EMMACuando abro los ojos, siento que todo es un sueño, me toma solo dos segundos para darme cuenta de que la pesadilla es una realidad que me pisa los talones y hace que el mundo se me venga encima, me veo en la cama desnuda, una charola de plata con comida, descansa sobre la mesilla de noche, me incorporo, recordando todo, deseando ver a mi hijo. Voy hacia la puerta con la intención de abrir, encontrándome con la sorpresa de que no está cerrada, pero dos hombres la vigilan, cierro de inmediato. Me frustra la idea de estar encerrada toda mi vida, me dirijo al baño, me doy una ducha de cinco minutos, luego me pongo la ropa limpia que dejaron para mí, unos jeans sencillos, oscuros, unas zapatillas converse del mismo color, una sudadera blanca y dejo mi cabello suelto. Al asomarme por la ventana, veo a lo lejos a Michael, mi hijo, caminando hacia la casa, agarrando la mano de Julian, quien parece decirle algo que mantiene entretenido a mi pequeño, las tripas se me retuercen, no quiero
ANDREW—¡Dijimos que íbamos a esperar! —brama Karla al otro lado de la línea. Muevo el cuello con estrés, la mano me hormiguea y trato de mantener la calma. —Quien está al mando soy yo —dejo claro—. No tú ¿hasta cuándo lo vas a entender? —Tal vez hasta que comiences a comportarte como el líder de la Yakuza —replica.Su voz me da dolor de cabeza y rápido me arrepiento de haberle llamado. —Solo haz lo que te pido —exijo.—Es una locura —bufa.—Bueno, es mi locura —cuelgo.Miro el paisaje que se me presenta al frente, ajusto el agarre de mi arma, mis hombres esperan mi orden, ladeo una sonrisa y presiono el botón rojo que permanece en el detonador, enseguida, el rugido de varias explosiones se convierte como música para mis oídos. El helicóptero se eleva y capturo la imagen del caos que comienza a expandirse. —Señor, nos dirigimos a la mansión —me avisa uno de mis hombres, por el chicharo en el oído. —Todos a sus posiciones. El corazón me late con fuerza, me empujaron a esto, si
JULIANLos disparos no dejan que llover, saco mi arma cuando un tipo al que reconozco de la Organización Yakuza, intenta matarme, dispara y contraataco, mis hombres se encargan de protegerme mientras yo hago lo mismo con Emma y Marina, todo es un caos. Hay heridos por todas partes, gente Inocente que ha perdido la vida hoy, me muevo con destreza aunque es difícil caminar y esquivar entre los escombros y las cortinas de humo que se alzan en dirección al cielo. Sigo sosteniendo la mano de Emma y ella la de Marina. —Señor, han irrumpido en la mansión. Me dice uno de mis hombres y le lanzo una mirada amenazante, Emma intenta soltarse de mi agarre, no lo permito. Por el contrario, ajusto más. —Andando.Mientras nos dirigimos a una de las camionetas que no recibió daño alguno, levanto la mirada, los helicópteros comienzan a marcharse, todos hacia la misma dirección.—Se van —susurra Emma a mis espaldas. No le respondo, ponerla a salvo es mi prioridad. Entra al auto, enseguida Marina, y
EMMAPara cuando abro los ojos, me encuentro dentro de una habitación, me incorporo rápidamente al reconocer dónde estoy, la garganta la siento seca y el cuello me duele, recuerdo todo, Julian debió haberme inyectado un sedante, el que Michael no esté aquí, conmigo, me puede, me duele y me aprisiona. Haciéndome sentir como lo que soy, una pésima madre, le he fallado y tengo que remediarlo cuanto antes. —Por fin despiertas. La voz dulzona de Marina, hace que salga de mi estupor, volteo y ella se pone de pie, ha estado cuidando de mí, como en el pasado. —Siento mucho lo de Michael —susurra.—Tengo que irme —me quito las sábanas de encima—. Andrew no le hará daño, de eso estoy segura, pero no quiero arriesgarme a que Karla Sampayo lo lastime. —¿Quién es ella? —Es una larga historia, pero al parecer es la hija de uno de los miembros más importantes dentro de esa organización —me pongo de pie. —No podemos salir, Julian dio órdenes de que no se nos permitiera abandonar la habitación,
