02 de Agosto de 1815, Londres. ‒ ¿Qué te sucede, Eva? ‒ le preguntó Amelia escudriñándole el rostro muy de cerca, lo cual hizo que ella se echara hacia atrás para preservar su espacio personal, tan preciado para Evangeline. Se encontraban en la biblioteca, habían ido allí con la intención de guardar el desastre que habían hecho días atrás con la botella de Thomas. Evangeline le dio la tarea a Amelia de devolverla a su lugar antes de que su hermano mayor se percatara de la ausencia del licor. Y así lo hizo su prima, para cuando terminaron con ese menester se quedaron en la estancia para relajarse y pasar el tiempo, pero ella estaba en otro mundo, con el corazón en la garganta y el estómago hecho un nudo, mientras que Amelia simplemente redundaba sus pensamientos en voz alta, como le gustaba hacerlo. Ella estaba sumergida en sus pensamientos, tratando en vano de alejar las pesadillas y recuerdos que se le venían a la mente. La carta que su madre le había enviado a la tía Virginia la h
30 de Mayo de 1811, Londres.No sabía qué estaba haciendo, ni en sus sueños más profundos se imaginó en esa situación tan ajena a él, sentía euforia y un envalentonamiento que pocas veces era dado a aparecer en su persona, por costumbre y crianza solía mantenerse relajado y en calma, pero la última conversación con Lady Penélope le había proporcionado una nueva resolución a su vida, había sido una clara invitación que jamás espero recibir, y pues, ¿Quién era él para decirle que no a una dama tan encantadora?Así que, después de algunas semanas de pensar en el asunto tomó la decisión de, finalmente, hacerle la visita que ella había sugerido como quien no quiere la cosa pero con mucha determinación e insinuación. Cualquiera diría que la joven era una descarada por hacer tal acto, que terminaría en una situación delicada pero él no se regía por la opinión común de la alta sociedad y veía en ella una dama muy hermosa de carácter firme y sonrisa angelical. Y si lo pensaba con detenimiento
12 de Junio de 1811, Londres.Continuó visitando a Lady Penélope y sin darse cuenta, más tarde que temprano, era parte de los pretendientes que la joven dama poseía, incluso había llegado a sus oídos que Penélope había rechazado al menos a tres de los caballeros que habían tenido la osadía de pedir su mano en matrimonio luego de hablar con su padre, y otros tantos que su padre había rechazado por ella, tipos que estaban envueltos en escándalos, que sólo buscaban a una heredera para tener fortuna, algunos eran demasiado viejos, otros tenían vicios que ni se molestaban en ocultar y la mayoría sin título nobiliario. Si bien era de conocimiento público que la dote de Lady Penélope Luddington era una cuantiosa fortuna, además el honor de entrar en esa familia y codearse con el magnánimo tío de la joven, el Marqués de Rauscher, era un privilegio que no le darían a cualquiera, debido a eso incluso la joven era quisquillosa con los caballeros que la visitaban, aunque parecía disfrutar de la c
‒ Colin ‒ lo llamó.‒ ¿Sí? ‒ preguntó su hermano dándose la vuelta con demasiada fuerza y con una sonrisa en el rostro, en la mano sostenía un pastelillo con cobertura blanca y una cereza en el tope ‒ ¿Qué pasó, James? ¿Ya viste el alboroto que hizo Lord Weinstein? ‒ preguntó con un tono de chismorreo. Su hermano de cabellos castaños y tono de ojos disparejo, era un joven carismático y alegre, no era muy bueno en los estudios pero su personalidad era cálida como una buena taza de té en un día lluvioso, y lo que le faltaba como estudiante lo compensaba sobremanera con su destreza innata y talento inigualable para la música. ‒ La verdad es que no, estuve bailando el vals con Lady Penélope ‒ informó y se cruzó de brazos.‒ Pues ha sido una gran revuelo ‒ mencionó sorprendido ‒, me parece increíble que no lo hayas escuchado.‒ Bueno…‒ ¿Quieres un bocadillo? Te recomiendo los pastelillos blancos, están deliciosos, ya me he comido alrededor de cinco de estas sabrosuras ‒ sugirió y le dio
