Capítulo treinta y cuatro. Un mal episodio Diane llevaba rato sintiendo la caricia en su mano derecha sumada a un tenue cuchicheo. Sin embargo, sentía demasiada pereza como para abrir los ojos. La noche anterior le habían informado que había estado tres días sin conocimiento debido a un pequeño trauma en el cráneo, el cual había obtenido en el accidente. En las últimas ochenta horas solo se había encontrado despierta unas pocas dos o tres cuando recién despertó la noche anterior. No obstante, Diane sentía que no había descansado en largos años. Estuvo divagando entre la inconsciencia y la vigilia un buen tiempo hasta que por fin encontró las fuerzas — y las ganas — para lograr mover sus párpados. Al alzar su vista por completo, se tropezó con un par de esferas esmeraldas, cuyos destellos dorados parpadeaban como las luces de navidad. La muchacha creía que la habían trasladado de lugar para llevarla a contemplar un maravilloso espectáculo. ¿Cómo era posible causar tantas sensacion
Capítulo treinta y cinco. El poder y la ira de los Stratos Tyler no estaba preparado para la escena que se encontró en el aeropuerto. Porque del avión no solo había salido su hermano Athos, sino su esposa Lily con sus tres hijos, su hermana Thalia con su marido Praxis y sus hijos… Toda la familia… ¡Toda la familia Stratos West había venido a Madrid! —Pero… — Tyler se quedó sin habla, sin saber exactamente que decir —. ¿Qué hacen todos aquí? —Necesitabas a tu familia — fue Thalia quien tomó la palabra mientras le daba un enorme abrazo de nostalgia —. Y te echábamos de menos. ¿Por qué no me llamaste? Me afectó bastante que recurrieras al cabeza hueca de Athos y no a mí. —Emmm… — Tyler luchó contra sí mismo para recuperar la compostura y volver a su postura normal de siempre —, con todo respeto hermanita, lo que yo quería de Athos tú no me lo podías dar. —¡Eso suena a infidelidad! — lo señaló su hermana de manera acusatoria mientras el hermano de ambos se burlaba de ellos dos y
Capítulo treinta y seis. El comienzo de una nueva vida Dos días más tarde, Diane fue liberada de su calvario. Puso los ojos en blanco cuando vio a la enfermera traer la silla de ruedas. Sin embargo, ante la imponente mirada de su novio, se sentó sin chistar para luego ser guiada por él hacia la salida. Ella no imaginó que agradecería estar sentada. Porque cuando las inmensas puertas correderas se abrieron, algo en su interior hizo que se le hiciera difícil respirar El miedo se filtró entre sus venas, el nudo en su garganta le impidió aún más la respiración y mientras pequeñas motas negras empataban su vista, supo que sentía temor. Por su familia, por el bebé, por perder lo que había estado buscando por tantos años y no quería siquiera pensar en la terrible posibilidad de que fuera su última oportunidad. Alzó la vista hacia el hombre que amaba, el hombre que no quería decepcionar y él supo al instante cómo se sentía. Tyler corrió hasta caer de rodillas frente a ella, estrechando
Capítulo treinta y siete. Un niño con cuerpo de hombre Tres semanas después, Diane se sentía a punto de enloquecer. No había mucha diferencia entre la habitación del hospital y la de la mansión de la Concepción. No la dejaban ni subir las escaleras sola, los objetos electrónicos desparecieron de su alcance de manera misteriosa y la obligaban a comer, dormir o permanecer recostada. Lo único interesante en aquellos días había sido conocer a la familia de Tyler. La hermana y la cuñada del chef eran muy agradables y la acogieron como una más de la familia. Eso sí, ninguna de las dos hablaba una sola frase coherente en español. Más allá del ‘sí’, el ‘hola’ y el ‘adiós’ no sabían nada más.Diane se sentía prisionera en su propia casa. Además de que los cambios de humor típicos del embarazo no se hicieron esperar. Ya no podía reconocerse ni física ni emocionalmente. El pequeño Andrés era su único consuelo, por lo que apenas se separaba de él. Su hermano era como una especie de refugio, de s
