Contrario a lo que esperaban, la reina Panambi los liberó una hora antes del atardecer. Apenas abrió la puerta, corrió directo hacia Brett y le dio un abrazo, diciéndole: - ¡Oh! ¡Lamento tanto todo esto! ¡No debí ser dura con ustedes después de todo lo que pasaron en sus recorridos! Uziel se colocó detrás de Brett, como si temiera a la reina. Pero ella lo descubrió y, de inmediato, se acercó a él diciéndole: - ¡Perdóname, pequeño esposo! Y… ¡Gracias por el bonito collar que compraste para mi en tu viaje! – ante esto, abrazó al muchacho con ternura, haciendo que éste se sintiera incómodo – Te prometo que, cuando llegue nuestra noche de encuentro, te prepararé tu postre favorito. - ¿De verdad? – dijo Uziel, dejando la incomodidad a un lado y luciendo una expresión de entusiasmo. - ¿A qué se debe que nos has perdonado? – intervino Brett. Panambi se separó de Uziel y tomó a Brett del brazo. Luego, los llevó fuera de la habitación y le explicó: - Solo diré que admiro lo unidos que s
Al siguiente día, y por petición de la condesa Yehohanan, la reina Panambi accedió a que los cuatro príncipes fueran a visitar a su hermano mayor en la Capital. El argumento que dio fue que, pronto, tendría que regresar a su ducado para corroborar que las cosas estuviesen en orden ahí. Pero, en realidad, fue que recordó aquello que había encontrado en el palacio de su madre hacia tiempo e intuyó que podría ayudarles a resolver el caso. Todos llegaron a la mansión de la condesa, recordando los viejos tiempos en que vivían ahí y se la pasaban entrenando o estudiando. Tuvieron un almuerzo en el comedor y fue ahí que el príncipe les reveló lo que encontró en la biblioteca central de la Capital, cuando fue ahí junto con Zlatan. - Entramos en el acceso restringido – explicó Rhiaim – Y hallamos un documento muy similar a un libro que leí cuando era chico. - No recuerdo haberlo leído – intervino Zlatan – y eso que me llegué a leer casi la mitad de los libros de la biblioteca del Palacio.
Los cuatro hermanos se encontraban en el campo de entrenamiento, debido a que los últimos acontecimientos les hicieron ver que en verdad les tocaría pelear contra sujetos muy rudos y fuertes. Por suerte, la reina mandó instalar una sección de prueba de armas de fuego, donde podrían practicar disparos y aprender a esquivar las balas que podrían acertarles en sus cuerpos. - No me gustan estas cosas – refunfuñó Brett, mientras sostenía su pistola de prácticas – Nunca las usé y pude defenderme bien hasta ahora. - Aún así, es necesario aprender a usarlas – dijo Eber – Debido a que se instauró el libre mercado, se han comercializado las armas de fuego en los distintos estratos de la sociedad. Sí o sí tendremos que saber lidiar con bandidos que las usen. Espero que la reina pueda hacer algo al respecto para evitar que llegue a mano de más grupos criminales o gente demente. Uziel y Zlatan, por su parte, decidieron entrenar con espadas de madera, simulando un duelo. Tras unos minutos, Zlata
Panambi le abrió la bata y la deslizó por sobre sus hombros, llegando hasta los brazos y arrojando la parte superior al suelo. Brett también llevaba un par de pantalones sujetados por una correa. La joven monarca estiró el cinto hasta aflojar los pantalones, haciendo que se deslizara por sus piernas y dejándolo, así, en ropa interior. - Ahora es tu turno. Panambi le dio la espalda, ya que el vestido que llevaba se desprendía por atrás. Las manos de Brett temblaron, pero se propuso ser valiente y, con delicadeza, le bajó el cierre hasta descubrir su espalda. luego, lo abrió y deslizó el vestido hacia sus costados, dejándola también en ropa interior. Cuando estuvo a punto de tocar sus sostenes, se detuvo y le dijo: - L… lo siento. No sé cómo sacar una prenda femenina. La reina se rió ante la aparente inocencia de Brett. Así es que, colocando el vestido a un costado, dio medio vuelta y tomó las manos de su esposo, estirándolo hasta la cama. - Todavía no terminé de desvestirte – le
