Leah Cara Bascor, me dedico una sonrisa fugaz cuando me vio en el la recepción del hotel. Saludo a los directivos que la estaban felicitando efusivamente, con un cortes: —Muchas gracias, señores. Si me disculpan, tengo asuntos urgentes que atender. —Le tendió la mano a cada uno de ellos , antes de caminar hacia donde me encontraba con una sonrisa radiante. Era una suerte que ella fuese gerente del hotel donde Rossi se hospedaba y lo tomé como una especie de señal. Por lo que sin decirle a nadie de mis planes, me decidí a abordarlo. Quizás era una locura, pero situaciones desesperadas, requerían medidas desesperadas. Nuestras acciones habían bajado en una noche un doce por ciento. Su rostro se fue iluminando a medida que estaba más cerca de mí. —Leah, estas preciosa. Las fotos que vi publicadas de ti, en la revista económica, no te hacen justicia para nada. Siempre digo que deberían pensar más en la estética. —Sonreí, con Cara habíamos sido compañeras de colegio, y aunque no nun
Frederick En cuanto el botones abrió la puerta para nosotros de la recepción los niños intercambiaron miradas chispeantes. —Es muy grande —Eloise tenía los ojos muy abiertos, y observaba todo con curiosidad. —Y cuanta gente…—Me sonrió al ver como huéspedes iban y venían en todas las direcciones. La elegante sala de espera estaba atiborrada de personas que aguardaban que llevasen sus equipajes. Los botones estaban a tope de trabajo y los recepcionistas no paraban de atender los teléfonos, así como a los huéspedes que estaban frente al enorme mostrador de madera lustrosa. Eso era una suerte para nosotros, ya que pasábamos completamente desapercibidos. Bueno ellos, más que yo. Incluso podíamos decir que corríamos riesgo de que fuesen pasados. Saqué mi móvil y miré la información que me había enviado el investigador privado. —Bueno, según el informe, Rossi se reunirá en una de las diez salas de reuniones que tiene el hotel, para almorzar. La sala “6 B”. —Miré hacia todos lados busc
Frederick Leah se marchó después de despedirse de los niños como si estuviese a punto de marcharse a la guerra. Ella tenía un regla muy estricta sobre no trabajar los fines de semana para poder dedicárselos a los niños, pero considerando que se debía cerrar el trato ese mismo fin de semana, antes de que Rossi abordase un avión el lunes por la mañana temprano, no tuvo demasiadas alternativas. En cuanto Parker cerró la puerta unos momentos después tras Leah, hice una mueca y ellos se echaron a reír. Estábamos completamente solos, lo que era emocionante y aterrador en igual medida. —¿Por qué tiene que ir a trabajar un domingo? —Se quejó Eloise. La miré divertido. —¡Recorcholis! —Exclamé, recordando que no debía decir groserías frente a ellos porque Eloise era como una esponja que absorbía todo lo que no debía. — Eso sí que me dolió. ¿No te gusta que los cuide? ¡Pero si pensé que nos divertíamos un montón cuando mamá trabajaba! La última vez me senté junto a Espartaco y él miraba com
Leah —¿Nos vamos? —Preguntó Frederick, más que divertido por la situación cuando se paro a mi lado en el ascensor. Lo miré de reojo, con ganas de arrancarle esa estúpida sonrisa que tenía pintada en el rostro. Yo no quería ir a ningún sitio con él, ni siquiera sabía que mosco le había picado a Rossi para prácticamente haberme obligado a ir con Frederick a algún sitio. Probablemente los niños tenían mucho que ver, no obstante no estaba en posición de negarme, luego de haber estado a punto de perder el trato. —Yo podría ir a tomar un café o caminar por el parque y tu puedes ir a donde se te venga en gana. No es necesario que vayamos juntos a ningún sitio. —Dije bastante irritada, aunque no estaba segura de si el motivo de esa irritación era que no lograba apartar la vista de él. Llevaba unos jeans gastados una camiseta negra y una chaqueta de cuero, lo que me recordaba al Frederick que había conocido recién llegado, rebelde, desgarradoramente atractivo que se paseaba por la ciudad
