Los cuatro hermanos se encontraban en el campo de entrenamiento, debido a que los últimos acontecimientos les hicieron ver que en verdad les tocaría pelear contra sujetos muy rudos y fuertes. Por suerte, la reina mandó instalar una sección de prueba de armas de fuego, donde podrían practicar disparos y aprender a esquivar las balas que podrían acertarles en sus cuerpos. - No me gustan estas cosas – refunfuñó Brett, mientras sostenía su pistola de prácticas – Nunca las usé y pude defenderme bien hasta ahora. - Aún así, es necesario aprender a usarlas – dijo Eber – Debido a que se instauró el libre mercado, se han comercializado las armas de fuego en los distintos estratos de la sociedad. Sí o sí tendremos que saber lidiar con bandidos que las usen. Espero que la reina pueda hacer algo al respecto para evitar que llegue a mano de más grupos criminales o gente demente. Uziel y Zlatan, por su parte, decidieron entrenar con espadas de madera, simulando un duelo. Tras unos minutos, Zlata
Panambi le abrió la bata y la deslizó por sobre sus hombros, llegando hasta los brazos y arrojando la parte superior al suelo. Brett también llevaba un par de pantalones sujetados por una correa. La joven monarca estiró el cinto hasta aflojar los pantalones, haciendo que se deslizara por sus piernas y dejándolo, así, en ropa interior. - Ahora es tu turno. Panambi le dio la espalda, ya que el vestido que llevaba se desprendía por atrás. Las manos de Brett temblaron, pero se propuso ser valiente y, con delicadeza, le bajó el cierre hasta descubrir su espalda. luego, lo abrió y deslizó el vestido hacia sus costados, dejándola también en ropa interior. Cuando estuvo a punto de tocar sus sostenes, se detuvo y le dijo: - L… lo siento. No sé cómo sacar una prenda femenina. La reina se rió ante la aparente inocencia de Brett. Así es que, colocando el vestido a un costado, dio medio vuelta y tomó las manos de su esposo, estirándolo hasta la cama. - Todavía no terminé de desvestirte – le
El día de la reunión del Consejo llegó y, a pesar de la oposición de muchos miembros de la Corte, los esposos de la reina también asistieron y se sentaron junto a ella. Panambi se encontraba en su trono, a su lado derecho se sentaron Brett y Zlatan mientras que, a su lado izquierdo, se sentaron Eber y Uziel. Los pocos que si se mostraron favorables ante la presencia de los príncipes fueron el barón Orestes, la duquesa Dulce, la duquesa Sofía y la condesa Yehohanan. Esta última todavía cumplía sus funciones de espías, por lo que asistía a estas reuniones para dar su informe sobre los pueblos antimonárquicos y sus últimos movimientos registrados hasta la fecha. Por su parte, la reina tenía a mano los informes de sus esposos más la lista de aquellos que manifestaron su oposición al nuevo régimen durante la fiesta de disfraces. Sin embargo, dicha lista lo revelaría casi al final de la reunión, ya que quería analizar en el acto las posturas de esos nobles que, ante cualquier signo de hos
En eso, le tocó el turno a Eber, quien dio su informe sobre la operación rescate que organizó en una cueva del ducado de Celeste. En eso, alegó: - Los niños necesitan de una mejor protección. También, es importante inspeccionar esas rutas ya que tengo la sospecha de que son perfectos escondites para gente de mala calaña. Mi propuesta se complementa con la de mi hermano mayor Brett solo que, en mi caso, quiero enfatizar en el registro de esas rutas subterráneas y en la creación de leyes que realmente protejan a los niños y niñas del maltrato y la violencia. ¿Hay alguien que quiera objetar? Eber dirigió su mirada a los opositores, mostrando sus ojos fríos intimidantes. Como muchos lo consideraban el más agresivo de los hermanos, esta vez nadie se atrevió a contrariarlo por temor a perder sus vidas. Cuando le llegó el turno de Zlatan, éste apoyó sus papeles, se ajustó los lentes y dijo: - Mi iniciativa contempla la creación de centros educativos para todos los estratos sociales, así