Era pasada la medianoche, por lo general la mayoría de los bailes terminaban en la madrugada, pero cada familia decidía cuando abandonar el evento. Su familia en particular era influyente, así que su presencia era notada a donde sea que fueran, todavía sus hermanos menores no habían entrado en sociedad a cabalidad y aun así ya las miradas de todos se posaban en los cuatro «Lores B» que asistían a las celebraciones, cinco con la reciente unión de Colin, Vizconde de Brightwall, a la espera de que los demás integrantes de la familia se unieran a ellos, cosa que sucedería en unos pocos años, pues el debut de Josephine se llevaría a cabo más temprano que tarde, ese evento ya estaba prácticamente a la vuelta de la esquina, y para ese entonces, ya Derek y Nathaniel estarían asistiendo a los bailes y eventos sociales.El despacho de Benedict se encontraba en penumbras y hacía algo de frío, sus chaquetas y vestimentas los protegían del clima pero la calidez no duraría mucho más tiempo, por end
James se fue acostar con un gran alivio en el corazón, confiaba en que la nota de Benedict no fuera tan directa, pues aunque su hermano tenía un carácter fuerte también sabía cómo lidiar con las personas de la alta sociedad de la manera más educada posible. Tenía un dejo de remordimiento, pero tan sólo porque no se había dado cuenta de lo que realmente estaba haciendo ni sabía lo que su comportamiento estaba generando en la familia Luddington, Lady Penélope era una buena muchacha, llena de vida y buenas maneras, pero él no quería verse envuelto en una matrimonio, incluso aunque lo hubiera pensando brevemente, la idea de estar casado con la dama en cuestión no le aterraba, simplemente no era el tiempo correcto para el Conde de Blakewells casarse en un futuro cercano. Los días venideros fueron apacibles, lo más apacibles que podían ser con una familia tan numerosa como la suya, y se sentía un tanto vacío, ya que tenía dos semanas llenando sus tardes con las visitas a la mansión de los
24 de Junio de 1811, Londres.‒ ¡Feliz cumpleaños, James! ‒ gritó la pequeña Josephine desde la otra punta de la mesa ‒ Hoy vamos a comer muchos dulces ‒ sonrió con dulzura.‒ A ti lo único que te importa son los dulces ‒ añadió Nathaniel lanzándole un guisante con la mano.Su hermanito creyó que nadie lo estaba viendo pero James podía observarlo perfectamente desde donde estaba, ahora entendía por qué ese era el mejor asiento de la mesa y la razón por la cual Benedict lo sabía todo, desde allí podía verlos a todos.‒ Ya basta, están bien grandes para la gracia ‒ espetó Colin con malhumor.‒ ¿Y a ti qué mosca te picó? ‒ le preguntó Derek mirándolo muy asombrado, esos dos se la pasaban siempre juntos y Colin era conocido por ser muy risueño, bromista y optimista.Y James sabía la razón, desde el incidente con Lady Penélope, Colin estaba experimentando cambios de humor y terminaba pagando su rabia con los menores y como con Derek no podía meterse mucho ya que eran como uña y mugre, los
24 de Junio de 1811, Londres.No tenía intención de bailar con ninguna dama, puesto que no andaba en busca de matrimonio ni se encontraba cortejando a nadie en particular, pero debía disimular si quería tener la oportunidad de bailar con Lady Penélope, y no era posible que solamente bailara con la dama en cuestión o los rumores de que él era su pretendiente revolotearían por todo el salón de baile. Así que bailó con algunas damas que su familia conocía y hasta le pidió un baile a Lady Amelia, antes de acercarse a su prima para hacer lo mismo.‒ ¿Aún tiene espacio en su tarjeta, milady? ‒ le preguntó a Lady Penélope, al tiempo que realizaba una ligera venia y le tendía la mano para tomar la tarjeta en cuanto ella se la acercara.Ella se encontraba junto a Lady Amelia y la marquesa de Rauscher, pero esta última tenía una conversación muy efusiva con otra señora de edad similar.‒ No ‒ dijo la joven mirándolo con los ojos abiertos como platos ‒, lo lamento mucho, Lord Blakewells ‒ fina