Agua fría

Voltee la jugada. Ahora era yo quien estaba sobre ella.

La había dejado tomar el control por bastante rato y entre los besos y caricias, estaba enloquecido. Deseaba más.

Es retrospectiva, había tenido sexo con muchas mujeres en mi vida y con todas lo había disfrutado. Pero con Bel, no sé ni como comenzar a describirlo. Su olor, su suave y clara piel, cada toque de ella, emitía una especie de corriente por mi cuerpo. Sentía que la entrepierna me iba a explotar.

Me metí entre sus carnosos muslos, apretándome a ella, restregándome una y otra vez. Y ella se estremecía con cada embestida, gimiendo, ronroneando. Esos sonidos me hacían vibrar y responder con mis propios gemidos. Nuevamente, la besé, pero de una forma un poco más desesperada, con más intensidad, mordisqueando sus pulposos labios, no podía controlar mi deseo, era mucho, era intenso.

Anabel me amarró con las piernas, apretándome más a su cuerpo. Se soltó de mis labios y su lengua recorrió mi cuello hasta llegar al lóbulo de mi
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