Phillip entró a la habitación, y Georgina lo sorprendió de nuevo. Esta vez, por su pijama. Era diminuta, de encaje negro, ceñido a su… aún esbelto cuerpo.
¿Cuántos años tenía su esposa?
Cuarenta y tres.
Había parido una hija hacía veintitrés. Se había casado con él a los diecinueve. Era virgen la noche de bodas.
Ah, suspiró Phillip. Se le estaban viniendo muchos recuerdos justo ahora.
Miró a Georgina con la intención de sonreírle y decirle que recordaba cuando, la primera noche, ella había salido del cuarto de baño
— ¿En serio amas tanto tus libros que prefieres cargar con ellos que volverlos a comprar? –le preguntó Tess a Heather, viéndola poner en un pequeño maletín, muy caro, por cierto, un libro tras otro—. ¿No habías dicho que ahora los tenías en digital? Heather sonrió.—Cambié de opinión. Y no sólo porque los ame, que sí, los amo; es más bien porque tengo ediciones tan viejas y tan bonitas que ya no han vuelto a salir. Muchas de estas obras dejaron de circular hace tiempo, así que me llevaré mis libros a casa.— ¿No decías antes que no querías invadir el espacio de Heather y no sé qué más?
Richard vio a su hijo caminar hasta las tumbonas dispuestas alrededor de la piscina. Caminaba como un zombi, con las llaves del auto en la mano, sin mirar nada. Desde la ventana, vio que se sentaba y le daba vueltas a sus llaves en las manos con mirada perdida.Sonrió y caminó hasta él. Se sentó en la tumbona de al lado y le puso la mano sobre una de sus rodillas para atraer su atención.—Me llamó Phillip. Me dijo que en tres meses te casarás con su hija. ¿Es eso cierto? —Él no contestó, sólo se pasó la mano por la nuca, masajeándose—. ¿Te lo estás pensando? ¿Te arrepentiste?—No, yo… tengo un poco de pánico, supongo…
—Definitivamente tus raviolis tenían algo afrodisíaco –dijo Raphael, un par de horas después, en su habitación. Heather se echó a reír.—Escupí encima de ellos.— ¡Pobre papá! –Heather rio a carcajadas, y de repente él se sentó en la cama, con el rostro iluminado por una idea.— ¿Qué? –preguntó ella, un poco cautelosa.—He pensado que… Nunca has esquiado. ¿No te gustaría?— ¿Esquiar? ¡Pero es verano!—Hay lugares con nieve pe
— ¿Qué te crees que haces, Phillip Calahan? –Exclamó Georgina, mientras Phillip la llevaba casi arrastrada a la zona de parking—. ¿Con qué moral vienes a reprocharme el venir a una cena con Adam Ellington?— ¿Entonces no vas a negar que es tu amante?— ¡Tú, estúpido! Traes a tu amante, le compras ropa de diseñador, la enseñas en lugares públicos y ¿me reprochas a mí? ¿Por qué puedes tú tener un amorío y yo no? –Phillip se detuvo en su caminata y la tomó de ambos brazos con tanta fuerza que ella tuvo que soltar un quejido.— ¡Dime! ¿Es Adam tu amante?— ¿Y qué
Phillip entró a la casa, subió las escaleras de a dos escalones por vez y caminó directo a la habitación sabiendo que allí la encontraría; pero estaba vacía. Caminó hasta el cuarto de baño. Sus cosas estaban allí, pero ella no.— ¿Georgina? –llamó.Bajó de nuevo las escaleras, buscándola por toda la casa, hasta que preguntó al servicio y le dijeron que estaba en el jardín.Phillip la halló en la oscuridad, con una botella en la mano, y mirando el vacío.—Georgina –dijo él suavemente—. Tenemos que hablar.—Sí, supongo que sí –ell
Adam Ellington conducía un Mercedes Benz e200 azul oscuro; fino, caro, confiable, aburrido… Tal como él.Deambuló por la ciudad hasta que llegó a un sitio que venía frecuentando los últimos días; más específicamente, desde el día que la volvió a ver en la fiesta de Heather Calahan.Era ella, no había duda. Ahora tenía otro apellido, pero era ella: Tess.Hizo una mueca al recordarlo. Ella ni siquiera había dado muestras de recordarlo. Lo había mirado sin preguntarse siquiera si lo había visto antes. Pero claro, la última vez que se vieron fue hace casi quince años, y él había cambiado mucho desde entonces, ¿cómo lo iba a recordar?
Keith estuvo atisbando los alrededores del Hospital General de San Francisco por varios días, varias semanas, hasta que al fin la vio.La seguridad de la mansión era demasiada como para sobrepasarla, así que tuvo que idearse un plan para verla en otro lugar, y el más público era el hospital. Una mañana al fin tuvo suerte, y la vio bajar del automóvil de la casa, conducido por un hombre que debía ser su chófer. Se preguntaba por qué usaba un chófer si ella sabía conducir y odiaba depender de otro para hacer sus diligencias. Heather era muy independiente.Salió de su escondite y entró al hospital tras ella. Cuando estuvo a punto de perderla en la sala de pediatría, la alcanzó.—Al fin te
— ¿Sabes que Craig te hizo un video? Tú, doblemente penetrada… lo que daría tu novio por ese video –Esta vez Heather abrió su boca además de sus ojos, y Keith se echó a reír. –¡No, espera! Lo que darían las páginas de pornografía por un video de una celebridad como tú, que ahora se hace pasar por buena, ¡por subir ese video! ¡Me haría rico, Heather! –rio Keith—. Pero mira que soy bueno, y no lo he hecho. Recuperé las cosas de Craig. El pobre murió en ese accidente –al ver que Heather palidecía aún más, se volvió a pegar a ella y le susurró—: tus papitos no te dijeron lo que les sucedió a los que iban contigo en el auto esa noche, ¿verdad? Pues déjame ilustrarte: Craig murió; salió disparado del deportivo y se rompi&oac