—Johana —llamó Gianina, tomando su bolso.—¿Sí, Gianina? —respondió de manera servicial. Si bien la amistad entre ambas se había intensificado, en especial en el último tiempo, seguía trabajando con ella como su asistente y ama de llaves.—¿Podrías quedarte con los niños un momento? Los cuatrillizos están dormidos y Francesco está haciendo la tarea en su cuarto —le informó.—Claro, no te preocupes. Pero ¿dónde vas? —preguntó, frunciendo el ceño, intrigada. Tenía la suficiente confianza como para preguntarle ciertos asuntos, que, en otras circunstancias, no se habría atrevido.—Necesito resolver unos asuntos de las empresas de Antonio. No demoraré demasiado. De todos modos, tengo el móvil con sonido y la carga completa. Llámame, si necesitas algo —respondió Gianina—. Gracias, nena.Acto seguido, Gianina se despidió de Johana con dos besos en las mejillas y salió de la mansión directo a su coche, para dirigirse al apartamento de Sarah.Durante todo el trayecto, su mente estaba inundada
Al otro lado de la ciudad, Adriano se encontraba sentado tras el escritorio de su oficina, en la sede central de su empresa, rodeado de pilas y pilas de documentos, reportes e informes financieros. La presión en la compañía se había intensificado durante los últimos días, con Alessio Lazzari moviendo sus piezas de forma cada vez más agresiva con la intención de socavar su posición en el mercado petrolero.Claudio entró en la oficina, sin anunciarse, llevando consigo un folder lleno de documentos. Después de la larga conversación que habían mantenido él y Adriano, tras su regreso, Claudio y Adriano se la habían pasado encerrados en la oficina que se encontraba en la empresa, revisando y analizando los diferentes documentos con el afán de encontrar una salida al aprieto que estaba sufriendo Adriano de parte de Lazzari. Si bien Claudio había pasado los últimos quince años fuera del país, sus amplios conocimientos en economía, finanzas y administración era como un respiro de aire puro par
Esa noche, mientras Gianina se preparaba para irse a la cama, Johana llamó a la puerta de su habitación.—Adelante —dijo Gianina, consciente de que se trataba de su amiga y ama de llaves.Sin embargo, al verla, su ceño se frunció, al notar que llevaba una expresión poco propia en ella.—¿Todo bien, Johana? —preguntó, intentando sonar tranquila.—No exactamente —respondió la mujer con la voz tensa—. Acabo de ver algo en las redes sociales que creo que deberías saber.Al escuchar esto, Gianina sintió que un intenso escalofrío le recorría la espina dorsal.—¿De qué se trata? —preguntó, ladeando la cabeza, mientras se sentaba en la cama.—Sara ha estado publicando cosas bastante desagradables sobre ti. Te acusa de tener decenas de aventuras y que te casaste con Antonio, porque lo conociste como escort. Que por eso has obtenido la posición que tienes. También insinúa que has estado descuidando a tus hijos por perseguir hombres ricos. Realmente, es… espantoso, por decir algo —le informó, mi
Tras despedirse de Johana y los pequeños, asegurándole a Francesco que regresaría pronto, Gianina salió del a casa y, luego de montarse en su coche, se encaminó hacia la mansión de Adriano.El viaje no fue extremadamente largo, sin embargo, ella lo sintió interminable. Su mente no dejaba de dar vueltas en torno a todo lo que había sucedido en el último tiempo y, en ese momento, especialmente en la traición y a las mentiras que había difundido Sarah en las redes sociales y en la prensa. Necesitaba una solución y la necesitaba cuanto antes. Si Sarah quería jugar con fuego, ella buscaría un lanzallamas.Una vez llegó a la mansión Messina, Adriano ya la estaba esperando en la entrada, ansioso. Vestía de manera informal, con una camisa blanca, ligeramente desabotonada, que dejaba ver sus pectorales, y unos pantalones oscuros lo suficientemente estrechos como para marcar los músculos de sus piernas y sus glúteos. Y, a pesar de la tensa situación que la había llevado a recurrir a él, Gianina
