James se fue acostar con un gran alivio en el corazón, confiaba en que la nota de Benedict no fuera tan directa, pues aunque su hermano tenía un carácter fuerte también sabía cómo lidiar con las personas de la alta sociedad de la manera más educada posible. Tenía un dejo de remordimiento, pero tan sólo porque no se había dado cuenta de lo que realmente estaba haciendo ni sabía lo que su comportamiento estaba generando en la familia Luddington, Lady Penélope era una buena muchacha, llena de vida y buenas maneras, pero él no quería verse envuelto en una matrimonio, incluso aunque lo hubiera pensando brevemente, la idea de estar casado con la dama en cuestión no le aterraba, simplemente no era el tiempo correcto para el Conde de Blakewells casarse en un futuro cercano. Los días venideros fueron apacibles, lo más apacibles que podían ser con una familia tan numerosa como la suya, y se sentía un tanto vacío, ya que tenía dos semanas llenando sus tardes con las visitas a la mansión de los
24 de Junio de 1811, Londres.‒ ¡Feliz cumpleaños, James! ‒ gritó la pequeña Josephine desde la otra punta de la mesa ‒ Hoy vamos a comer muchos dulces ‒ sonrió con dulzura.‒ A ti lo único que te importa son los dulces ‒ añadió Nathaniel lanzándole un guisante con la mano.Su hermanito creyó que nadie lo estaba viendo pero James podía observarlo perfectamente desde donde estaba, ahora entendía por qué ese era el mejor asiento de la mesa y la razón por la cual Benedict lo sabía todo, desde allí podía verlos a todos.‒ Ya basta, están bien grandes para la gracia ‒ espetó Colin con malhumor.‒ ¿Y a ti qué mosca te picó? ‒ le preguntó Derek mirándolo muy asombrado, esos dos se la pasaban siempre juntos y Colin era conocido por ser muy risueño, bromista y optimista.Y James sabía la razón, desde el incidente con Lady Penélope, Colin estaba experimentando cambios de humor y terminaba pagando su rabia con los menores y como con Derek no podía meterse mucho ya que eran como uña y mugre, los
24 de Junio de 1811, Londres.No tenía intención de bailar con ninguna dama, puesto que no andaba en busca de matrimonio ni se encontraba cortejando a nadie en particular, pero debía disimular si quería tener la oportunidad de bailar con Lady Penélope, y no era posible que solamente bailara con la dama en cuestión o los rumores de que él era su pretendiente revolotearían por todo el salón de baile. Así que bailó con algunas damas que su familia conocía y hasta le pidió un baile a Lady Amelia, antes de acercarse a su prima para hacer lo mismo.‒ ¿Aún tiene espacio en su tarjeta, milady? ‒ le preguntó a Lady Penélope, al tiempo que realizaba una ligera venia y le tendía la mano para tomar la tarjeta en cuanto ella se la acercara.Ella se encontraba junto a Lady Amelia y la marquesa de Rauscher, pero esta última tenía una conversación muy efusiva con otra señora de edad similar.‒ No ‒ dijo la joven mirándolo con los ojos abiertos como platos ‒, lo lamento mucho, Lord Blakewells ‒ fina
02 de Septiembre 1815, Londres. Esa mañana se levantó con toda la intención de realizar las entrevistas pertinentes para el puesto de niñera, pues necesitaba con urgencia alguien que lo ayudara con el cuidado de John cuando él no estaba disponible, ya había aplazado esa tarea mucho tiempo y tenía varias personas que habían aplicado al puesto, ya que había publicado un anuncio en el periódico. Les notificó a las aspirantes que debían presentarse en la mansión Blakewells esa tarde a la hora del té para echarles un vistazo al grupo en general y luego de escoger las que le generaran confianza pautaría una entrevista individual para saber sus logros y aptitudes. Era extremadamente quisquilloso cuando de la crianza de su hijo se trataba y no le daba pena admitirlo. Comenzó su día como cualquier otro, y luego se dirigió a la mansión de su familia como era costumbre. Para cuando llegó al comedor ya se encontraban Benedict y su madre, y así, uno por uno, todos sus hermanos llegaron al encuent
