Capítulo treinta y uno. Despierta mi amor Tyler cuidó a su mujer por dos largos días. No salió de la habitación en ningún momento. Solo se separaba de ella para tomar rápidas duchas en la propia estancia y se remitía a comer lo que le traían los padres de Diane o el gerente del restaurante, quien era su mano derecha.Estaba esperando a su hermano Athos que vendría a Madrid en cualquier momento. Athos no había podido partir enseguida de Londres porque acababa de tener a su tercera hija, pero desde Londres estaba manejando los hilos para hundir a Ernesto Corzo.La Corona funcionaba de maravilla sin su presencia y en cuanto al programa de televisión, al haber sido grabado previamente podía darse el lujo de retrasar la filmación al menos unos días. El productor le había concedido un plazo de dos semanas. El británico esperaba regresar antes debido a la evolución favorable que presentaba Diane, aunque no estaba de más tomarse unos días para descansar una vez superadas las circunstancias.
Capítulo treinta y dos. Casi te pierdo —De acuerdo — concilió el chef —. Hablaremos de lo que quieras… después de que te haya revisado el doctor.Como si lo hubiese llamado con el pensamiento, el especialista apareció en la puerta acompañado de una enfermera—Buenas noches — saludó con la conciliadora sonrisa que le caracterizaba —. Parece que nuestra Bella Durmiente ha despertado. ¿Cómo te sientes, Diane?Ni la propia muchacha conocía la respuesta.El médico comenzó a examinarla mientras Tyler aprovechó para notificar a la familia de la Concepción sobre las buenas nuevas. Ana Lucía y Fernando ya se encontraban dormidos, no obstante, recibieron la noticia con inmensa alegría.—¿Deberíamos ir ahora al hospital? — cuestionó la madre de la paciente un poco dudosa. Moría por ver a su hija, aunque se encontraba bien entrada en la noche.—Por mí no hay problema — contestó el británico desde el otro lado de la línea —. Sin embargo, les aconsejaría que esperasen a mañana, ya es bastante tard
Capítulo treinta y tres. El bebé milagro La muchacha se acomodó mejor sobre los almohadones e inhaló con profundidad. La conversación sería larga. —Todo esto tiene hasta gracia — comenzó con una estrambótica broma —. Llevo más de diez años planeando tener un hijo. Lo he intentado muchas veces y con varios hombres… — el inglés se tensó ante su declaración, pero la dejó continuar. Necesitaban llegar hasta el fondo del asunto —, excepto contigo, Tyler. Tú llegaste en el momento menos esperado, cuando había echado por tierra mis ilusiones… Le contó toda la historia: sus problemas médicos, las escasas probabilidades de quedar embarazada, los tratamientos de fertilidad con ínfimas posibilidades de éxito. También le narró a grandes rasgos la relación con Ernesto, el trágico accidente de Fernando y la aparatosa ruptura con el primero unos meses después. Y entonces, llegó a la noche en aquel bar, la noche que había decidido olvidar sus problemas y dejarse llevar. Le confesó las sensacione
Capítulo treinta y cuatro. Un mal episodio Diane llevaba rato sintiendo la caricia en su mano derecha sumada a un tenue cuchicheo. Sin embargo, sentía demasiada pereza como para abrir los ojos. La noche anterior le habían informado que había estado tres días sin conocimiento debido a un pequeño trauma en el cráneo, el cual había obtenido en el accidente. En las últimas ochenta horas solo se había encontrado despierta unas pocas dos o tres cuando recién despertó la noche anterior. No obstante, Diane sentía que no había descansado en largos años. Estuvo divagando entre la inconsciencia y la vigilia un buen tiempo hasta que por fin encontró las fuerzas — y las ganas — para lograr mover sus párpados. Al alzar su vista por completo, se tropezó con un par de esferas esmeraldas, cuyos destellos dorados parpadeaban como las luces de navidad. La muchacha creía que la habían trasladado de lugar para llevarla a contemplar un maravilloso espectáculo. ¿Cómo era posible causar tantas sensacion
