Capítulo cuarenta y uno. Es mi culpa Habían pasado cinco días, cinco días en los que Lily no había podido pegar ojo y cinco días en los que Athos seguía todavía en coma. Por más que los médicos le explicaban a la familia que todo iba a estar bien y que el griego parecía estar en un simple sueño reparador, para Lily era demasiado deprimente verlo de esa manera, demasiado solitario sentir su piel fría y demasiado desgarrador no poder ver sus ojos maravillosos. Se había pasado los días al lado de su marido muy a pesar de que la doctora insistía en que descansara debido a su prematuro embarazo. Tenía tan poco tiempo de gestación que el bebé ni siquiera se veía en los ultrasonidos pero estaba ahí, demandado d e del cuidado de su madre que solo podía pensar en la peor de sus pesadillas que sería tener a sus dos hijos sin su padre.Lily ni siquiera había tenido tiempo para procesar lo sucedido con su madre. Ya no estaba, ya jamás volvería a verla... La carga sobre sus hombros era demasiad
Capítulo cuarenta y dos. La vida en un segundo Lily seguía atrincherada en el suelo mientras los aparatos a los que estaba enchufado Athos pitaban desesperados. El correr del personal de salud de un lado para el otro no ayudaba a mucho, eso solo conseguía que la familia se inquietaba más. Era increíble como Lily podía ver pasar toda su vida en un solo segundo, y cuánto podía cambiar en ese diminuto espacio de tiempo. —Por favor señores, esperen fuera. Había dicho un medico del equipo antes de entrar. Praxis, aparcando su pena por la situación de la muerte de su madre tiró de Lily con la ayuda de Thalia y viendo que no se movia la levantó en brazos para llevarla fuera de la sala. Era lo mejor. —Por favor que alguien nos diga algo —imploraba la rubia entre sollozos. —Pronto sabremos, cariño —murmuró su cuñada —. Tienes que calmarte y ser paciente. Thalia no daba a basto. No sabía si consolar a su marido por la muerte de Magna o a Lily por la situación desconocida de su esposo. Ad
Capítulo cuarenta y tres. Vas a ser papá Las palabras en ese momento se habían atascado en la garganta de Lily. Por más que miraba hacia su esposo menos podía parar de llorar y apagar su mutismo. Él por su parte se dedicaba a mirarla embobado, simple y llanamente perdido en la belleza de su esposa a pesar de su clarisimo estado de tristeza. Athos sentía cada vez que la veía que le gustaba más, que no podía parar de enamorarse de ella en cualquier circunstancia y saber que estaba bien era más que suficiente para sentirse hundido en el mar de su pasión. Incluso, en una cama de hospital. —¿Vas a dejar de llorar en algún momento, mi rubia favorita? —preguntó él sintiendo que tenía quw decir algo que la hiciera sonreír y al tiempo acercarse a besarlo, se moría por sentir la piel de su mujer de nuevo, comprobar que estaba sana y no era producto de un sueño.—No te imaginas cuanto te quiero, Athos Stratos —masculló ella al mismo tiempo que se sorbía la nariz —. Estoy tan perdida sin ti, At
Capítulo cuarenta y cuatro. La mitad perfecta del otro El velorio fue fugaz, las dos partes de ambas familias no querían pasar por más dolor antes de acabar con todo ese pasado escabroso y seguir con sus vidas.En cambio los entierros se dieron lugar en el mismo campo santo pero en distintos puntos. Aunque eran las madres amadas de sus hijos —por muy arpía que hubiese sido una de ellas —ninguno de ellos quería hacer un final conjunto para ellas. No se conocían, no tenían nasa en común y no tenían porqué acabar juntas para toda la eternidad. Athos se presentó allí dos días después de haber sido dado de alta con todo el dolor del recuerdo que guardaba de su madre aunque, ahí también había espacio para los reproches. Ella l había intentando matar a su esposa e hijos y eso era algo que el griego nunca olvidaría.Praxis por su parte la despidió acongojado por la vergüenza que supuso para él todo la situación al final de su vida pero sobre todo reprochandole haber vivido una existencia eg