Capítulo treinta y ocho. Una sorpresa para Diane —¿Están hablando obscenidades frente a mi hijo de tres meses? Ana Lucía de la Concepción apareció en la puerta dea habitación con los brazos en jarras. Por el tono empleado al realizar la pregunta, su primogénita pudo deducir que había escuchado parte de la conversación e inmediatamente, las mejillas se le tornaron rojas escarlata. —Tranquila, Ana Lucía — intervino el hombre ardiente, demasiado divertido por la reacción de su novia —. Solo hablábamos sobre mascotas. —Claro y yo tengo doce años y dientes de leche — la señora de la Concepción enarcó una ceja. Era un gesto que madre e hija realizaban a menudo —. Mejor denme a mi bebé antes de que la sangre comience a correr. Ana Lucía murmuró algo en el oído del chef para luego marcharse con el niño en brazos, sin siquiera mirar a su hija. Diane no prestó atención a aquel detalle debido a la conmoción, puesto que las palabras de Tyler continuaban rondando en su cabeza. —¿Est
Capítulo treinta y nueve. Somos unos idiotas dominados. Tyler se quedó esperando una respuesta con suma impaciencia mientras Diane no hacía otra cosa que torturarlo con su silencio. —Entonces, sexi feminista — insistió el chef ansioso a más no poder. Había preparado toda la proposición con demasiado detalle para que todo terminara de mala manera —. ¿Quieres ser la esposa de este británico con pinta de acosador? —No lo sé — respondió ella por fin con aire bromista mientras dejaba ver una sonrisa en su sorprendido rostro —. ¿Me regalarás tu penthouse? —Te regalo el mundo si quieres, mi amor. —Si me dices 'cielito', te dejaré plantado en el altar, Tyler West — advirtió la muchacha con una ceja enarcada. No terminaba de acostumbrarse a los apelativos pedantes. —¡Caramba! — exclamó él un poco sobreexcitado debido a la situación —. No me has dicho que sí y ya me estás dejando. ¿Eso significa que aceptas casarte conmigo? —Bueno — Diane ladeó la cabeza para quitarle importancia a s
Capítulo cuarenta. Pareja de embarazados calenturientos.Tyler le desabrochó el sujetador a Diane y curvó las manos para abrazar sus pechos llenos. Sonrió satisfecho al oírla jadear y rozó con los dedos los sensibles pezones. Y de pronto la empujó con suavidad sobre la cama y se tumbó sobre ella.La boca de Tyler ardía sobre uno de aquellos pechos, su lengua era como lava. Una fiera respuesta provocó en ella gemidos y labios abiertos.El chef levantó la cabeza con ojos hambrientos, crudos. Se apartó con un sutil movimiento antes de quitarse la falda y el resto de la ropa con manos impacientes. Sus ojos verdes recorrían aquella desnudez sin ocultar su deseo al mismo tiempo que las motas doradas comenzaban a brillar como las luces de Navidad, encendiendo la pasión.Diane se sintió arder. Porque el ardor y el ansia que su ahora prometido hizo surgir en ella hubiera podido hacer arder todo el planeta. La cabeza le daba vueltas, todo razonamiento fue suspendido durante aquel instante de pu
Capítulo cuarenta y uno. El bautizo de Andrés.Diane se sintió presa del pánico y a punto estuvo de desmayarse. —Ya mantendré mis manos quietas, Ana Lucía — pronunció Tyler sosteniendo a su cenicienta prometida —, pero deja de asustar a tu hija, que no queremos una madrina inconsciente. —Desmayada estoy yo, puesto que llevo media hora buscándolos a ustedes dos, par de descarados — protestó la mujer al mismo tiempo que Diane sintió el aire regresar a sus pulmones. Había sido una falsa alarma orquestada por su ocurrente progenitora —. Salgan ya, antes de que encuentre otros padrinos para mi hijo y dicho sea de paso, más responsables que ustedes. ¡Y van a limpiar esta habitación más tarde! — añadió con tono exigente Ana Lucía —. Diane, hija mía, que tienes toda la vida para esto. Apenas hace setenta y dos horas que te quitaron las restricciones y ya andas haciendo travesuras. Tómatelo con calma. —¡Lo siento, mamá! — se disculpó la aludida —. Hormonas del embarazo. —Voy a empezar a co