Adriano frunció el ceño, visiblemente molesto con todo lo que acababa de escuchar.—Jamás hubiera imaginado que esa mujer podía ser tan envidiosa y venenosa. Pero no te preocupes, Gianina, sé que tú no eres lo que dices, sino todo lo contrario, y te ayudaré a manejarlo. Nos aseguraremos de que esas mentiras no se propaguen más. Como te dije, ya he hablado con unos cuantos contactos que están dispuestos a influenciar en los que se publique a partir de ahora. Además, deberías considerar tomar acciones legales.—Con eso la amenacé —reconoció Gianina, con pesar—. Y creo que fue eso lo que la hizo tomar esta decisión de destruirme públicamente, y, en el proceso, también a ti.—Tranquila, no te preocupes por mí. Haremos esto juntos y a Sarah no le quedará más remedio que tragarse su ponzoña —le aseguró.Gianina asintió y sonrió, sintiendo un pequeño alivio en su pecho, al escuchar las palabras de Adriano y su apoyo incondicional, a pesar de todo.—En serio, Adriano, gracias. Gracias por tod
La habitación estaba envuelta en sombras suaves mientras Gianina y Adriano subían las escaleras, movidos por una urgencia compartida que hacía que el tiempo se distorsionara. El peso de los últimos meses, las heridas y las distancias entre ellos parecían desvanecerse con cada paso que daban, sustituidos por algo mucho más intenso, algo que había estado latente todo ese tiempo.Adriano y Gianina llegaron a la habitación como si sus cuerpos hubieran estado en una coreografía invisible. Cada beso, cada caricia, cada mirada incendiaba los sentidos de ambos. El deseo reprimido durante tanto tiempo ahora se manifestaba en una explosión de emociones. Gianina sentía cómo la piel de Adriano se fundía con la suya mientras sus manos recorrían su cuerpo con una mezcla de dulzura y pasión. Cada movimiento la llevaba a un lugar más profundo, a un lugar en el que se sentía segura, amada.Al llegar al dormitorio, Adriano la alzó en sus brazos, como si fuera la cosa más natural del mundo. La depositó
Habían pasado unos días desde que Sarah había comenzado con su incesante ataque contra Gianina. Era evidente que nada ni nadie parecía poder detenerla. La obsesión de Sarah por destruir a Gianina crecía cada día más, y con ella, la desesperación de Adriano por proteger a la mujer que amaba. Gianina había intentado mantener la calma, pero los constantes mensajes venenosos, las insinuaciones y el desgaste emocional estaban comenzando a hacer mella en ella. Y, a pesar de que los medios habían dejado de divulgar los rumores propiciados por Sarah, esta no dejaba de propagarlos por redes sociales.—Esto no puede seguir así —dijo Adriano, con tono firme y decidido mientras caminaba de un lado a otro de la sala—. Sarah está empeñada en destruirte, y lo peor es que no solo te ataca a ti. Me ha hecho partícipe de sus malditos juegos. Y, lo que es peor, ha involucrado a Francesco y los cuatrillizos. ¡Esto tiene que terminar!—¡No puedes hacer nada más de lo que has hecho! —repuso Gianina, con la
Cuando Adriano llegó al departamento de Sarah, llamó al timbre y en cuanto ella abrió la puerta, el ambiente se cargó de una espeta tensión, el aire era denso.—¿Qué haces aquí? —preguntó Sarah, esbozando una sonrisa coqueta.—Necesitamos hablar —respondió Adriano, frío y distante.—Ah, ¿sí? —preguntó, aparentando sorpresa—. Por favor, pasa. Hablaremos más tranquilos en el salón.Sin decir ni una palabra más, Adriano se adentró en el apartamento de Sarah y tomó asiento en el sofá de dos cuerpos, mientras ella hacía lo propio frente a él, con una amplia sonrisa. —Y, dime, querido, ¿qué te trae a mi humilde morada? ¿De qué quieres hablar? —preguntó con voz exasperantemente melosa.Adriano suspiró.—Vamos, Sarah Moretti, sabes muy bien por qué estoy aquí y de qué quiero hablar contigo —respondió con un tono tan frío como un iceberg—. Tienes que terminar con estas estupideces, con estos juegos de niños de primaria, de una vez por todas. ¿Qué ganas atacando a Gianina de esta manera? Si lo