En eso, miró fijamente a sus escoltas provisionales, con unos ojos tan fríos que les hicieron recordar a la mirada pérfida de la reina Jucanda. Y les dijo con una voz llena de rencor: - Aunque sea un rehén, haré todo lo que esté a mi alcance para sobrellevar la situación. No necesito que me protejan, solo que me respeten y eviten que estos intrépidos guardias abusen de su poder contra los sirvientes que nos juraron lealtad y las damas personales de mis hermanitos. Si notan algo, avísenme de inmediato y me encargaré personalmente. ¿Entendido? - Si, su majestad – dijo Van – pero si algo le pasa… - Un monstruo como yo no necesita que lo protejan – dijo Brett, con una expresión fría – herí a mi esposa y me burlé de ella en más de una ocasión. He matado, ¿saben? Y no me temblará la mano ante nadie jamás. Con todo eso, ¿todavía están dispuestos a cuidarme? - Lo hacemos porque nos ayudó, majestad – dijo Rojo – no nos ha despedido y hasta diste oportunidad a nuestros amigos Tim y Sam para
La secretaria estaba explicándole a Panambi sobre la tensión que gran parte del personal del palacio sentía hacia los príncipes, luego de que éstos fuesen humillados y castigados. Recordó que la duquesa Dulce se lo había advertido: más de uno aprovecharía la situación para acusarlos de cualquier cosa y, así, dar motivo para aumentar sus amonestaciones. Pero gracias a que mandó instalar el doble de cámaras de seguridad que tenían anteriormente en el palacio, pudo detectar a los guardias y sirvientes intrépidos y, de inmediato, los mandó a pasar la noche en las celdas por “intentar dañar a sus esposos”. Y aquellos que les prometieron respaldarlos dando falsos testimonios, terminaron por sincerarse ante el temor de ser ajusticiados. - ¡Casi no lo reconozco! – comentó la secretaria, quien también quedó a mirar las cámaras – el príncipe Brett parecía ser tan calmado y dócil antes… - Solo fingía serlo – dijo lady Queral – la ex reina Aurora comentó hace tiempo, que el príncipe Brett es c
La habitación de la reina era mucho mas amplia y espaciosa que la de los príncipes. Su cama era el doble del tamaño y, también, tenía un enorme armario que llegaba hasta el techo. Pero, a un extremo, encontraron una mesita circular con tres sillas, tres tazas y una jarra de té. En esos momentos, Panambi vestía un sencillo camisón celeste y su cara lucía muy demacrada. Aún así, tuvo el cuidado de retocar su maquillaje para ocultar las enormes ojeras de su rostro. - Buenas noches, queridos esposos – le saludó la reina – pensé que ignorarían mi invitación. - Aún cuando estemos enfadados, seguiremos cuidando de usted, querida esposa – le dijo Brett. - Es la primera vez que nos llama por cuenta propia – dijo Eber - ¿Sucede algo, esposa nuestra? - Solo quiero pasar el tiempo con ustedes – respondió la reina, dirigiéndose a la mesa – y aclarar algunos malentendidos que surgieron tras los últimos sucesos. ¿Qué esperan? ¡Siéntense! Los dos príncipes se sentaron y la misma reina les sirvi
El palacio contaba con un helipuerto que habían construido desde hace tiempo para recibir la visita de nobles e invitados especiales provenientes de los reinos vecinos. Y, durante el transcurso de la mañana, un helicóptero proveniente del reino del Este aterrizó en él. De inmediato, los guardias reales de la reina formaron una hilera, para darles la bienvenida como nobles extranjeros. - ¡Guau! ¡Qué gran comitiva! – exclamó Abiel, viendo por la ventana. - ¡Contrólate, hermanito! – le dijo Aaron – Recuerda que ahora venimos en calidad de nobles. ¡No olvides la etiqueta! Ambos duques bajaron, acompañados de sus escoltas personales. Y, por los aires, bajaron en paracaídas otros cinco soldados que conformaban parte de su pequeño ejército. Los soldados de la reina del Sur no evitaron asombrarse por el gran espectáculo que ofrecieron los visitantes del reino del Este. Luego de eso, fueron conducidos hasta el trono, donde les esperaba la reina Panambi. Los duques se asombraron por la sing