Tenía asuntos propios que atender, y odiaba la impuntualidad tanto como su hermano mayor, pero no había caso, tenía que regresar con él a la mansión de su familia para explicar los recientes acontecimientos, pues estaba totalmente seguro de que Benedict llegaría y se encerraría en su despacho para pasar la rabia que fulguraba en su interior por la negativa que había recibido y que era un hecho que con muy poca frecuencia ocurría, para no decir que nunca le sucedía.Así pues, cuando su hermano se encerró en el despacho, James se fue al salón de pintura de Josephine, donde también mantenían a John durante las tardes, jugó con el niño un buen rato hasta que la criatura bostezo y mostró signos que querer echar una siesta, para ese entonces ya su familia debería estar reunida en el salón para tomar el té. No valía la pena ir de allá para acá explicando los hechos por separado, cuando muy bien podría esperar a que todos estuvieran juntos, y así hizo.Al bajar las escaleras, escuchó una alga
03 de Septiembre 1815, Londres.La noche anterior había dejado a John en casa de su madre, sabía que estaría bien y dormiría sin ningún problema, su hijo era un niño calmado lleno de curiosidad pero no hacía berrinches por no dejar, además, su hermana también cuidaba de él y pasaba mucho tiempo con John cuando se encontraba en la mansión, y ahora que ambos compartían el mismo lugar, pues Josephine tenía su estudio en la misma sala donde estaba la sala de juegos de John, por ende, las risas no faltaban en esa estancia. Él no se atrevió a regresar allí después de finalizar la reunión con las aspirantes a niñera, su frustración no conocía límites y sentía que estaba en aprietos, entre tantas mujeres que había en su salón el día anterior no logró dar con ninguna que le simpatizara ni un poco, si no era una cosa era otra, ninguna era capaz de llenar sus expectativas para con los deberes que James esperaba que hiciesen, era un asunto delicado. No le daban buena espina, todo lo contrario, un
06 de Septiembre de 1815, Londres.La invitación al baile de la familia de Lord Blakewells que se llevaría a cabo en una de las mansiones más lujosas, la dejó pasmada, su tía había anunciado con dos días de antelación que habían recibido una invitación y que por supuesto todos asistirían. No había pero que valga cuando un evento era de tales magnitudes. Y aún no había salido del pánico que había sentido unos días atrás cuando fue a una mansión para postularse como niñera y terminó en casa del mismísimo Conde de Blakewells, eso le pasaba por hacer caso de lo que el ama de llaves le recomendó, gracias al cielo el caballero no la vio y ella se pudo escabullir cuando todas las aspirantes se dirigían al salón para las entrevistas.‒ Nos ha llegado una invitación especial ‒ dijo su tía moviendo en el aire una hoja de papel inmaculadamente blanca con detalles en dorado, lucía costosa y de buena calidad.‒ ¿Quién madre? ‒ preguntó Amelia con mucha curiosidad, Evangeline sabía que su prima est
James realmente estaba disfrutando la velada, con la intensión de olvidar el hecho de que aún no conseguía a nadie que cuidara de su hijo, pero prefiera esperar por alguien que realmente valiera la espera a tener que lidiar con malas candidatas que no le brindarían a su hijo lo que él necesitaba, eso para él era inaceptable, bajo ninguna circunstancia lo aprobaría. Se metió en la sala de juegos de caballeros para evitar la mirada inquisidora de las madres casamenteras que revoloteaban por todo el salón en búsqueda de caballeros solteros para presentarles a su hijas, pues aunque era viudo, James seguía siendo un buen partido, seguía siendo el Conde de Blakewells y tenía la edad perfecta para volver al ruedo, incluso cuando él ya tenía un heredero las matronas decían que un caballero no podía estar sin esposa por mucho tiempo, y él ya tenía cuatro años de haberse casado y casi tres de haber enviudado, en regla ya había superado el año de luto que debía mantener para con su difunta espos