Roger había visitado una de las guaridas que aún no había sido descubierta por los príncipes. Ahí se encontró con Rudy y Azul, quienes mantenían cautivos a cinco niños recién capturados. Todos estaban atados y amordazados, sus ojos reflejaban el terror y la incertidumbre de su propio destino.- Esta vez nos hemos asegurado de que fuesen plebeyos – le dijo Rudy a Roger – Así, nadie se molestará en buscarlos.- Manténgalos así mientras preparo mi equipo – indicó Roger. Luego, miró a Azul y, con una señal, le dijo – sígueme.Azul obedeció. Roger la llevó a un cuarto oscuro, donde había una mesa repleta de jeringas, sondas, trapos y tubos de ensayo.Cuando la mujer se dispuso a ordenarlo todo, Roger se sentó en su silla y lanzó un largo suspiro. Ella se detuvo y estuvo a punto de preguntarle si se sentía bien, cuando el hombre le dijo:- ¿Sabes? En mi tribu existía una leyenda sobre este continente. Mis padres me contaron que Tellus era un mundo gobernado por mujeres, quienes lograron hal
- Mi esposa se está tardando. Eber se pasó varias horas preparándose para su noche con la reina. Retocó el tinte de su cabello, adquiriendo así un tono más rojizo y brillante. Y, con ayuda de un par de sirvientes, se exfolió la piel con pócimas especiales para tenerla bien suave y tersa. Cuando llegó la noche, se vistió con su pijama y se acostó en la cama, pensando en muchas cosas para poder distraerse. Y ya cerca de las once de la noche, escuchó que alguien golpeaba la puerta. - Adelante La reina entró. Eber se sentó en la cama y, al verla con unas profundas ojeras acompañada de unas manos manchadas con tinta, se tapó de inmediato la boca para evitar hacer cualquier comentario indebido. Sin embargo, Panambi debió percatarse de cómo lucía porque, de inmediato, mostró una sonrisa incómoda y dijo: - Lo siento, querido esposo. No tuve tiempo de prepararme. En cambio, tú… - Ha de ser agotador ser una reina – dijo de inmediato Eber – no es necesario que se preocupe por eso. Para mí,
El duque Rhiaim envió un mensaje a su madre, diciendo que tenía algo importante que preguntarle. Inesperadamente, ella lo llamó al instante, así es que activó su comunicador y vio su rostro proyectado en él. - ¿Qué tal, querido hijo? – le saludó la reina Jucanda – No sueles escribirme a menudo. ¡Casi te olvidas que tienes una madre! - Estuve algo ocupado, ya sabes. Esto de ser duque es agotador – dijo Rhiaim – pero dejemos esta charla ya que quiero hablarle de algo que puede afectarte. - ¿Afectarme? ¿Acaso mi vida está amenazada de nuevo? - ¡No es eso! En realidad… quería saber si, durante los últimos diez años de tu reinado, recibiste una carta escrita por un tal Roger que habla sobre la eterna juventud. - ¿Eterna juventud? - Sí – Rhiaim hizo una larga pausa. No quería darle tantas explicaciones, así es que intentó sintetizarlo – Hay un criminal que secuestra niños y les extrae la sangre. Descubrimos que contactó con las cuatro reinas para que le financiaran su proyecto y neces
Cuando se cortó la comunicación, el corazón de Brett comenzó a latir con intensidad. El saber que sería joven por siempre le embargaba de muchos sentimientos contradictorios. A lo largo de su vida, consideró que su belleza era una maldición. Pero tras los últimos sucesos y la forma en que su esposa admiró su cuerpo, supuso que podría usarlo como un arma para enfrentar a sus enemigos y hacer que éstos bajaran la guardia al instante. “No puedo persuadir a mi esposa con solo mi cuerpo, ella es bastante inteligente para caer en eso. Tanto mi madre como Eber la subestiman, pero no se han percatado de que hace falta más que un simple galanteo para que nos deje tener el control en la relación. Por otro lado… muchos de mis contrincantes me subestiman por mi apariencia frágil. Si con eso puedo proteger a mis hermanitos, estoy dispuesto a usarlo a mi favor”. Mientras estaba en su debate interno, recibió el informe escaneado que Roger le envió a la reina Jucanda. Así es que lo imprimió y, de i