Capítulo treinta. No te sientas culpable.—¿Qué? En lugar de apartarse como él había esperado, Olivia lo abrazó con fuerza y, de repente, fue como volver atrás en el tiempo… a ese horrible apartamento en Las Vegas. — El aire acondicionado estaba roto, como de costumbre — empezó a decir, recordando un tiempo que siempre había querido olvidar —. Hacía tanto calor que cada vez que respiraba sentía que mis pulmones se quemaban. Eric, el novio de mi madre, era un tipo grande y violento… llevaba un par de años pegándola y yo no podía hacer nada. Mi madre lo echaba de casa, pero Eric volvía y ella lo aceptaba. Gael recordaba la frustración que había sentido, la rabia. Deseaba con todas sus fuerzas ser lo bastante grande como para defender a su madre, para cuidar de ella. Y, por fin, llegó el día. — Eric volvió a pegarla el día que cumplí dieciséis años y yo la defendí. Olivia no dijo nada y Gael no la miró porque no quería ver su expresión. ¿Qué vería en sus ojos? ¿Pena?
Capitulo treinta y uno. Nada de amor. En unos segundos, estuvieron desnudos. Gael sacó un preservativo de la cartera y, después de ponérselo, se tumbó en la cama con ella para lamer y besar sus pechos hasta que Olivia tuvo que arquearse hacia él, desesperada por liberar la tensión. Gael susurraba palabras cariñosas mientras seguía torturándola con sus labios y ella respiraba con dificultad, perdida en las sensaciones que solo él podía provocar. Cuando se deslizó hacia abajo, besando su abdomen y la cara interior de sus muslos, se puso tensa. Sin embargo, Gael abrió sus piernas con las manos y se colocó entre ellas. —Gael… —Disfruta — murmuró él, cubriéndola con la boca. Olivia gimió, disfrutando del roce de su lengua en su parte más sensible. Gael lamía y mordisqueaba hasta volverla loca de deseo… Murmuró su nombre durante el primer clímax, temblando. Y seguía temblando cuando entró en ella, llevándola a un orgasmo incluso más profundo que el anterior. Con
Capítulo treinta y dos. Entre la espada y la pared.Gael dejó escapar un suspiro. — No me sorprende. He visto una fotografía suya y ningún hombre con esos dientes puede ser una buena persona. — Parece que el señor O' Doughlin era un timador de poca monta que usaba su encanto para aprovecharse de las mujeres. Hay un par de departamentos de policía en Europa a los que les encantaría echarle el lazo. —Pues no va a ser fácil porque está muerto. —Sí, lo sé. Pensar en Olivia llorando por aquel hombre hizo que se le revolviera el estómago. —De modo que era un ladrón. — Y, por lo que he descubierto, se dedicaba a malversar fondos hasta el mismo día de su muerte. —¿Malversar fondos? ¿De quién? —De Praxis Stratos. — ¡Malditą sea! — Gael golpeó la mesa con el puño —. ¿Estás seguro? —Completamente. Y tengo pruebas, además. — Estupendo — Gael no pensaba contárselo a Olivia por el momento, pero iba a contárselo a Praxis. — Parece que Olivia tuvo suerte d
Capítulo treinta y tres. No puedo ser el marido de nadie.—¿Qué te pasa? — le preguntó Gael a su esposa —. Te has puesto muy pálida. Olivia trató de sonreír. —Estoy bien. Un poco nerviosa. ¿Nerviosa? Aterrorizada más bien. Gael la abrazó, inclinando la cabeza para darle un beso. —No lo estés. Después de enseñarles la parcela iremos a cenar y poco después volverán a casa. — A California — murmuró ella, pensando que en unas semanas también Gael volvería a Sunset Beach, con su familia. Y ella se quedaría allí, en Isla Real. Sola con sus recuerdos.—No hay tiempo para nerviosismos, ya están aquí. Olivia giró la cabeza para ver la lancha de Isla Real dirigiéndose al muelle. — ¡Mi cocina era perfecta! — exclamó Katie —. Te pagué para que la reformaras, ¿y qué hiciste? — sin esperar respuesta, se volvió hacia Olivia —. En cuanto nos casamos decidió reformar toda la casa, así que tiró la pared de la cocina. —Así es más grande y da al cuarto de estar — se defendió Dorian
