“Siempre me he preguntado quién planifico la infraestructura de esta ciudad” pensó el muchacho, sorprendido. “¿A quién se le ocurre levantar una plaza cerca del bosque? ¡Es el nido perfecto para asaltantes y gente de baja calaña! Bueno, no importa. Tengo que verificar que no hayan niños…”
Escuchó un par de risas a lo lejos. Se acercó y se encontró a dos niños plebeyos jugando a la pelota. Por sus estaturas, dedujo que tendrían entre 12 a 13 años, siendo uno de ellos mucho más alto que él.
“¡Lo sabía! ¡Soy tan pequeño que puedo pasarme por uno de ellos fácilmente!” se dijo Uziel. “¿Por qué no aprovechar mi apariencia para dar con los secuestradores? ¡Todavía me parece un buen plan! Si tan solo mis hermanos se dieran cuenta… Además, si no lo hago,
Cuando llegó a la penitenciaría, la mujer fue llevada de inmediato a una celda para ser posteriormente interrogada. Uziel acudió al oficial para hacer su denuncia, mientras los guardias procedieron a atender a los niños tras el prolongado secuestro en el bosque.- ¡Intentaron secuestrarme! – le explicó Uziel al oficial – Pero logré escapar y me encontré a estos niños.- ¿Pero qué hacía en el bosque solo, su alteza? – le preguntó el oficial - ¿No debería estar en el castillo, con la duquesa?- Lo que hacía en el bosque no le incumbe, ¿ok? – le respondió Uziel, mostrándole una mirada fría.- Se está comportando de forma muy altanera, majestad – dijo el oficial, sin poder ocultar el disgusto que sentía por el pequeño príncipe - ¿Es que ahora que se cas
Mientras surgía los acontecimientos en el ducado de Jade, Brett y Eber viajaron con Panambi y Sofía hacia el ducado de Celeste. El vehículo estaba hecho con vidrios blindados, capaces de repeler las balas. Y debido al atentado que casi sufrió la reina en el pueblo Verde, esta vez iban acompañados por un pequeño ejército de soldados, comandados por el capitán real, montados en potentes motonetas capaces de resistir largos trayectos en ruta.Eber se sentía emocionado como un niño. No paraba de señalar el paisaje una y otra vez, lanzando sus comentarios:- ¡Miren! ¡Que choza encantadora! ¡Y qué verdes son los árboles! ¡Hasta el cielo es de azul intenso!- Según tengo entendido, el ducado de Celeste conformaba parte de la colonia del Oeste – dijo Brett, mirando el mapa – Era uno de los pueblos fronterizos más atacados por los s
A la mañana siguiente, Brett decidió realizar su inspección. Eber quiso acompañarlo, pero el joven príncipe se negó diciéndole:- No querrás que nuestra esposa se quede sola. ¿O sí? Además, me acompañarán los caballeros Luis y Zafiro, así es que estaré bien.- ¿Es por lo que te dije ayer? – preguntó Eber.Brett no respondió a su pregunta. En su lugar, le dio un par de palmadas en el hombro y, con una media sonrisa, le dijo:- Que sea el esposo oficial de la reina no me hace ser su verdadero amor. Aprovecha mi ausencia para enamorarla y, quizás, prefiera otorgarte el rol de esposo favorito.- ¿Estás seguro, Brett? – preguntó Eber, mirándolo seriamente.- Nunca antes estuve seguro en toda mi vida.Eber tragó saliva. Aunque estaba dispuesto a todo para llamar l
Uno de ellos lo señaló y preguntó:- ¿No es uno de los esposos de la reina, que vino de visita?- ¡Sí! ¡Es él! – dijo un segundo, revelando una sonrisa retorcida - ¿Qué pasa? ¿Te perdiste?- ¡Ven aquí, guapo! – dijo un tercero - ¡Te vamos a cuidar muy bien!Brett se puso en posición de defensa. Lamentó estar desarmado, pero, aun así, no estaba dispuesto dejar que esos sujetos lo sometieran.- Por favor, déjenme en paz – les pidió Brett, manteniendo el tono de su voz – Si no…- ¿Si no, qué? – le desafió el tercer sujeto, tomándolo de la muñeca - ¿Llamarás a tu mami? ¡Ni te nota! Ja ja ja.Esto rebasó el límite de su paciencia.El joven príncipe giró y le pateó a un costado, log
