EMMAMarina me mira como si hubiera visto un fantasma, niega con la cabeza y sé lo que significa, lo que quiere que haga, pero no comparto la misma opinión. El ambiente es hostil, Julian no se atreve a mirarme, a nadie, solo a su padre, quien parece tener una clase de comunicación silenciosa con él. —Ahora, lo único que tienes que hacer, es hablar conmigo, decirme dónde está mi hijo Andrew y te dejaré ir —habla el padre de los dos, quien me lanza una mirada cargada de advertencias. No le creo. —Primero suelten a Marina.Una risa casi macabra, brota de la garganta del padre de Julian, sus ojos brillaron con malicia y creo que me he vuelto loca, pero por un breve segundo, creo que Julian le mira con un desprecio tan palpable, que me eriza la piel. —Me parece que no estás entendiendo cuál es tu posición aquí —arguye.Comienza a acercarse a mí, uno de los hombres de Julian, me empuja con fuerza hacia adelante, y tuerzo la boca con desagrado, un olor a loción masculina, mezclado con ci
EMMAMe llevan a una habitación donde una vez dentro, cierran la puerta a mis espaldas, Julian aparece frente a mí y sin que pueda darme tiempo a reaccionar, se abalanza sobre mí, envuelve mi cuerpo entre sus brazos y con fuerza me pega a su pecho. —Creí que te perdería, siento lo que pasó, Michael está en su nueva habitación, con la nana, podrás verlo —me dice. Intento apartarme de él. —¿Cómo pudiste meter en esto a Marina? Ella no tiene nada que ver —logro alejarme un poco de él. —Lo sé, por ello no la torturaron como mi padre había ordenado, hice lo que pude, si dudan tan solo un poco de lo que siento por ti… —Tú no sientes nada por mí, desde que apareciste en mi vida no he tenido un solo descanso —apunto—. Quiero que me saques de aquí, quiero estar a salvo con Michael y quiero que no permitas que violen a Marina. Frunce el ceño. —No le van a hacer daño, solo intentan asustarte, ella estará bien, ordené que la llevarán a otra habitación —me explica. Afloja su agarre y aprov
MARINAEl olor dentro de las celdas es repugnante, una parte dentro de mí, está llena de miedo, la otra, solo quiere que uno de estos idiotas intente tocarme para que saque las garras, porque primero muerta antes de siquiera intenten algo. Uno de ellos, el más alto, fornido y lleno de tatuajes, sonríe a modo de mostrar su dentadura con dientes de oro, la cosa no puede ser más asquerosa. Se han llevado a Emma, mi soporte, no entiendo nada, solo sé que salir de aquí es mi única opción, pase lo que pase, hacer lo que sea con tal de volver a obtener mi libertad. —Nos vamos a divertir, preciosa —dice el tipo. Los otros se quedan detrás de él, mirándome con ojos llenos de lascivia, trago grueso, no tengo un arma, algo con lo que pueda defenderme, pero extrañamente no tengo miedo, al contrario, siento como la adrenalina recorre todo mi torrente sanguíneo. Estoy preparada para el ataque, cuando una voz masculina, ronca, gélida y tranquila, retumba por cada uno de los huecos de la estancia
EMMACuando abro los ojos, siento que todo es un sueño, me toma solo dos segundos para darme cuenta de que la pesadilla es una realidad que me pisa los talones y hace que el mundo se me venga encima, me veo en la cama desnuda, una charola de plata con comida, descansa sobre la mesilla de noche, me incorporo, recordando todo, deseando ver a mi hijo. Voy hacia la puerta con la intención de abrir, encontrándome con la sorpresa de que no está cerrada, pero dos hombres la vigilan, cierro de inmediato. Me frustra la idea de estar encerrada toda mi vida, me dirijo al baño, me doy una ducha de cinco minutos, luego me pongo la ropa limpia que dejaron para mí, unos jeans sencillos, oscuros, unas zapatillas converse del mismo color, una sudadera blanca y dejo mi cabello suelto. Al asomarme por la ventana, veo a lo lejos a Michael, mi hijo, caminando hacia la casa, agarrando la mano de Julian, quien parece decirle algo que mantiene entretenido a mi pequeño, las tripas se me retuercen, no quiero