Capítulo 1. El Precio de la libertadThalía no dejaba de observar la ciudad de Londres por la ventanilla del auto a medida que el mismo avanzaba. No quería hacerlo, pero no tenía otra opción. Su hermano estaba en problemas y como era habitual, su padre la había obligado a limpiar el desastre. Sin embargo, Christian West había llegado demasiado lejos. —Tienes que convencer a Praxis de que retire los cargos contra tu hermano —le había exigido su padre—, a como de lugar. Su destino estaba cada vez más cerca. El reloj seguía avanzando. El servicio de seguridad de Stratos había inspeccionado su coche y su persona, y enviado una foto suya a la planta ejecutiva donde, según le habían informado, la esperaban. Tenía diez minutos antes de ser considerada un riesgo para la seguridad.Había creído que jamás volvería a encontrarse con Praxis Stratos.Se alisó la falda lápiz y evitó asomarse al espejo del coche para comprobar su maquillaje por enésima vez. No tenía sentido. Iba a enfrentarse a é
Capítulo 2. Un millón de euros—Me tendrás a mí, Praxis —contestó Thalia.Praxis vio latir el pulso en el cuello de Thalia. Si no supiera la verdad, pensaría que estaba desesperada. Pero todo eso, como tres años atrás, no era más que un engaño.—Creo que subestimas tus encantos —observó él con crueldad—. ¿De verdad crees valer más de un millón de euros?—Por supuesto —ella palideció aunque se mantuvo firme.—No pretendo insultarte —mintió Praxis—, pero jamás pagaría por algo que podría conseguir gratis. Y en abundancia.—Y yo que pensaba que preferías mantener amantes —espetó ella—. Dudo que te salga gratis.—¿Una noche para saldar la deuda de tu hermano? Eso no me atrae —Praxis se encogió de hombros—. Pero ¿una amante? ¿Durante el tiempo que yo decida? Eso es otra cosa. Aunque más… fatigoso.Thalia apretaba los labios y empezó a cerrar los puños antes de dejar caer las manos.—Maravilloso —contestó ella con una ligereza claramente falsa, ya que ella misma era falsa, por mucho que rea
Capítulo 3. Un Esposo para Mamá Praxis repasaba los planos una vez más. Odiaba el campo y quería marcharse de Bibury cuanto antes. Sin embargo, para eso tenía que convencer a los propietarios de los terrenos que le faltaban por comprar. —Solo míralo, Owen —el griego apartó la vista del periódico cuando escuchó aquella voz infantil femenina. Entonces se encontró con dos niños frente a él, mirándolo de pies a cabeza como si lo evaluaran y al mismo tiempo cuchicheaban entre ellos—. No sonríe y viste de negro. ¿Por qué viste de negro, señor? ¿Se ha muerto su perrito también?Praxis miro hacia los lados más de una vez para comprobar que la niña le hablaba a él y no a alguien más.—¿Me hablas a mí? —le preguntó.—¿Y a quién más? —la niña bufó mientras se soplaba el flequillo que me caía en la cara—. ¿Ves a alguien más aquí? También es medio tonto, Owen. No nos sirve. Praxis frunció el ceño y no supo por qué sintió curiosidad por la pareja de pequeños. No debían de pasar los cinco años y
Capítulo 4. El Padre de los NiñosTras un leve desvanecimiento, Thalia se había medio convencido de que Praxis no era más que producto de su imaginación.Pero no.Ahí estaba, en el mismo lugar. El demonio en persona, tan incongruente en un restaurante de campo que casi se rio ante lo absurdo.Casi. Había muy poco en ese delicioso hombre que le provocara ganas de reír.Pasó una eternidad sin que apartara la mirada de él, que la correspondía con toda la fuerza de su feroz mirada.Thalia tuvo que esforzarse por rechazar las imágenes que amenazaban con invadirla. El recuerdo de lo sucedido entre ellos hacía ya demasiado tiempo como para recordar cada detalle. Sin embargo, ella no podía olvidarlo.—Thalia West, sí que eres tú —al fin habló Praxis. Su voz era como ella la recordaba. Inquietante. Peligrosa—. Explícame qué hace una heredera de Londres trabajando como camarera aquí.—Da la casualidad de que poseo un talento innato para la atención al cliente —respondió ella en su tono más aleg