LeahCuando entré a la biblioteca después de haberme dado el lujo de usar por casi una hora el hidromasaje de Frederick, me sentía completamente relaja y con ánimos de informarme sobre el plan que llevaríamos a cabo para enredar a Rossi, al final de la semana, tendría que estar tan encantado con nosotros que se sentiría realmente mal de solo pensar en hacer negocios con alguien que no fuese nosotros. Por eso habíamos decidido realizar una tregua, para poder convivir durante dos semanas bajo el mismo techo. Creímos conveniente decirle a los niños que se debía a una remodelación de urgencia que debíamos realizar en nuestro piso, aunque claro que a ellos los motivos no les importaban tanto como pasar tiempo con su padre. Sin embargo, yo no quería que imaginarán o guardarán falsas esperanzas. Debía decir que Frederick me estaba sorprendiendo gratamente. No solo se llevaba de maravilla con ellos, si no que estaba atento a todas sus necesidades. La primera noche preparó un campamento imp
Leah La ley de afinidad que gobierna las relaciones de dos elementos improbables, se define por las propiedades electromagnéticas que los lleva a buscar combinarse para formar un compuesto único. Y podía decirse que Frederick y yo, éramos dos elementos improbables que parecían estar unidos por la ley de afinidad, ya que por definición estábamos en lados diametralmente opuestos. Yo odiaba las compras, cada vez que mamá insistía en viajar a Paris para pasar horas en el Tally Weill o el Palais Royal, y luego descansar horas cotilleando en algún café parisino, fingía tener una gripe de muerte con tal de que no me obligase a acompañarla. Porque lo que para ella era el cielo, para mí consistía en una tortura. Pero para Frederick, parecía ser una especie de aventura fantástica porque disfrutaba tanto de las compras que me parecía casi imposible de soportar. Aunque si tenía su encanto, verlo radiante de alegría, arrastrándome por los pasillos y tomando el control la hora de elegir cada
Leah Me detuve a mirarme en el espejo de la sala, solo para comprobar que no tenía un solo cabello fuera de lugar, además de revisar varias veces el clutch de brillantes que iba con el vestido y estaba tan impresionada con lo que me devolvía el espejo, que ni siquiera había escuchado entrar a Catriona. Era un vestido hermoso, el drapeado del corpiño, me dejaba ver el gran detalle con el que se había realizado. —¡No puedo creerlo! —Exclamó Catriona boquiabierta al verme a través del espejo. —¿Ese es un Oscar de la Renta exclusivo? —Preguntó tomando la falda. —Es un sueño hecho realidad, por favor prométeme que luego de que lo uses me lo prestaras para alguna fiesta, te lo ruego. —Puso sus manos juntas como en plegaria y me dedicó un puchero adorable. Sonreí dándome la vuelta y tomando la falda. —No creo que pueda, porque es un regalo. —Caminé hacia la entrada. —¿Un regalo? ¿De quién? —Me interrogó intrigada. Siguiéndome. —De Frederick, también me obsequio la gargantilla, aunque
LeahAntes de que pudiese entender lo que estaba ocurriendo los largos dedos de Daniel me estaban tomando del brazo y separándome de Frederick como si fuese una niña pequeña que había sido descubierta besando a su amigo de juegos.— ¿Qué es lo que está ocurriendo aquí, Leah? —Me increpó mirándome como si estuviésemos solos. —No habíamos quedado en esto cuando decidí apoyar esta farsa con la que estuviste de acuerdo. ¡Te lo dije, te lo advertí, no soy tu puto juguete! —Gritó apretándome la muñeca.Los ojos de Dani que siempre me parecían amables y dulces, ahora estaban encendidos de enfado. Pero yo me sentía más preocupada por los rumores que podían llegarle a nuestro hombre, porque aunque la mayoría de los invitados disimulaban, algunos nos miraban de reojo esperando la oportunidad de obtener un chisme jugoso.La sorpresa me había dejado completamente paralizada, ni siquiera lograba abrir la boca para responderle, estaba completamente inmóvil, perpleja. Entonces Frederick comprendió q