El día de la reunión del Consejo llegó y, a pesar de la oposición de muchos miembros de la Corte, los esposos de la reina también asistieron y se sentaron junto a ella. Panambi se encontraba en su trono, a su lado derecho se sentaron Brett y Zlatan mientras que, a su lado izquierdo, se sentaron Eber y Uziel. Los pocos que si se mostraron favorables ante la presencia de los príncipes fueron el barón Orestes, la duquesa Dulce, la duquesa Sofía y la condesa Yehohanan. Esta última todavía cumplía sus funciones de espías, por lo que asistía a estas reuniones para dar su informe sobre los pueblos antimonárquicos y sus últimos movimientos registrados hasta la fecha. Por su parte, la reina tenía a mano los informes de sus esposos más la lista de aquellos que manifestaron su oposición al nuevo régimen durante la fiesta de disfraces. Sin embargo, dicha lista lo revelaría casi al final de la reunión, ya que quería analizar en el acto las posturas de esos nobles que, ante cualquier signo de hos
En eso, le tocó el turno a Eber, quien dio su informe sobre la operación rescate que organizó en una cueva del ducado de Celeste. En eso, alegó: - Los niños necesitan de una mejor protección. También, es importante inspeccionar esas rutas ya que tengo la sospecha de que son perfectos escondites para gente de mala calaña. Mi propuesta se complementa con la de mi hermano mayor Brett solo que, en mi caso, quiero enfatizar en el registro de esas rutas subterráneas y en la creación de leyes que realmente protejan a los niños y niñas del maltrato y la violencia. ¿Hay alguien que quiera objetar? Eber dirigió su mirada a los opositores, mostrando sus ojos fríos intimidantes. Como muchos lo consideraban el más agresivo de los hermanos, esta vez nadie se atrevió a contrariarlo por temor a perder sus vidas. Cuando le llegó el turno de Zlatan, éste apoyó sus papeles, se ajustó los lentes y dijo: - Mi iniciativa contempla la creación de centros educativos para todos los estratos sociales, así
Roger había visitado una de las guaridas que aún no había sido descubierta por los príncipes. Ahí se encontró con Rudy y Azul, quienes mantenían cautivos a cinco niños recién capturados. Todos estaban atados y amordazados, sus ojos reflejaban el terror y la incertidumbre de su propio destino.- Esta vez nos hemos asegurado de que fuesen plebeyos – le dijo Rudy a Roger – Así, nadie se molestará en buscarlos.- Manténgalos así mientras preparo mi equipo – indicó Roger. Luego, miró a Azul y, con una señal, le dijo – sígueme.Azul obedeció. Roger la llevó a un cuarto oscuro, donde había una mesa repleta de jeringas, sondas, trapos y tubos de ensayo.Cuando la mujer se dispuso a ordenarlo todo, Roger se sentó en su silla y lanzó un largo suspiro. Ella se detuvo y estuvo a punto de preguntarle si se sentía bien, cuando el hombre le dijo:- ¿Sabes? En mi tribu existía una leyenda sobre este continente. Mis padres me contaron que Tellus era un mundo gobernado por mujeres, quienes lograron hal
- Mi esposa se está tardando. Eber se pasó varias horas preparándose para su noche con la reina. Retocó el tinte de su cabello, adquiriendo así un tono más rojizo y brillante. Y, con ayuda de un par de sirvientes, se exfolió la piel con pócimas especiales para tenerla bien suave y tersa. Cuando llegó la noche, se vistió con su pijama y se acostó en la cama, pensando en muchas cosas para poder distraerse. Y ya cerca de las once de la noche, escuchó que alguien golpeaba la puerta. - Adelante La reina entró. Eber se sentó en la cama y, al verla con unas profundas ojeras acompañada de unas manos manchadas con tinta, se tapó de inmediato la boca para evitar hacer cualquier comentario indebido. Sin embargo, Panambi debió percatarse de cómo lucía porque, de inmediato, mostró una sonrisa incómoda y dijo: - Lo siento, querido esposo. No tuve tiempo de prepararme. En cambio, tú… - Ha de ser agotador ser una reina – dijo de inmediato Eber – no es necesario que se preocupe por eso. Para mí,