CAPÍTULO 56 – Juego Sucio

Al día siguiente, Adriano se despertó con la cabeza retumbando, como si un martillo estuviera golpeando el interior de su cráneo. Las primeras luces del amanecer apenas se filtraban por las cortinas de su habitación en la segunda planta de la mansión, mientras que el ambiente olía a alcohol y la resaca no solo era física, sino que el dolor emocional era mucho más profundo y punzante.

Sintiendo que todo le daba vueltas, se llevó una mano a la frente, tratando de calmar el mareo que lo invadió en cuanto abrió los ojos. Rápidamente, las imágenes de la noche anterior se filtraban en su mente con una claridad brutal. La mansión de Antonio Rossi, Gianina, su total rechazo…, así como las súplicas que él, en su borrachera, había proferido sin detenerse a pensar ni por un momento, hicieron que la vergüenza se apoderara de él cómo una nube de tormenta y, por fin, tomó conciencia de lo bajo que había caído. Realmente, había tocado fondo.

«¿Qué diablos estoy haciendo? ¿En qué se ha convertido mi
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