi siempre usaba uno blanco. La duquesa Dulce lucía un largo vestido rosado de mangas abultadas. Cerca de la duquesa estaban Rhiaim y Yehohanan. El duque lucía una túnica rojo oscuro y la condesa llevaba un vestido blanco y vincha de plumas coloridas. El juez se colocó delante del atril y, abriendo su documento, dijo: - Estoy aqu