ANDREW—¡Dijimos que íbamos a esperar! —brama Karla al otro lado de la línea. Muevo el cuello con estrés, la mano me hormiguea y trato de mantener la calma. —Quien está al mando soy yo —dejo claro—. No tú ¿hasta cuándo lo vas a entender? —Tal vez hasta que comiences a comportarte como el líder de la Yakuza —replica.Su voz me da dolor de cabeza y rápido me arrepiento de haberle llamado. —Solo haz lo que te pido —exijo.—Es una locura —bufa.—Bueno, es mi locura —cuelgo.Miro el paisaje que se me presenta al frente, ajusto el agarre de mi arma, mis hombres esperan mi orden, ladeo una sonrisa y presiono el botón rojo que permanece en el detonador, enseguida, el rugido de varias explosiones se convierte como música para mis oídos. El helicóptero se eleva y capturo la imagen del caos que comienza a expandirse. —Señor, nos dirigimos a la mansión —me avisa uno de mis hombres, por el chicharo en el oído. —Todos a sus posiciones. El corazón me late con fuerza, me empujaron a esto, si
JULIANLos disparos no dejan que llover, saco mi arma cuando un tipo al que reconozco de la Organización Yakuza, intenta matarme, dispara y contraataco, mis hombres se encargan de protegerme mientras yo hago lo mismo con Emma y Marina, todo es un caos. Hay heridos por todas partes, gente Inocente que ha perdido la vida hoy, me muevo con destreza aunque es difícil caminar y esquivar entre los escombros y las cortinas de humo que se alzan en dirección al cielo. Sigo sosteniendo la mano de Emma y ella la de Marina. —Señor, han irrumpido en la mansión. Me dice uno de mis hombres y le lanzo una mirada amenazante, Emma intenta soltarse de mi agarre, no lo permito. Por el contrario, ajusto más. —Andando.Mientras nos dirigimos a una de las camionetas que no recibió daño alguno, levanto la mirada, los helicópteros comienzan a marcharse, todos hacia la misma dirección.—Se van —susurra Emma a mis espaldas. No le respondo, ponerla a salvo es mi prioridad. Entra al auto, enseguida Marina, y
EMMAPara cuando abro los ojos, me encuentro dentro de una habitación, me incorporo rápidamente al reconocer dónde estoy, la garganta la siento seca y el cuello me duele, recuerdo todo, Julian debió haberme inyectado un sedante, el que Michael no esté aquí, conmigo, me puede, me duele y me aprisiona. Haciéndome sentir como lo que soy, una pésima madre, le he fallado y tengo que remediarlo cuanto antes. —Por fin despiertas. La voz dulzona de Marina, hace que salga de mi estupor, volteo y ella se pone de pie, ha estado cuidando de mí, como en el pasado. —Siento mucho lo de Michael —susurra.—Tengo que irme —me quito las sábanas de encima—. Andrew no le hará daño, de eso estoy segura, pero no quiero arriesgarme a que Karla Sampayo lo lastime. —¿Quién es ella? —Es una larga historia, pero al parecer es la hija de uno de los miembros más importantes dentro de esa organización —me pongo de pie. —No podemos salir, Julian dio órdenes de que no se nos permitiera abandonar la habitación,
EMMAHan pasado un par de horas desde que Julian se marchó, lo último que me dijo es una clara amenaza, puede que sí haya sido imprudente, pero estoy harta de que me traten como una muñeca sin vida a la que pueden manejar a su antojo, por lo que no me siento del todo mal. Dos amenazas en un día, el que Andrew me separara de Michael no mejoran un poco las cosas. Me he puesto un nuevo cambio de ropa, he vomitado un par de veces y miro con desconfianza, la comida que yace sobre la charola de plata sobre la mesilla de noche, hace quince minutos que la trajeron, también están las vitaminas que supuestamente me recetó el doctor. Ahora desconfío hasta de la propia sombra, por lo que respiro hondo y me siento sobre la cama, cruzando mis piernas. —Mamá estará bien, bebé, lo prometo, haré lo que sea para cuidar de ti —susurro tocando mi vientre. Al cabo de una hora más, decido dormir, y para cuando amanece, encuentro que han hecho un cambio de comida, al ver el humo salir de la taza de café