Capítulo treinta y siete. Un niño con cuerpo de hombre Tres semanas después, Diane se sentía a punto de enloquecer. No había mucha diferencia entre la habitación del hospital y la de la mansión de la Concepción. No la dejaban ni subir las escaleras sola, los objetos electrónicos desparecieron de su alcance de manera misteriosa y la obligaban a comer, dormir o permanecer recostada. Lo único interesante en aquellos días había sido conocer a la familia de Tyler. La hermana y la cuñada del chef eran muy agradables y la acogieron como una más de la familia. Eso sí, ninguna de las dos hablaba una sola frase coherente en español. Más allá del ‘sí’, el ‘hola’ y el ‘adiós’ no sabían nada más.Diane se sentía prisionera en su propia casa. Además de que los cambios de humor típicos del embarazo no se hicieron esperar. Ya no podía reconocerse ni física ni emocionalmente. El pequeño Andrés era su único consuelo, por lo que apenas se separaba de él. Su hermano era como una especie de refugio, de s
Capítulo treinta y ocho. Una sorpresa para Diane —¿Están hablando obscenidades frente a mi hijo de tres meses? Ana Lucía de la Concepción apareció en la puerta dea habitación con los brazos en jarras. Por el tono empleado al realizar la pregunta, su primogénita pudo deducir que había escuchado parte de la conversación e inmediatamente, las mejillas se le tornaron rojas escarlata. —Tranquila, Ana Lucía — intervino el hombre ardiente, demasiado divertido por la reacción de su novia —. Solo hablábamos sobre mascotas. —Claro y yo tengo doce años y dientes de leche — la señora de la Concepción enarcó una ceja. Era un gesto que madre e hija realizaban a menudo —. Mejor denme a mi bebé antes de que la sangre comience a correr. Ana Lucía murmuró algo en el oído del chef para luego marcharse con el niño en brazos, sin siquiera mirar a su hija. Diane no prestó atención a aquel detalle debido a la conmoción, puesto que las palabras de Tyler continuaban rondando en su cabeza. —¿Est
Capítulo treinta y nueve. Somos unos idiotas dominados. Tyler se quedó esperando una respuesta con suma impaciencia mientras Diane no hacía otra cosa que torturarlo con su silencio. —Entonces, sexi feminista — insistió el chef ansioso a más no poder. Había preparado toda la proposición con demasiado detalle para que todo terminara de mala manera —. ¿Quieres ser la esposa de este británico con pinta de acosador? —No lo sé — respondió ella por fin con aire bromista mientras dejaba ver una sonrisa en su sorprendido rostro —. ¿Me regalarás tu penthouse? —Te regalo el mundo si quieres, mi amor. —Si me dices 'cielito', te dejaré plantado en el altar, Tyler West — advirtió la muchacha con una ceja enarcada. No terminaba de acostumbrarse a los apelativos pedantes. —¡Caramba! — exclamó él un poco sobreexcitado debido a la situación —. No me has dicho que sí y ya me estás dejando. ¿Eso significa que aceptas casarte conmigo? —Bueno — Diane ladeó la cabeza para quitarle importancia a s
Capítulo cuarenta. Pareja de embarazados calenturientos.Tyler le desabrochó el sujetador a Diane y curvó las manos para abrazar sus pechos llenos. Sonrió satisfecho al oírla jadear y rozó con los dedos los sensibles pezones. Y de pronto la empujó con suavidad sobre la cama y se tumbó sobre ella.La boca de Tyler ardía sobre uno de aquellos pechos, su lengua era como lava. Una fiera respuesta provocó en ella gemidos y labios abiertos.El chef levantó la cabeza con ojos hambrientos, crudos. Se apartó con un sutil movimiento antes de quitarse la falda y el resto de la ropa con manos impacientes. Sus ojos verdes recorrían aquella desnudez sin ocultar su deseo al mismo tiempo que las motas doradas comenzaban a brillar como las luces de Navidad, encendiendo la pasión.Diane se sintió arder. Porque el ardor y el ansia que su ahora prometido hizo surgir en ella hubiera podido hacer arder todo el planeta. La cabeza le daba vueltas, todo razonamiento fue suspendido durante aquel instante de pu