EMMAHan pasado un par de horas desde que Julian se marchó, lo último que me dijo es una clara amenaza, puede que sí haya sido imprudente, pero estoy harta de que me traten como una muñeca sin vida a la que pueden manejar a su antojo, por lo que no me siento del todo mal. Dos amenazas en un día, el que Andrew me separara de Michael no mejoran un poco las cosas. Me he puesto un nuevo cambio de ropa, he vomitado un par de veces y miro con desconfianza, la comida que yace sobre la charola de plata sobre la mesilla de noche, hace quince minutos que la trajeron, también están las vitaminas que supuestamente me recetó el doctor. Ahora desconfío hasta de la propia sombra, por lo que respiro hondo y me siento sobre la cama, cruzando mis piernas. —Mamá estará bien, bebé, lo prometo, haré lo que sea para cuidar de ti —susurro tocando mi vientre. Al cabo de una hora más, decido dormir, y para cuando amanece, encuentro que han hecho un cambio de comida, al ver el humo salir de la taza de café
EMMAAlgunas cosas nunca cambian, en especial cuando se trata de defender lo que más amo, no he parado de llorar, me siento vulnerable, Julian permanece en silencio frente a mí, lo odio, odio que no intente hacer algo oara detener esta locura. —Haz algo, se supone que eres el líder, ellos tienen que hacer lo que les pidas —reclamo llena de rabia. —No es tan sencillo como parece, no importa si te escondo en el fin del mundo, ellos nos encontrarán, tienen grandes influencias… —¡Es tu hijo! —grito, golpeando su pecho—. Estás sentenciando a nuestro hijo. No me detiene cuando le sigo golpeando el pecho. —Hay más cosas en juego, lo siento. —Eres un maldito, no quiero saber nada, si permites que me arranquen a nuestro hijo, de las entrañas, juro que yo misma te voy a asesinar —sollozo.—Podremos tener… —¡Nada, no vamos a nada, porque somos eso! —me canso—. Somos nada. —Lo siento —susurra.—Vete —espeto dándome la media vuelta. No espero nada, y de hecho cuando escucho la puerta cerr
JULIANFirmo los documentos que Eduardo me da, observo de reojo la hora que marca el reloj de uno de las paredes, el sonido del tic, solo hace que la jaqueca me aumente, respiro profundo, sin poder sacarme de le mente el tema con la orden. —¿Estás seguro de lo que piensas hacer? —me pregunta Eduardo. Levanto la mirada en silencio. —Es lo mejor —asiento—. La orden no es un juego, lo sabemos muy bien, aunque la esconda en el fin del mundo, nos encontrarían, ¿crees que Emma pudiera soportar una vida así? Corriendo, escapando y viviendo todo el tiempo con el miedo de que en cualquier momento le tiren un balazo en la cabeza a alguno de sus hijos. —No.—Yo tampoco, me duele, pero… —Entiendo que se tienen que hacer cosas, pero, te doy como consejo que lo pienses mejor, hacer lo que piensas hacer, es no solo renunciar a un imperio que ha pasado de generación en generación —espeta—. Sino, renunciar a… —Estoy consciente, se trata de mi hijo. —Viktoria también está embarazada —replica.La
ANDREWLos vientos cambian, las personas nunca, pueden aparentar, pero en el fondo, la esencia sigue siendo la misma, una lección que me quedó grabada de mi padre; Stephan Carson, a quién en estos momentos observo su cabeza, sobre mi escritorio, sus ojos sin vida son fascinantes, saboreo el sabor de no sentir nada. No hay amor, remordimiento, corazón, nada, solo el mismo vacío que se ha hecho más grande con el paso de los años, respiro hondo y chasqueo los dedos, haciendo que mis hombres aparten la cabeza y la muestren a la Yakuza como muestra de mis alcances. La principal lección es que no importa si es mi sangre, traición es traición y se paga con la muerte. —Fuera —demando.Salen y enseguida entra mi consejero, quien cierra la puerta y me tiende una drive. —Aquí están los datos y toda la información que nos pidió —arguye.La tomo, la conecto en la laptop, los datos se disparan, reviso los mapas con las localizaciones exactas en donde están nuestros negocios textiles, las cifras