En la habitación

La señora Lucía se levantó de golpe y se acercó a su hija.

— ¡Ana! Hija, que haces levantada, tienes que estar de reposo, ven, acuéstate.

Prácticamente, empujo a Anabel hacia el interior de la habitación. Yo, aún nervioso, de un salto me puse de pie. No logré ver nada, la puerta de la habitación ya se había cerrado. Esperé algo impaciente e inquieto, fue máximo un minuto, pero a mí, me resultó una eternidad.

Sin poderlo evitar, escuché un poco su conversación. No es que estuviera espiando o algo así, la habitación estaba cerca, así que era inevitable oírlas, siempre que no hablarán entre susurros.

— Mamá, ¿Qué pasa? ¿Qué hace Leo aquí?.

— Vino a visitarte hija. Por lo menos, él si está preocupado.

— ¡Hay, mamá! No comiences, por favor. Yo te dije, te expliqué, le pedí que no viniera. — Anabel sonaba algo molesta.

— Eso no importa, igual puede darse una vuelta para preguntar.

— ¿Para qué? Sí, hablamos a cada rato por teléfono. Además, lo puedo contagiar.

— Sí, sí, sí. Ya termina de aco
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