Uno de ellos lo señaló y preguntó:
- ¿No es uno de los esposos de la reina, que vino de visita?
- ¡Sí! ¡Es él! – dijo un segundo, revelando una sonrisa retorcida - ¿Qué pasa? ¿Te perdiste?
- ¡Ven aquí, guapo! – dijo un tercero - ¡Te vamos a cuidar muy bien!
Brett se puso en posición de defensa. Lamentó estar desarmado, pero, aun así, no estaba dispuesto dejar que esos sujetos lo sometieran.
- Por favor, déjenme en paz – les pidió Brett, manteniendo el tono de su voz – Si no…
- ¿Si no, qué? – le desafió el tercer sujeto, tomándolo de la muñeca - ¿Llamarás a tu mami? ¡Ni te nota! Ja ja ja.
Esto rebasó el límite de su paciencia.
El joven príncipe giró y le pateó a un costado, log
La reina Panambi decidió cuidar personalmente de Brett. Mandó preparar una sopa y, mientras el joven dormitaba, ella se encargó de cubrirle la frente con una toalla húmeda para bajarle la fiebre.Cuando Brett abrió los ojos, Panambi lo tomó de la mano y le preguntó:- ¿Cómo te sientes ahora?- Débil – respondió Brett – me duele la cabeza.- Ya traerán la sopa para que puedas comer – explicó Panambi – primero debes alimentarte para tomar la medicina.La cara de Brett se coloreó. Aunque era por efecto de la fiebre, también se sentía avergonzado de ser cuidado por su esposa. Recordó que, de niño, era el más enfermizo y siempre terminaba resfriándose ante cualquier ventisca fresca. Cuando se mudaron a la mansión de la condesa Yehohanan, sus resfríos fueron menos frecuentes y ha
Cuando el oficial se marchó, Panambi decidió contactar con la duquesa Dulce para saber si ya habían llegado con sus esposos adolescentes al ducado de Jade. Por suerte la mujer la atendió enseguida.- Buenos días, Dulce. ¿Qué tal va por ahí?- ¡Majestad! ¡Buenos días! - le respondió la duquesa – ¡Sus esposos son tan encantadores! Uno de inmediato ya se fue a la biblioteca y otro, a recorrer la ciudad.- Ah, ya veo. Me alegra que quieran aprovechar. Solo espero que no se distraigan. Quería saber cómo va el caso de las desapariciones en tu ducado. Aquí, en el ducado de Celeste, estamos en un callejón sin salida.- Bueno, las desapariciones ocurren después de clases – respondió Dulce – aquí, los niños burgueses y plebeyos van al colegio y, cuando termina el horario escolar, suelen ir al parque o al m
Eber, luego de recibir las coordenadas de las grutas, dio un bufido: nunca imaginó que había varias cuevas ocultas en el bosque. En su patrullaje lo acompañaron Van y Rojo a pedido de la reina, ya que creía que lo mejor fuera que Luis y Zafiro permanecieran en la mansión para cuidar de Brett. Por su parte, los antiguos escoltas del joven príncipe se sentían emocionados de, esta vez, cuidar las espaldas del príncipe pelirrojo ya que, según las fuentes, era el hermano más fuerte e intimidante. Y deseaban verlo en acción a toda costa. Tras registrar las coordenadas en un mapa del ducado, Van dijo: - Nos llevará varios días inspeccionarlas todas, majestad. - Si Brett estuviese aquí… - murmuró Eber. Pero enseguida sacudió la cabeza y dijo - ¡No! ¡Siempre dependo de él para todo! Le demostraré que puedo solucionarlo por mi cuenta. - Creí que era al revés – dijo Rojo, alzando una ceja – que era usted quien protegía al príncipe Brett de los abusones. Eber, de inmediato, soltó una carcaj
Caminaron un buen trecho sobre lo que parecía ser un largo pasillo de rocas húmedas. En más de una ocasión, sufrieron de resbalones, por lo que no tuvieron otra opción más que andar con cuidado. De pronto, vieron una luz que provenía de una curvatura. La siguieron y vieron una amplia gruta en donde tenían a una gran cantidad de niños y niñas, encadenados. Tanto Van y Rojo como Eber y los demás soldados quedaron impactados. Los niños se veían en mal estado, algunos parecían que no habían comido por días y todos desprendían un fuerte olor, debido a que hacían sus necesidades en el mismo sitio donde se encontraban inmovilizados. - ¡Qué abominación! – exclamó Eber, tapándose la boca y la nariz al sentir arcadas - ¿Pero qué clase de demonio los tendría en estas condiciones? ¡Hasta los prisioneros tienen más dignidad que estas pobres criaturas! - ¡Cuidado, alteza! Van estiró a Eber, logrando así esquivar un balazo que se dirigió cerca de su cabeza. El príncipe se fijó que, al otro extr
