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Richard vio a su hijo caminar hasta las tumbonas dispuestas alrededor de la piscina. Caminaba como un zombi, con las llaves del auto en la mano, sin mirar nada.  Desde la ventana, vio que se sentaba y le daba vueltas a sus llaves en las manos con mirada perdida.

Sonrió y caminó hasta él. Se sentó en la tumbona de al lado y le puso la mano sobre una de sus rodillas para atraer su atención.

—Me llamó Phillip. Me dijo que en tres meses te casarás con su hija. ¿Es eso cierto? —Él no contestó, sólo se pasó la mano por la nuca, masajeándose—. ¿Te lo estás pensando? ¿Te arrepentiste?

—No, yo… tengo un poco de pánico, supongo…

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