Capítulo cuarenta y cinco. No merezco tu amor —¿Sabes? —comentó Athos de repente, mientras acariciaba el vientre desnudo se su esposa después de hacerla suya una vez más —. Yo al principio estaba tan empeñado en destruirme a mí mismo que no quise pensar que también te destruiría a ti si te llevaba conmigo. Iba a decirte que podríamos ser los padres de Nyan, o compañeros, hasta socios, que no habría sentimientos entre nosotros porque… temía querer más. Y entonces tú dijiste que me querías.—Athos…—No creía que me amases lo suficiente, Lily. No porque pensara que estabas mintiendo, sino porque nunca he creído que ninguna mujer pudiese quererme de verdad. En cierto modo, pensé que mi dureza no te haría tanto daño. Pensé que… te liberaría. Pero no voy a fingir que era solo por ti, ni siquiera voy a fingir que pensé en ti. Pensaba solo en mí mismo, en el dolor que quería ahorrarme. En los largos años viendo cómo el brillo de tus ojos iría disminuyendo poco a poco porque te había forzado
Capítulo cuarenta y seis. Yo los declaro marido y mujer Lily llevaba el pelo suelto y salvaje, y el viento lo hacía volar alrededor de su cara. Se había puesto polvo de oro en la frente y bajo los ojos, como era la tradición griega. La familia y algunos amigos íntimos estaban allí, pero Lily y Athos solo tenían ojos el uno para el otro. Había caído la noche cuando la Liliana Anderson, en esos momentos ya según la ley Liliana Stratos, atravesó el patio de la mansión de Athos Stratos con un vestido de encaje blanco que brillaba como la nieve, en dirección al novio. La luz se filtraba por las vidrieras de la capilla que habían construido para el evy, coloreando la nieve. Los copos caían suavemente sobre el pelo de Athos, sobre la chaqueta de su esmoquin. Todo estaba en silencio, pero no estaban solos. Nunca volverían a estar solos. Incluso cuando estuvieran separados llevarían su amor por el otro en el corazón para hacerles compañía. El sacerdote dio comienzo al servicio religioso
Capítulo cuarenta y siete. Juntos como familia Dos años después...La pareja seguía siendo tan feliz que casi no se lo creían , Liliana vivía en un estado como nunca imaginó llegar a sentirse. Ya sin la sombra de rusos ni mensajes terroríficos, sin que nadie pudiera asediarla o mandarle avisos porque el maldito que tanto tiempo la acosó, no estaba en sus vidas para atormentar a ninguno de ellos con sus enfermas venganzas que no los llevaron a nada bueno. Todo el dolor había pasado, aunque la huella generalmente era difícil de borrar, vivían bien...y juntos como familia.Lily se había vuelto una esposa trabajadora más , no la princesa de ninguna parte. No una mujer mantenida. No la mujer florero de un hombre de negocios cuya fortuna crecía cada día. Ella había querido ser emprendedora también, mostrarle a sus pequeños hijos quw se podía pertenecer a una familia acomodada y labrar su propio futuro. Ya venía de un mundo de confort en el que le costó caro no tener autonomía.Habia monta
Epílogo. Volver a empezar Lily estaba abrazada a su marido, en un domingo cualquiera como esos que ellos solían tener cuando los niños se iban a pasar tiempo con sus tíos al campo, tiempo que ellos aprovechaban para dedicarse el uno al otro, instante para su pareja, tiempo a solas donde la felicidad batía récords, siendo amada como solo él sabía hacerlo. Como solo a su lado encontraba sosiego, felicidad y extrema alegría.Sus piernas le rodean las caderas mientras sus manos subían y bajaban por su miembro sediento de ella. La barriga que tenia eea enorme porque ya estaba de siete meses de embarazo de su tercer hijo pero aún así, todas las mañanas él le hace el amor como nadie era capaz de imaginarse. Y ese domingo un poco más, ella ya sabía que tenían una cita cuando los niños se iban con sus tíos.Una cita diferente, donde había una manta en la terraza en la zona de césped artificial que su esposo había ordenado poner para simular un jardín urbano. A sus hijos les encantaba el áti