FrederickHasta esa noche se podía decir que había manejado razonablemente bien la reacción de mi cuerpo ante la cercanía de Leah. Hasta esa misma tarde donde prácticamente había perdido todo el autocontrol que tenía. Ocurrió en algún momento mientras intentaba enseñarle a jugar, su trasero se apretó sin intención contra mi ingle. Fue cuando una inevitable ráfaga de deseo me atravesó como una lanza que se clavaba en mi pecho, bajando hacia lugares menos inocentes con velocidad brutal.Para ser sincero, ni su poca destreza en el billar me hizo sentir que ese fogonazo de lujuria que había sentido se apagaba. Por lo que en ese instante a pesar de la distancia física, nuestra cercanía se tornaba francamente dolorosa.La tensión se podría haber cortado con un cuchillo de mantequilla de haberlo querido. Lo que había intentado ignorar durante días, era cada vez más patente, ella era la única mujer que deseaba hasta sentir que perdía la cabeza, ella era la protagonista de todas mis fantasías,
LeahCatriona coloco el intermitente para girar en Lexington y la calle setenta y dos, mientras continuaba despotricando sobre Parker, lo que era bastante incómodo.— ¡Ese hombre es imposible te lo juro! —Gritó golpeando le volante. —Se atrevió a decirme que sabía que lo botaría como a un pañuelo descartable porque mi reputación me precede, por lo que consideraba que lo mejor era terminar ahora, antes de salir herido. ¿Qué es lo que intentaba decir?Suspiré profundamente, dejando que sacara todo lo que su enamoradizo corazón desease.— ¿Qué se siente inseguro respecto a su relación? —Me tapé el rostro con la mano, esperando el grito.— ¡No! ¡No, Leah! —Resopló por la nariz, sin apartar la mirada del frente. —No estás aquí conmigo, no te siento verdaderamente comprometida en esta conversación. ¡Quiso decir que soy una put@!La miré con los ojos abiertos de par en par.— ¿Qué? ¡No! —Negué con la cabeza. —Definitivamente no creo que Parker, haya intentado decir eso. Él es un caballero.M
LeahPuede que Catriona, tuviese la razón. Cuando llegué al piso en el ático de Frederick el olor a comida me llegó de forma provocativa y sensual. Aunque lo que realmente me dejo de piedra, fue que la mesa estaba puesta y no de forma casual como solía estar cuando comíamos a diario. En el centro de la mesa se encontraba un arreglo floral de peonias blancas, enmarcado por velas que iluminaban tímidamente el ambiente.Me detuve sorprendida, cuando Frederick apareció con una botella de Chardonnay del año noventa y seis en las manos. Sobre los platos se podía ver dos piezas de salmón teriyaki acompañado de una porción de espinacas gratinadas. Todo se veía delicioso y por primera vez desde que conocía a Frederick sentí que estábamos en una especie de cita.La verdad, era que de alguna forma nunca antes se había molestado en hacer algo tan especial para mí. En la cocina, todavía se podía ver los utensilios que había usado y en cuanto dejo el vino sobre la mesa, se apresuró a quitarse el de
LeahFrederick me tomó suavemente de la nuca, tumbándome de costado para que lo mirase. Su pierna rozó la mía de forma sutil, casi casual, pero ese solo toqué fue suficiente para que entreabriese los labios ligeramente. Ese gesto fue la señal que necesitaba para que su mano se precipitara a mi rostro y trazara mi mejilla con sus nudillos, hasta llegar a mi labio inferior, el cual acarició con el pulgar entre pequeños suspiros.Me atrajo hacia él, sus manos tomaron mi cintura con ferocidad, su tacto se sintió como el acero caliente fundiéndose sobre mi piel.—¿Estás segura de esto? —Preguntó con voz ronca vacilando solo un momento entre toque y toque. —Si comenzamos, no creo poder detenerme. —Me advirtió con un tono ronco y urgente, que logro que la sangre hirviese en mis venas.Su aliento golpeo en mis labios y el nudo que tenía en el estómago se apretó cada vez más, presa de la ansiedad que me provocaba su cercanía.Entonces los labios de Frederick, rozaron con parsimonia los míos, p