Tras el peculiar reencuentro de hermanos, todos fueron a la oficina de la reina y analizaron el mapa de la Nación del Sur, donde marcaron las localidades intervenidas por los príncipes. En eso, Brett señaló hacia la zona del galpón y dijo: - Fue aquí donde nuestro hermano mayor y la ex reina desaparecieron. No hemos podido inspeccionarlo mejor porque fuimos detenidos por nuestra controladora esposa – al decir esto, miró a la reina Panambi que lo fulminó con la mirada y no evitó sonreír por su reacción. - No veo que haya calles alternas a la ruta principal – dijo Aaron – si bien es una zona bastante espaciosa como para que los vehículos puedan transitarlos… - Sospechamos que usaron rutas subterráneas para llevarlos hacia los pueblos antimonárquicos – dijo Zlatan, mientras les mostraba un libro que incluía la lista de pueblos, ciudades y ducados del país – hace poco tiempo pillamos que la mayoría de los criminales se valen del subterráneo para llevar a cabo sus actividades delictivas
Debido a unos acuerdos que querían llegar antes de iniciar con la misión, la reina Panambi se reunió con los duques Aaron y Abiel en su oficina, a solas, y mandó a los príncipes a que se retirasen. Los cuatro se dirigieron al patio y, como siempre, se sentaron en círculo bajo la copa del naranjo. Uziel no paraba de rezongar por lo sucedido durante su charla. - ¡No sabía que eran tan pesados! ¡Ahora entiendo el porqué Brett no los aguanta! ¡Nuestro hermano Rhiaim por lo menos me dejaba salir donde quisiera! - Pues yo estoy más molesto con nuestra esposa – dijo Eber, cruzándose de brazos - ¡Otra vez nos hizo a un lado! ¿Es porque somos príncipes? - Ella quiere que nos enfoquemos en esta misión – dijo Brett – o, al menos, esa fue la excusa que dio para que no protestemos – el joven príncipe dio un largo suspiro y continuó – Y luego la gente envidia nuestra posición solo porque somos ricos. ¡Si supieran que no nos dejan hacer casi nada! - Yo creo que deberías ser rey – se le escapó d
Zlatan fue a la biblioteca para devolver el libro que sacó el día anterior, cuando los guardias le persiguieron. Pero, al contrario que la otra vez, éstos lo dejaron pasar y hasta inclinaron sus cabezas en señal de saludo, respetando su etiqueta. “Me pregunto qué castigo habrán recibido”, pensó Zlatan. “¿O será por efecto de mi hermano mayor?” Cuando fue recibido por la bibliotecaria, el príncipe de los lentes le entregó el libro y le dijo: - Disculpa por haberlo sacado sin avisarle. - No tiene que disculparse, majestad – le dijo la bibliotecaria – entiendo su situación. Aunque… admito que me causó gracia cuando usted se aferró al libro, como un niño encaprichado por un juguete. - Ese no soy yo. No sé qué me pasó. - Usted ama los libros, ¿no es así, majestad? ¡Ojalá tenga más visitantes así! Por eso, le esperaré siempre en este lugar. Si esos guardias vuelven a molestarlo o impedirle el paso, yo misma se lo informaré a la reina Panambi para que los castiguen. ¡Usted es un prínci
- ¿Cómo está el duque? - Está extrañamente tranquilo, señor. Al igual que la ex reina - ¡Uf! ¡Al fin esos sedantes hicieron efecto! Aunque… Roger todavía recordaba cuando le trajeron al duque y a la ex reina en su guarida. Si bien ellos acordaron cooperar siempre y cuando no tocaran a sus seres queridos, al menos Rhiaim demostró que tenía una alta resistencia a los fármacos y sedantes que le suministró para mantenerlo dormido. Y en cuanto a Aurora, la vio inspeccionando el lugar con mucho detenimiento, como si estuviese buscando cualquier oportunidad para escapar. - Señor, les hemos sacado sus dispositivos comunicadores, sus armas, armaduras y otros objetos que portaban encima – le dijo su subordinado – Y como estamos cerca de un pueblo antimonárquico, no se arriesgarían a escapar siendo sus caras muy conocidas por esos lares. No importa qué tan fuerte sean, siguen siendo humanos. - Sí. Son humanos que, posiblemente, posean en sus cuerpos el secreto de la eterna juventud – dijo R