Capítulo veinticuatro. Una cita en el mar.—¿Qué ocurre, Gael? — preguntó Olivia a su marido.—Nada… — respondió él, tomando su mano —. ¿Qué es esto? El abrupto cambio de tema la sorprendió y Olivia vio que estaba señalando una marca roja en la palma de su mano. —Ah, no es nada, una quemadura. —¿Cómo te has quemado? Ella se encogió de hombros. —Con un soplete. El roce de su mano estaba haciéndole sentir escalofríos. No tenía nada que ver con el propio Gael, nada que ver con el calor que sentía por dentro, se decía. Sin embargo, ni siquiera ella misma lo creía. —¿Qué estabas haciendo con un soplete? Sonriendo, Olivia apartó la mano. Cada vez que la tocaba su cerebro parecía irse de vacaciones y, como estaban solos, necesitaba toda su fuerza de voluntad. Durante la última semana, Gael había ido minando sus defensas y solo el recuerdo de Camilo había impedido que se rindiera. —Si tú puedes guardar secretos, yo también. — No obstante, yo te he contado algún secreto,
Capítulo veinticinco. Tengo que hacerte mía.La tensión sexual que había ido creciendo entre ellos durante esas semanas, de repente se había vuelto insoportable. Ella intentaba aferrarse al recuerdo de Camilo, pero Gael había ido minando sus defensas, su resolución, hasta que no quedaba nada. Y tal vez, pensó, ya no quería resistirse. Tal vez solo quería vivir, sentir, liberarse de esa presión. El brillo de sus ojos le decía que Gael sentía lo mismo y Olivia supo, sin la menor duda, que estaba a punto de dejarse llevar por el deseo que se había apoderado de ella desde que lo conoció. De repente, Gael le quitó la galleta y la tiró por la borda. —¿Qué haces? — Vamos a darle el postre a los peces. Y hablando de postres… — dijo él, sentándola sobre sus rodillas. —Gael, no deberíamos… —¿Por qué no? Estaba temblando cuando Gael le puso las manos en la cintura. Llevaba tanto tiempo luchando contra su instinto, contra el deseo que sentía por él, que era como una segunda natu
Capítulo veintiséis. Sexo, pasión, deseo.Gael la cubrió con su cuerpo y ella levantó las piernas para envolver su cintura. Al notar el roce del miembro masculino en su entrada, Olivia gimió, arqueándose hacia él. No obstante, Gael se contuvo, haciendo lentos círculos sobre sus pliegues, frotándolos hasta que la tuvo temblando de deseo. —Te quiero dentro de mí…. — Espera — dijo Gael, con voz ronca. Y Olivia supo que la espera era igualmente difícil para él. — Nos estás volviendo locos a los dos… — Lo sé, pero va a ser genial. Olivia acarició su torso, rozando las diminutas tetillas con las yemas de los dedos. Cuando lo oyó contener el aliento supo que no tardaría mucho en conseguir lo que quería: tenerlo dentro de ella. — He estado soñando con este momento durante semanas y quiero que dure. — También yo he estado soñando con ello — admitió Olivia, pasando los dedos por la sedosa punta de su miembro —. Y lo deseo más que nada. Gael cerró los ojos, como si estuvie
Capítulo veintisiete. Algo por mí misma.Minutos después seguían en la misma postura, el uno sobre el otro, intentando respirar. Olivia tenía la cara apoyada sobre su hombro mientras Gael le pasaba las manos por la espalda una y otra vez. Su corazón latía desbocado y estaba seguro de que su cerebro se había derretido. Lo maravillaba que aquella mujer pequeña y llena de curvas lo hubiese hecho perder la cabeza de ese modo. No estaba preparado para eso y supo que tenía que decir algo. —He debido ser un canalla en otra vida. —¿Qué? — Olivia levantó la cabeza para mirarlo. — Es la única explicación que encuentro. Cuando estoy contigo, siempre acabo en sofás o en bancos que son demasiado estrechos para mí. Ella lo miró en silencio durante un segundo antes de soltar una carcajada. —¿De qué te ríes? — Lo siento, es que acabo de recordar la primera vez que te vi en el sofá de la suite. Me dabas pena, pero… —¿Pero? — Estabas muy gracioso con las piernas colga
