En un pueblo chico, en un ambiente cerrado como el del turismo, las noticias corren como fuego con buen viento en un pinar. Ni los choferes ni los guías se sorprendieron de que no los invitara a tomar unos mates antes de salir, como indica el ritual de la buena excursión. Supusieron que estaba apurada por irme al velatorio. Les di las órdenes de servicio, una que otra indicación y me fui apurada en dirección opuesta a la cochería. Media hora después estaba de vuelta en la playa.
Detrás de los matorrales todo seguía igual y no había señales de la chica. Opté por sentarme en las rocas de la orilla a esperar. El viento era un poco frío, pero el sol empezaba a dejarse sentir. Ignoraba cuánto tendría que esperar, sólo sabía que no podía moverme de ahí. Saqué el celular y empecé a leer lo que me había mandado mi hermana. Hab&iacut
Se me ocurrió mientras miraba sin ver el lago. Hacía horas que mi mente vagaba por sus propios derroteros, sin dejar huellas claras en mi memoria, y tal vez era de agradecer. La mañana se había arrastrado como una culebra, el mediodía había pasado y se había ido, la tarde avanzaba. Y la chica no había vuelto. En algún momento me había llamado Mauro porque todavía no había ido al velatorio. No me acuerdo qué excusa inventé para justificar mi ausencia. Y de pronto el pensamiento estaba ahí, claro y concreto como si alguien hubiera colgado un cartel frente a mi nariz.Si la chica volvía e invocaba a su demonio amigo, yo tal vez no tuviera tiempo de hacer todo el ritual para sellarla. Pero si tenía algún objeto suyo, podía desarrollar parte del ritual en su ausencia y dejarlo listo para activar el sello cuando se presentara el momento propicio.
Comencé a recitar la última parte del ritual manteniéndome oculta entre los matorrales. Mi intención no era inhibir las habilidades mágicas de la chica: quería hacerlas desaparecer por completo. Esa brujita que estaba entregándose de nuevo a un demonio, sus gemidos enronquecidos delatando más placer que dolor, no iba a poder siquiera espantar un mosquito sin un buen insecticida. Me iba a asegurar que nunca en su vida volviera a hacerle daño a nadie.Sus jadeos a pocos pasos, mientras el demonio la poseía en completo silencio, alimentaban una rabia sorda que parecía quemarme por dentro. Esa bruja había invocado a un ser tan cruel sólo por egoísmo. Había sentenciado a muerte al hombre que decía amar sólo porque él no la correspondía, o porque amaba a otra persona. Y ahora gritaba de placer en los brazos del asesino. Jamás se había de
Se acercó con lentitud deliberada, observándome sin dejar de sonreír.—Tantos deseos frustrados en ese corazón. ¿No querés pedir siquiera uno? —Soltó una risita que me empujó un paso hacia atrás—. Ya viste que el precio no es tan desagradable como lo pintan.Era el momento perfecto para dar media vuelta y salir corriendo, tal como aconsejara la abuela Clara y como suplicaba mi instinto de conservación. Pero cuando quise moverme, descubrí con horror que mis piernas no me obedecían: estaba clavada al suelo como si tuviera los pies en un bloque de cemento.—Qué gracioso. Le tenés miedo a tus propios deseos.Apenas presté atención al detalle de que parecía capaz de leer mi mente. Sentí el sudor que me resbalaba por la cara y bajo la ropa. No lograba mover mis pies siquiera un milímetro, y el demonio estab
El 16 de octubre me tomó completamente por sorpresa. Había pasado la última semana como una verdadera autómata, sin registrar nada de lo que sucedía a mi alrededor. Ya no necesitaba la faja apretándome las costillas todo el día, y los moretones de mi espalda casi habían desaparecido. Pero el encuentro con ese extraño demonio alado me había dejado una secuela mucho más profunda y duradera: el miedo. Era algo mucho más sutil que vivir aterrorizada todo el tiempo. Todavía poblaba buena parte de mis sueños para convertirlos en pesadillas, todavía se me aceleraba el pulso cada vez que recordaba las palabras de la abuela Clara, que persistían en mi memoria como una sentencia definitiva: “Vas a volver a encontrártelo.”Era una suerte que Majo ya hubiera empezado a trabajar con nosotros. Mauro estaba tan pendiente de ella que no prestaba atención a
—Lu, qué suerte que llamaste, estaba buscando tu número.Cuando un transportista que contrataste te saluda de esa forma, es el momento justo para empezar a buscar alternativas de emergencia. Eso hice, escuchando sólo a medias las excusas que Chapi intentaba darme. El chofer de su kombi estaba descompuesto y tenía ese servicio de todo el día colgado, así que iba a tener que cubrirlo él y todavía no encontraba alguien para manejar el minibús y hacer la entrada del aeropuerto que me había confirmado diez días atrás.—Voy a seguir buscando, pero si conseguís alguien más, mejor. Avisame nomás. Voy a tener señal hasta las diez.Gracias, Chapi. Te aviso. Y que te garúe finito.—¡Buenos días, Vietnam!La voz de Lucas desde la puerta del local no contribuyó a mejorar mi humor, pero tenía que conc
Entramos al aeropuerto casi sin haber cruzado palabra con Lucas. Está fresco. Sí. Ojalá se mantenga el buen tiempo. Al menos para la caminata de mañana. Quince minutos más de silencio, los dos mirando hacia adelante, la ruta oscurecida. En algún momento prendió la radio, una estación de música tranquila. Pareció espesar el silencio. Me di cuenta sorprendida que era la primera vez, en los años que llevábamos trabajando juntos, que estábamos solos.—Llegamos temprano —dijo, señalando el pabellón de arribos. Todavía no había ningún transporte estacionado en la puerta.—Mejor.Se detuvo con suavidad y tiró del freno de mano. Manejaba bien. De hecho, mejor que muchos transportistas que conocía. Se volvió hacia mí con una sonrisa vaga.—¿Querés que te espere acá, o
Circuito Chico con caminata a la mañana, almuerzo y Cerro Catedral a la tarde. Bien, nada complicado. Tenía planeado escaparme al mediodía y dejar que Lucas los llevara solo a Catedral. No podía desaparecer de la oficina toda la semana, y no me interesaba quedarme trabajando hasta cualquier hora de la noche para dejar todo listo para el día siguiente. Sobre todo si ese día siguiente amanecía con el fam tour camino a San Martín, y yo con ellos. Resoplé mentalmente. Más valía que los de Tango nos llenaran de reservas para todo el año. No quería aguantar el tedio de la excursión a San Martín gratis.Bajé a la ruta saboreando la mañana, fría y luminosa como sólo puede ser la primavera en Bariloche. Ariel no tenía clases y se había quedado durmiendo. El aire empezaba a oler a flores y a polen, para desesperación de los alé
El grupo nos esperaba en la recepción del hotel, todos listos y radiantes. Subieron a la kombi parloteando como estudiantes, pero se callaron en cuanto Lucas agarró el micrófono. Lo escuché con curiosidad porque era la primera vez que lo veía guiar. Otra vez por supuesto, su manejo del grupo era magistral, y alternaba la información en dosis justas de historia, geología, flora y fauna y hasta chismes de gente famosa que había pasado por ahí o por allá. Además de su inglés perfecto, sabía hablar con un ritmo que permitía que los pasajeros asimilaran lo que decía sin hacerse lento, y todo el tiempo daba pie a preguntas que contestaba de buena gana. Ya la noche anterior se había aprendido los nombres de todos, y bromeaba con ellos como si fueran amigos personales. Habíamos decidido dar la vuelta al revés para evitar gentíos y nuestra primera parada fue Pu