- ¡Me alzó en brazos y corrió por entre la lluvia de rocas! ¡Es el príncipe de los cuentos de hadas! La niña que había sido rescatada por Eber estaba contando su anécdota a sus padres, mientras le atendían la rodilla herida en el hospital. El príncipe, por su parte, vigiló que cada niño estuviese junto a sus padres. También contactó con la reina para que fuera a buscarlo. - Lamento todo esto – le dijo Eber a su esposa – había antenas en la cueva y uno de los bandidos nos lanzó una granada. Tuve que priorizar el rescate de los niños y dejarlos marchar. - Lo importante es que estén a salvo – le dijo Panambi – iremos enseguida a buscarte. Ten paciencia. El oficial a cargo de cuidar el pueblo se acercó a Eber para que éste diera su testimonio de los hechos. Cuando terminó, dio una mirada a la niña quien, en esos momentos, lo saludaba desde lejos con una sonrisa de entusiasmo. - Creo que le gustas, Romeo – comentó el oficial al príncipe. - Es muy joven para mí – respondió Eber, enco
Tras terminar la reunión, la duquesa Dulce se comprometió a seguir investigando sobre el caso en base al testimonio de los niños que consiguieron rescatar. Por su parte, los príncipes regresaron a sus dormitorios para poder descansar y Panambi se quedó en su oficina, ya que debía ponerse al día con todas las gestiones que pospuso durante su viaje. En eso, se acercó su secretaria y le preguntó: - ¿No irá a descansar, su alteza? ¡Se ve agotada! - Tengo que seguir con mis deberes – respondió Panambi – los ciudadanos no querrán que los desatienda por más tiempo. por cierto, ¿hiciste lo que te pedí? - ¡Sí, su alteza! – respondió la secretaria, mostrándole su agenda donde figuraba un calendario semanal – Distribuí los horarios para que pueda pasar la noche con cada esposo, una vez a la semana. Como son cuatro, se me ocurrió hacer días intercalados entre semana para que puedas tener sus noches libres. Iniciaría con Brett en dos días ya que, así, tendrás tiempo de amoldar tu agenda. - ¡P
Cuando Brett despertó, halló una canasta en su ventana. La abrió y la tomó, encontrando ahí bocadillos y bebidas para el desayuno. “Supongo que, durante nuestro encierro, nos darían las comidas por la ventana ya que mi dama personal no tendrá permitido abrir la puerta”, pensó Brett. Miró hacia Uziel, que aún seguía durmiendo, y dio un suspiro de resignación. “Va a ser un largo día”. Además del desayuno, también encontró un mensaje de la reina Panambi, diciendo: Pensé que podrían tener hambre. Calculé para que les alcance a los dos. Espero que lo disfruten. Uziel comenzó a despertarse. Brett estiró el escritorio que tenía en su habitación hacia su cama, distribuyó los bocadillos y le indicó a su hermano: - Desayunemos juntos. Uziel, aún adormilado, se acercó hasta la mesa. Brett estiró un banquito y se sentó al lado opuesto. Mientras comían, el muchacho le preguntó: - ¿Qué haremos luego del desayuno? Si estuviera con Zlatan, seguro jugaríamos algún juego, pero a ti no te gustan
Contrario a lo que esperaban, la reina Panambi los liberó una hora antes del atardecer. Apenas abrió la puerta, corrió directo hacia Brett y le dio un abrazo, diciéndole: - ¡Oh! ¡Lamento tanto todo esto! ¡No debí ser dura con ustedes después de todo lo que pasaron en sus recorridos! Uziel se colocó detrás de Brett, como si temiera a la reina. Pero ella lo descubrió y, de inmediato, se acercó a él diciéndole: - ¡Perdóname, pequeño esposo! Y… ¡Gracias por el bonito collar que compraste para mi en tu viaje! – ante esto, abrazó al muchacho con ternura, haciendo que éste se sintiera incómodo – Te prometo que, cuando llegue nuestra noche de encuentro, te prepararé tu postre favorito. - ¿De verdad? – dijo Uziel, dejando la incomodidad a un lado y luciendo una expresión de entusiasmo. - ¿A qué se debe que nos has perdonado? – intervino Brett. Panambi se separó de Uziel y tomó a Brett del brazo. Luego, los llevó fuera de la habitación y le explicó: - Solo diré que admiro lo unidos que s