Roger había visitado una de las guaridas que aún no había sido descubierta por los príncipes. Ahí se encontró con Rudy y Azul, quienes mantenían cautivos a cinco niños recién capturados. Todos estaban atados y amordazados, sus ojos reflejaban el terror y la incertidumbre de su propio destino.- Esta vez nos hemos asegurado de que fuesen plebeyos – le dijo Rudy a Roger – Así, nadie se molestará en buscarlos.- Manténgalos así mientras preparo mi equipo – indicó Roger. Luego, miró a Azul y, con una señal, le dijo – sígueme.Azul obedeció. Roger la llevó a un cuarto oscuro, donde había una mesa repleta de jeringas, sondas, trapos y tubos de ensayo.Cuando la mujer se dispuso a ordenarlo todo, Roger se sentó en su silla y lanzó un largo suspiro. Ella se detuvo y estuvo a punto de preguntarle si se sentía bien, cuando el hombre le dijo:- ¿Sabes? En mi tribu existía una leyenda sobre este continente. Mis padres me contaron que Tellus era un mundo gobernado por mujeres, quienes lograron hal
- Mi esposa se está tardando. Eber se pasó varias horas preparándose para su noche con la reina. Retocó el tinte de su cabello, adquiriendo así un tono más rojizo y brillante. Y, con ayuda de un par de sirvientes, se exfolió la piel con pócimas especiales para tenerla bien suave y tersa. Cuando llegó la noche, se vistió con su pijama y se acostó en la cama, pensando en muchas cosas para poder distraerse. Y ya cerca de las once de la noche, escuchó que alguien golpeaba la puerta. - Adelante La reina entró. Eber se sentó en la cama y, al verla con unas profundas ojeras acompañada de unas manos manchadas con tinta, se tapó de inmediato la boca para evitar hacer cualquier comentario indebido. Sin embargo, Panambi debió percatarse de cómo lucía porque, de inmediato, mostró una sonrisa incómoda y dijo: - Lo siento, querido esposo. No tuve tiempo de prepararme. En cambio, tú… - Ha de ser agotador ser una reina – dijo de inmediato Eber – no es necesario que se preocupe por eso. Para mí,
El duque Rhiaim envió un mensaje a su madre, diciendo que tenía algo importante que preguntarle. Inesperadamente, ella lo llamó al instante, así es que activó su comunicador y vio su rostro proyectado en él. - ¿Qué tal, querido hijo? – le saludó la reina Jucanda – No sueles escribirme a menudo. ¡Casi te olvidas que tienes una madre! - Estuve algo ocupado, ya sabes. Esto de ser duque es agotador – dijo Rhiaim – pero dejemos esta charla ya que quiero hablarle de algo que puede afectarte. - ¿Afectarme? ¿Acaso mi vida está amenazada de nuevo? - ¡No es eso! En realidad… quería saber si, durante los últimos diez años de tu reinado, recibiste una carta escrita por un tal Roger que habla sobre la eterna juventud. - ¿Eterna juventud? - Sí – Rhiaim hizo una larga pausa. No quería darle tantas explicaciones, así es que intentó sintetizarlo – Hay un criminal que secuestra niños y les extrae la sangre. Descubrimos que contactó con las cuatro reinas para que le financiaran su proyecto y neces
Cuando se cortó la comunicación, el corazón de Brett comenzó a latir con intensidad. El saber que sería joven por siempre le embargaba de muchos sentimientos contradictorios. A lo largo de su vida, consideró que su belleza era una maldición. Pero tras los últimos sucesos y la forma en que su esposa admiró su cuerpo, supuso que podría usarlo como un arma para enfrentar a sus enemigos y hacer que éstos bajaran la guardia al instante. “No puedo persuadir a mi esposa con solo mi cuerpo, ella es bastante inteligente para caer en eso. Tanto mi madre como Eber la subestiman, pero no se han percatado de que hace falta más que un simple galanteo para que nos deje tener el control en la relación. Por otro lado… muchos de mis contrincantes me subestiman por mi apariencia frágil. Si con eso puedo proteger a mis hermanitos, estoy dispuesto a usarlo a mi favor”. Mientras estaba en su debate interno, recibió el informe escaneado que Roger le envió a la reina Jucanda. Así es que lo imprimió y, de i
