78.Hay un testamento

Capítulo setenta y ocho: Hay un testamento

Thalia abrió su cuerpo a su marido sabedora absoluta de que jamás encontraría a otra persona como él.

Ese hombre sabía perfectamente como sacarla de esos abismos oscuros en los que entraba cuando las situaciones la superaban.

Fueron sus brazos los que la abrasaron toda la noche en el calor de manos hambrientas de ella, besos que sin proponerselos le sacaban de la órbita terrenal y la llevaban a otros puertos felices donde olvidarse hasta de si misma.

Durante horas y horas sintió el balancear de las caderas de su esposo dentro de sus piernas, metiéndole en su cuerpo, adorando sus carnes.

Comentaron juntos entre risas todo lo que se gustaban, cuánto se deseaban sin parar y hasta quedarse sin aliento. En fin, que para cuando el sol volvió a nacer en la nueva mañana Thalia estaba atravesada en la enorme cama con los brazos colgando hacia el suelo y su esposo se reía de ella desde la entrada de la ducha de la que acaba de salir.

—Que sepas que t
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