Capítulo treinta y cinco. El poder y la ira de los Stratos Tyler no estaba preparado para la escena que se encontró en el aeropuerto. Porque del avión no solo había salido su hermano Athos, sino su esposa Lily con sus tres hijos, su hermana Thalia con su marido Praxis y sus hijos… Toda la familia… ¡Toda la familia Stratos West había venido a Madrid! —Pero… — Tyler se quedó sin habla, sin saber exactamente que decir —. ¿Qué hacen todos aquí? —Necesitabas a tu familia — fue Thalia quien tomó la palabra mientras le daba un enorme abrazo de nostalgia —. Y te echábamos de menos. ¿Por qué no me llamaste? Me afectó bastante que recurrieras al cabeza hueca de Athos y no a mí. —Emmm… — Tyler luchó contra sí mismo para recuperar la compostura y volver a su postura normal de siempre —, con todo respeto hermanita, lo que yo quería de Athos tú no me lo podías dar. —¡Eso suena a infidelidad! — lo señaló su hermana de manera acusatoria mientras el hermano de ambos se burlaba de ellos dos y
Capítulo treinta y seis. El comienzo de una nueva vida Dos días más tarde, Diane fue liberada de su calvario. Puso los ojos en blanco cuando vio a la enfermera traer la silla de ruedas. Sin embargo, ante la imponente mirada de su novio, se sentó sin chistar para luego ser guiada por él hacia la salida. Ella no imaginó que agradecería estar sentada. Porque cuando las inmensas puertas correderas se abrieron, algo en su interior hizo que se le hiciera difícil respirar El miedo se filtró entre sus venas, el nudo en su garganta le impidió aún más la respiración y mientras pequeñas motas negras empataban su vista, supo que sentía temor. Por su familia, por el bebé, por perder lo que había estado buscando por tantos años y no quería siquiera pensar en la terrible posibilidad de que fuera su última oportunidad. Alzó la vista hacia el hombre que amaba, el hombre que no quería decepcionar y él supo al instante cómo se sentía. Tyler corrió hasta caer de rodillas frente a ella, estrechando
Capítulo treinta y siete. Un niño con cuerpo de hombre Tres semanas después, Diane se sentía a punto de enloquecer. No había mucha diferencia entre la habitación del hospital y la de la mansión de la Concepción. No la dejaban ni subir las escaleras sola, los objetos electrónicos desparecieron de su alcance de manera misteriosa y la obligaban a comer, dormir o permanecer recostada. Lo único interesante en aquellos días había sido conocer a la familia de Tyler. La hermana y la cuñada del chef eran muy agradables y la acogieron como una más de la familia. Eso sí, ninguna de las dos hablaba una sola frase coherente en español. Más allá del ‘sí’, el ‘hola’ y el ‘adiós’ no sabían nada más.Diane se sentía prisionera en su propia casa. Además de que los cambios de humor típicos del embarazo no se hicieron esperar. Ya no podía reconocerse ni física ni emocionalmente. El pequeño Andrés era su único consuelo, por lo que apenas se separaba de él. Su hermano era como una especie de refugio, de s
Capítulo treinta y ocho. Una sorpresa para Diane —¿Están hablando obscenidades frente a mi hijo de tres meses? Ana Lucía de la Concepción apareció en la puerta dea habitación con los brazos en jarras. Por el tono empleado al realizar la pregunta, su primogénita pudo deducir que había escuchado parte de la conversación e inmediatamente, las mejillas se le tornaron rojas escarlata. —Tranquila, Ana Lucía — intervino el hombre ardiente, demasiado divertido por la reacción de su novia —. Solo hablábamos sobre mascotas. —Claro y yo tengo doce años y dientes de leche — la señora de la Concepción enarcó una ceja. Era un gesto que madre e hija realizaban a menudo —. Mejor denme a mi bebé antes de que la sangre comience a correr. Ana Lucía murmuró algo en el oído del chef para luego marcharse con el niño en brazos, sin siquiera mirar a su hija. Diane no prestó atención a aquel detalle debido a la conmoción, puesto que las palabras de Tyler continuaban rondando en su cabeza. —¿Est