A diferencia de sus hermanos mayores, Zlatan no recurrió a los sirvientes para una preparación previa de su encuentro nocturno con la reina. Solo se bañó como de costumbre y procuró usar bastante gel para tener un cabello presentable. Sin embargo, antes de colocarse su pijama, se miró el cuerpo desnudo en el espejo. Le había pedido a Panambi que no lo tocara y seguía firme en su postura. Pero si ella decidía cambiar de opinión, entonces no tendría otra opción más que ceder. “Ahora soy su esposo”, pensó Zlatan. “Debo complacerla en lo que pueda. Pero… ¿Qué hay de mí? ¿Acaso hay algo de malo en oponerme cuando llegue el momento? ¿Seré castigado si me resisto?” El miedo le hizo vestirse de inmediato para cubrir su desnudez. Incluso, se colocó una bata encima para que no se viera ni un atisbo de su piel. - Aún si soy un hombre, no tengo ese “instinto” – se dijo Zlatan, en voz alta – nunca tuve esa clase de deseos… no sé si tenga algo defectuoso. Repentinamente, recordó a la duquesa D
Uziel colocó el dispositivo de juegos para jugar una partida con su hermano. Estuvieron manipulando con unos controles un par de figuras de guerreros que lucían los cabellos parados y se batían a un duelo de puñetazos. Tras una intensa partida, ganó Zlatan. Uziel lanzó un bufido y rezongó: - ¡Ni que fuera divertido! Zlatan dio un suspiro y dijo: - Es en lo único que puedo ganarte. Soy el más débil de los cuatro y apenas sé de defensa personal. Por lo menos debo destacar en algo. - Tú eres el “cerebro” y yo soy el músculo – dijo Uziel – te preferimos como el tragalibros, así es que deja que te sigamos protegiendo mientras nos nutres con tu sabiduría, chico listo. - ¿Y entonces por qué siempre te burlas de mí cuando hablo de libros? – le cuestionó Zlatan. - ¡Porque soy un estúpido adolescente que se burla de todo! – respondió Uziel, agitando los brazos – Y aunque me vuelva adulto, la estupidez no se irá tan rápido. Si no… ¡Fíjate en Eber! ¡Sigue siendo tan idiota como en su adoles
- ¡Compórtate, Uziel! ¡No es digno de un príncipe! El muchacho escuchaba esa frase una y otra vez hasta el hartazgo. Pero, para él, su título no tenia ningún significado ya que pasó gran parte de su vida fuera de un palacio. “Al contrario que mis hermanos mayores, yo nunca recibí una educación estricta de príncipe”, pensó Uziel, mientras estudiaba en su habitación unas horas antes de su encuentro con la reina. “Durante mi infancia, me llevaba mejor con los niños plebeyos que con los hijos de los nobles y burgueses. Por eso me es más cómodo salir a pasear sin una escolta que cuide mi espalda” Tras un breve reposo, la reina se recuperó y pudo retornar a su trabajo habitual. Pero, esta vez, Brett y Eber la acompañaron para gestionar los documentos. Consideraron que así, Panambi no tendría sobrecarga de trabajos ni volvería a desmayarse del cansancio. En el fondo, el muchacho se sentía ansioso. Y es que, aún siendo un rebelde sin causa, nunca tuvo una aventura amorosa como lo tuvo Ebe
Tras el silencio, Uziel le dijo: - Aún si soy un rebelde y obstinado, sé bien cuál es mi lugar. Por eso, no me resistiré si quieres besarme… o algo más. Es eso lo que me hace un digno príncipe, ¿cierto? Panambi se acercó al muchacho y lo tomó del mentón. Uziel cerró los ojos y apretó los labios, mientras sus hombros temblaban. Aún si no lo decía abiertamente, no le gustaba la idea de llegar a ese punto de la relación. “Esta vez actuaré de otra forma”, se dijo Panambi. “Los adolescentes confían más en los adultos que acceden a escucharlos y respetarles su espacio personal. Quizás así logre detenerlo a mi lado, y más si de los hermanos, es el menos leal a su madre y patria”. - Lo de Zlatan me abrió los ojos. Si bien son mis esposos, eso no quiere decir que pueda aprovecharme de ustedes – dijo Panambi – Por eso, Uziel, quiero que seas sincero y respondas a mi pregunta: ¿Quieres que te bese? Uziel abrió los ojos ante la declaración de su esposa. Al final, respondió con un rotundo: -