Capítulo veintiocho. El seductor seducido.La cena con la familia Stratos fue bastante bien. Por supuesto, Gael tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la mirada de Olivia y concentrarse en la conversación con Praxis, pero la sabia mirada del anciano le decía que sabía lo que sentía. Una pena que estuviera tan equivocado sobre ese matrimonio. Praxis no sabía que su unión era temporal y estaba encantado mientras él se sentía como una rata traidora por mentirle. Gael apretó los dientes, diciéndose a sí mismo que había aceptado aquello voluntariamente y no tenía derecho a quejarse. Sin embargo, iba en contra de su naturaleza. Olivia le sonrió desde el otro lado de la mesa y, de inmediato, esa sonrisa conjuró una imagen de ella desnuda en el agua… Estaba listo para echársela al hombro y llevarla a la cama. Y se dio cuenta entonces de que el único sitio donde no habían hecho el amor era la cama. Aunque hacerlo en el barco había sido una experiencia increíble. —¿Qué te
Capítulo veintinueve. Estás viva y debes vivir. —Muy bien, me voy a dormir — anunció Olivia entonces —. Mamá, papá, pórtense bien con mi marido. —Pareces cansada — comentó su padre —. Probablemente demasiado sol. —Sí, probablemente — murmuró ella. El sol y el maratón de sexo, pensó Gael. Cuando se quedaron solos, Praxis se inclinó para decir: —Es una belleza, ¿eh? —Sí, lo es — asintió Gael. Gael escuchaba a medias mientras Praxis le hablaba de sus planes de reformar el hotel, pero no dejaba de pensar en Olivia. Esas últimas semanas habían sido fabulosas y aquel día… había sido algo más. Sin embargo, su matrimonio tenía fecha de caducidad y esa fecha se acercaba rápidamente. Y eso hizo que se preguntara qué iba a hacer cuando llegase el momento de decirle adiós. ¿Se saludarían como si fueran viejos amigos? ¿Tendría que fingir que no la deseaba? Olivia Stratos se había convertido en parte de su vida, de su mundo. Sin embargo, su sitio no estaba allí, en Isla
Capítulo treinta. No te sientas culpable.—¿Qué? En lugar de apartarse como él había esperado, Olivia lo abrazó con fuerza y, de repente, fue como volver atrás en el tiempo… a ese horrible apartamento en Las Vegas. — El aire acondicionado estaba roto, como de costumbre — empezó a decir, recordando un tiempo que siempre había querido olvidar —. Hacía tanto calor que cada vez que respiraba sentía que mis pulmones se quemaban. Eric, el novio de mi madre, era un tipo grande y violento… llevaba un par de años pegándola y yo no podía hacer nada. Mi madre lo echaba de casa, pero Eric volvía y ella lo aceptaba. Gael recordaba la frustración que había sentido, la rabia. Deseaba con todas sus fuerzas ser lo bastante grande como para defender a su madre, para cuidar de ella. Y, por fin, llegó el día. — Eric volvió a pegarla el día que cumplí dieciséis años y yo la defendí. Olivia no dijo nada y Gael no la miró porque no quería ver su expresión. ¿Qué vería en sus ojos? ¿Pena?
Capitulo treinta y uno. Nada de amor. En unos segundos, estuvieron desnudos. Gael sacó un preservativo de la cartera y, después de ponérselo, se tumbó en la cama con ella para lamer y besar sus pechos hasta que Olivia tuvo que arquearse hacia él, desesperada por liberar la tensión. Gael susurraba palabras cariñosas mientras seguía torturándola con sus labios y ella respiraba con dificultad, perdida en las sensaciones que solo él podía provocar. Cuando se deslizó hacia abajo, besando su abdomen y la cara interior de sus muslos, se puso tensa. Sin embargo, Gael abrió sus piernas con las manos y se colocó entre ellas. —Gael… —Disfruta — murmuró él, cubriéndola con la boca. Olivia gimió, disfrutando del roce de su lengua en su parte más sensible. Gael lamía y mordisqueaba hasta volverla loca de deseo… Murmuró su nombre durante el primer clímax, temblando. Y seguía temblando cuando entró en ella, llevándola a un orgasmo incluso más profundo que el anterior. Con