Capítulo cuarenta y uno. El bautizo de Andrés.Diane se sintió presa del pánico y a punto estuvo de desmayarse. —Ya mantendré mis manos quietas, Ana Lucía — pronunció Tyler sosteniendo a su cenicienta prometida —, pero deja de asustar a tu hija, que no queremos una madrina inconsciente. —Desmayada estoy yo, puesto que llevo media hora buscándolos a ustedes dos, par de descarados — protestó la mujer al mismo tiempo que Diane sintió el aire regresar a sus pulmones. Había sido una falsa alarma orquestada por su ocurrente progenitora —. Salgan ya, antes de que encuentre otros padrinos para mi hijo y dicho sea de paso, más responsables que ustedes. ¡Y van a limpiar esta habitación más tarde! — añadió con tono exigente Ana Lucía —. Diane, hija mía, que tienes toda la vida para esto. Apenas hace setenta y dos horas que te quitaron las restricciones y ya andas haciendo travesuras. Tómatelo con calma. —¡Lo siento, mamá! — se disculpó la aludida —. Hormonas del embarazo. —Voy a empezar a co
Capítulo cuarenta y dos. A merced de la justicia.El auto se detuvo frente a la entrada de la Penitenciaría, acrecentando el nudo en el estómago de Diane. Tomó una respiración profunda y por unos breves instantes, contuvo el aire. —¿Está segura de esto, amor? — preguntó Tyler a su lado, sin soltar su mano.No le había gustado la decisión de su novia. Ni siquiera podía soportar la idea de Diane y ese psicópata de Ernesto compartiendo el mismo aire. Su ex podía volver a lastimarla sin que él pudiera hacer algo para impedirlo. Por supuesto que se opuso a la decisión de Diane de ir a ver a Ernesto Corzo. Tyler se valió de todos los motivos y recursos para evitar aquel encuentro, pero al final Diane se había impuesto y nadie pudo sacarle la idea de la cabeza. —Sí — Diane se animó a sí misma —. Nunca he sido de las que huyen. No voy a comenzar a hacerlo ahora. —Entonces, voy contigo... —No — ella lo detuvo en seco —. Necesito hacer esto... sola. Ernesto, él... de alguna forma me ha abi
Capítulo cuarenta y tres. Felices para siempre Diane se miró en el espejo una vez más en busca de algún elemento fuera de lugar. El vestido se deslizaba a la perfección por su piel mientras el escote de la espalda apenas dejaba nada a la imaginación. Luego, acarició los finos rizos azabaches que le adornaban el rostro. Los estilistas estaban haciendo un trabajo excepcional con el peinado. Ella pensó que jamás había tenido un aspecto tan espectacular, sin embargo, continuaba rebuscando imperfecciones con nerviosismo. El último mes lo había pasado llena de estrés entre vestidos, zapatos, pasteles y arreglos florales. Las mujeres de la familia de la Concepción se habían dedicado a preparar hasta el más mínimo detalle para que aquel día fuera perfecto en todos los sentidos. Después de todo, los medios habían catalogado el evento como "La boda del Año". —¡Ya deja la paranoia, Diane de la Concepción! — la regañó su madre, logrando exaltarla debido a la impresión —. Me tienes con los ne
Epílogo. Contigo lo tengo todo.Tyler se quedó mirando desde la distancia a su mujer, quien jugaba con la hija de ambos Destiny a las orillas de la playa a hacer castillos de arena. Estaban en Marbella y después de una larga temporada de mucho trabajo, por fin la familia había podido tomarse unas buenas vacaciones. Tenían ya tres años de casados y no podían ser más felices con su pequeña bebé. Tyler se levantó de su silla tumbona y decidió unirse a las chicas de su vida. —Sus castillos están demasiado bien estructurados para tener tres años y medio, ¿verdad? — preguntó Diane de pronto mientras miraba a su hija terminar la enorme fortaleza que habían construido, desde los brazos de su marido. Diane arqueaba las cejas y fruncía en ceño sin perderse ni un solo movimiento de la niña. —Lo es — respondió Tyler —. Mi bebé es tan lista como su madre. Y también está el hecho de que tú la ayudaste, mi vida. —Tienes razón. Pero no me vas a negar que tenemos la niña más bonita del mundo. —La