Capítulo 3

EMMA

—Olvida la propuesta, no me caso contigo, olvida incluso que nos conocimos. —Aborta, porque no voy a estar ahí para ti o para esa cosa. — no lo quiero, no te amo lo suficiente, todo fue un juego, no me vuelvas a buscar.

Las manos me tiemblan cuando Andrew corta la llamada, comienzo a hiperventilar, Dani me dice algo que no logro entender debido a que estoy haciendo el esfuerzo por salir de esta pesadilla o por lo menos, procesar lo que acababa de suceder. Los latidos de mi corazón van en aumento y me quedo sorda hasta que Dani me toma por los hombros moviéndome bruscamente. 

—Emma —habla con desespero—. Reacciona. 

Quiero hacerlo, hablar, gritar, no puedo, porque el dolor que siento en el pecho me avasalla, las preguntas me arrojan respuestas y por fin suelto un sollozo. 

—Qué ha sucedido —Dani escudriña mi rostro con detalle. 

—Él… —tengo que sentarme para no caerme porque las piernas las siento debilitadas—. Él me ha dejado. 

El rostro de mi mejor amigo se crispa. 

—Ese hijo de perra —tensa la mandíbula con fuerza—. ¿Qué más te dijo? ¿Te dio explicaciones? M*****a sea, sabía que ese tipo no era bueno para ti.

Me acribilla con tantas preguntas que no puedo pensar con claridad. 

—Nada, solo dijo que era un error, que me olvide de él y que aborte. 

Las palabras que brotan de mi garganta me saben mal, todo parece tan irreal, como si hubiera estado dentro de una m*****a burbuja que acaban de explotar de la manera más cruel que pudieron hacer.

—¿Qué piensas hacer? —esta vez el tono de Dani es más adusto. 

Levanto la mirada, quiero llorar, berrear, debe haber una explicación y no pienso quedarme con la duda, no he hecho nada malo, he sido leal, una novia buena, no me meto con nadie, tampoco con sus tiempos, pese a que solo visité una vez su departamento porque insistí, debe estar allá, así que con las piernas temblorosas, los puños cerrados y el alma rota, levanto la mirada. 

—Voy a ir a su departamento, me tiene que dar una buena explicación —espeto con firmeza. 

—¿Estás segura? Te acaba de botar como basura, creo que todo está claro —niega Dani. 

Levanto la mano y le muestro el anillo de compromiso que me dio, es que es imposible que de la noche a la mañana hubiera cambiado de opinión. 

—Me pidió matrimonio, no puede simplemente desaparecer, voy a ir y tendrá que darme la cara —agrego tomando mis cosas. 

—¿Por lo menos sabes dónde vive? 

—Solo una vez fui, pero creo que me sé el camino. 

—¿Ahora mismo? —abre los ojos como platos. 

—Sí, ahora mismo. 

Dani no parece muy seguro, pero le conozco tan bien, no es capaz de dejarme ir sola, así que soltando un largo suspiro exasperante, afirma. 

—Yo manejo, loca —sonríe. 

Quisiera devolverle el gesto, pero el padre de mi hijo y prometido se ha ido sin una buena explicación, tiene que tener los pantalones bien puestos, porque yo de su vida no me voy sin que me dé una buena razón. Mi mejor amigo es quien maneja, y mientras lo hace, mi mente me arroja un recuerdo en especial, uno que me hace saber que puede ser real. 

MESES ANTES

—¿De verdad nunca quieres tener hijos? —le pregunto metiéndome una uva a la boca. 

Estábamos acostados en la estancia principal de mi departamento, cumplimos tres meses y le preparé un pícnic, cuando se lo comenté se puso nervioso, argumentando que no quería ir al parque porque no deseaba estar rodeado de gente, algo absurdo, a veces actúa como si estuviera escondiéndose de algo, al principio pensé que se trataba de una ligera paranoia, pero ahora que lo pienso, siempre a los lugares que salimos, son de noche y con poca gente alrededor. 

Por lo que esta vez tocó en mi departamento, su mirada se oscurece, su gesto se agria y abro la boca para decir algo más al darme cuenta de que he tocado un tema que no es de su agrado, tampoco quiero que piense que soy una loca que quiere amarrarlo con el tema de los niños. 

Pero se me adelanta rompiendo el silencio ensordecedor. 

—No es el momento, es que es mucha responsabilidad —responde y no le creo—. ¿Me pasas una manzana? 

Asiento. 

—¿No me vas a preguntar si quiero hijos? —le miro fijamente. 

Emite un extraño y ronco sonido desde el fondo de su garganta, se endereza y mordisquea su manzana. 

—¿Quieres hijos? —dice con voz grave. 

—Sí, me gustaría tener cinco hijos, todos niños —contesto con altivez. 

Un brillo se aloja en sus perfectos ojos grises, es fugaz, pero veo que mi comentario le hace feliz de alguna manera. 

—Esos son muchos hijos, ¿crees que puedas con ello? —deja de lado la manzana. 

—Por supuesto. 

Ladea una media sonrisa y comienza a desatarse los botones de la camisa, dejando su torso desnudo, bien construido, trago grueso y mis bragas comienzan a mojarse, es el único hombre con el que he estado. 

—¿Qué haces? —río nerviosa. 

—Comenzando a hacer realidad tu sueño. 

Y con esas palabras se me viene encima, su boca avasalla la mía, siento incluso los latidos de su corazón, que entran en contacto con los míos. 

—Sabes tan bien —ronronea.

No tengo nada en contra de su ternura, solo que a veces me gustaría que fuera un poco más… 

—Mierda, no puedo contenerme —gruñe y sin verlo venir, me rompe las bragas. 

Esa tarde me hizo el amor una y otra vez, pero al final del día, antes de irse, me pidió una disculpa, porque mintió, ya que no quería tener hijos, dijo que si los tuviera sería un peligro, nunca entendí a qué se refería, tampoco hice más preguntas, pero ese recuerdo, su mirada oscurecida y el tono en el que me lo dijo, me viene a la memoria. 

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