Leah En cuanto salí de la habitación al pasillo, el aroma de la masa de los Waffles dorándose, me llegó de forma provocativas, invitándome a darme prisa. Y en cuanto estuve a unos metros de donde provenían sus voces, sentí una ligera opresión en el pecho que podía decir que era algo así como ilusión. Frederick me había dejado una pequeña nota sobre la almohada que decía: «Te esperamos para el desayuno de la victoria, trae tu tiara de diamantes, hoy cocino para ustedes». Realmente no podía decir que saber usar la wafflera era cocinar. Sin embargo debía reconocerle que darles el día libre a la cocinera, la encargada de la limpieza e incluso a Parker para que estuviésemos solos, era muy dulce. Cuando estuve cerca de la cocina me detuve un momento para escuchar que decían. —¿Leíste las recomendaciones que te envié para la manipulación higiénica de los alimentos? —Se escuchó la vocecita de Collins. Eloise y Sheldon discutían sobre una caricatura. —Sí, de hecho tengo una copia pega
Frederick Tomé la pequeña tacita de porcelana y la llevé a mis labios, para beber el líquido marrón claro que se encontraba dentro, algo que Eloise decía que era té, pero que yo dudaba bastante que lo fuera. Más bien me parecía una desagradable mezcla de colorante, agua y azúcar. Una de las cosas que más extrañaba de mi país sin importar cuantos años pasaron desde que me fui, era la posibilidad de tomar una buena taza de té. Por suerte para mí, Parker preparaba un té magnifico y realmente dudaba que ese estuviese preparado por él, aun así, me esforcé por beber hasta la última gota de la pequeña tacita de porcelana y sonreír como un buen invitado debía hacer para honrar a la anfitriona. Sin importar lo incomoda que fuese la silla en donde estaba sentado, ni que sintiese una de mis nalgas completamente fuera de la pequeña superficie de plástico. —Gracias por asistir a mí te especial… —Dijo Eloise con solemnidad, llevando la tacita a los labios y levantando ligeramente el meñique. —
Leah Cara Bascor, me dedico una sonrisa fugaz cuando me vio en el la recepción del hotel. Saludo a los directivos que la estaban felicitando efusivamente, con un cortes: —Muchas gracias, señores. Si me disculpan, tengo asuntos urgentes que atender. —Le tendió la mano a cada uno de ellos , antes de caminar hacia donde me encontraba con una sonrisa radiante. Era una suerte que ella fuese gerente del hotel donde Rossi se hospedaba y lo tomé como una especie de señal. Por lo que sin decirle a nadie de mis planes, me decidí a abordarlo. Quizás era una locura, pero situaciones desesperadas, requerían medidas desesperadas. Nuestras acciones habían bajado en una noche un doce por ciento. Su rostro se fue iluminando a medida que estaba más cerca de mí. —Leah, estas preciosa. Las fotos que vi publicadas de ti, en la revista económica, no te hacen justicia para nada. Siempre digo que deberían pensar más en la estética. —Sonreí, con Cara habíamos sido compañeras de colegio, y aunque no nun
Frederick En cuanto el botones abrió la puerta para nosotros de la recepción los niños intercambiaron miradas chispeantes. —Es muy grande —Eloise tenía los ojos muy abiertos, y observaba todo con curiosidad. —Y cuanta gente…—Me sonrió al ver como huéspedes iban y venían en todas las direcciones. La elegante sala de espera estaba atiborrada de personas que aguardaban que llevasen sus equipajes. Los botones estaban a tope de trabajo y los recepcionistas no paraban de atender los teléfonos, así como a los huéspedes que estaban frente al enorme mostrador de madera lustrosa. Eso era una suerte para nosotros, ya que pasábamos completamente desapercibidos. Bueno ellos, más que yo. Incluso podíamos decir que corríamos riesgo de que fuesen pasados. Saqué mi móvil y miré la información que me había enviado el investigador privado. —Bueno, según el informe, Rossi se reunirá en una de las diez salas de reuniones que tiene el hotel, para almorzar. La sala “6 B”. —Miré hacia todos lados busc