La reina Panambi decidió cuidar personalmente de Brett. Mandó preparar una sopa y, mientras el joven dormitaba, ella se encargó de cubrirle la frente con una toalla húmeda para bajarle la fiebre.Cuando Brett abrió los ojos, Panambi lo tomó de la mano y le preguntó:- ¿Cómo te sientes ahora?- Débil – respondió Brett – me duele la cabeza.- Ya traerán la sopa para que puedas comer – explicó Panambi – primero debes alimentarte para tomar la medicina.La cara de Brett se coloreó. Aunque era por efecto de la fiebre, también se sentía avergonzado de ser cuidado por su esposa. Recordó que, de niño, era el más enfermizo y siempre terminaba resfriándose ante cualquier ventisca fresca. Cuando se mudaron a la mansión de la condesa Yehohanan, sus resfríos fueron menos frecuentes y ha
Cuando el oficial se marchó, Panambi decidió contactar con la duquesa Dulce para saber si ya habían llegado con sus esposos adolescentes al ducado de Jade. Por suerte la mujer la atendió enseguida.- Buenos días, Dulce. ¿Qué tal va por ahí?- ¡Majestad! ¡Buenos días! - le respondió la duquesa – ¡Sus esposos son tan encantadores! Uno de inmediato ya se fue a la biblioteca y otro, a recorrer la ciudad.- Ah, ya veo. Me alegra que quieran aprovechar. Solo espero que no se distraigan. Quería saber cómo va el caso de las desapariciones en tu ducado. Aquí, en el ducado de Celeste, estamos en un callejón sin salida.- Bueno, las desapariciones ocurren después de clases – respondió Dulce – aquí, los niños burgueses y plebeyos van al colegio y, cuando termina el horario escolar, suelen ir al parque o al m
Eber, luego de recibir las coordenadas de las grutas, dio un bufido: nunca imaginó que había varias cuevas ocultas en el bosque. En su patrullaje lo acompañaron Van y Rojo a pedido de la reina, ya que creía que lo mejor fuera que Luis y Zafiro permanecieran en la mansión para cuidar de Brett. Por su parte, los antiguos escoltas del joven príncipe se sentían emocionados de, esta vez, cuidar las espaldas del príncipe pelirrojo ya que, según las fuentes, era el hermano más fuerte e intimidante. Y deseaban verlo en acción a toda costa. Tras registrar las coordenadas en un mapa del ducado, Van dijo: - Nos llevará varios días inspeccionarlas todas, majestad. - Si Brett estuviese aquí… - murmuró Eber. Pero enseguida sacudió la cabeza y dijo - ¡No! ¡Siempre dependo de él para todo! Le demostraré que puedo solucionarlo por mi cuenta. - Creí que era al revés – dijo Rojo, alzando una ceja – que era usted quien protegía al príncipe Brett de los abusones. Eber, de inmediato, soltó una carcaj
Caminaron un buen trecho sobre lo que parecía ser un largo pasillo de rocas húmedas. En más de una ocasión, sufrieron de resbalones, por lo que no tuvieron otra opción más que andar con cuidado. De pronto, vieron una luz que provenía de una curvatura. La siguieron y vieron una amplia gruta en donde tenían a una gran cantidad de niños y niñas, encadenados. Tanto Van y Rojo como Eber y los demás soldados quedaron impactados. Los niños se veían en mal estado, algunos parecían que no habían comido por días y todos desprendían un fuerte olor, debido a que hacían sus necesidades en el mismo sitio donde se encontraban inmovilizados. - ¡Qué abominación! – exclamó Eber, tapándose la boca y la nariz al sentir arcadas - ¿Pero qué clase de demonio los tendría en estas condiciones? ¡Hasta los prisioneros tienen más dignidad que estas pobres criaturas! - ¡Cuidado, alteza! Van estiró a Eber, logrando así esquivar un balazo que se dirigió cerca de su cabeza. El príncipe se fijó que, al otro extr