Rossie salió de la sala de maquillaje como nueva: sus ojos brillaban y su corazón latía todavía con más fuerza que minutos antes. Había llegado la hora de la verdad.
The Boyz in the Band ya no se hallaban en la sala de espera. Se escucharon gritos agudos de las fans en el estudio. Con seguridad ya se encontraban en el plató. En treinta segundos más, el turno sería de ella. La seductora voz de Erika de Sousa resonó como una campanilla que puso a la multitud en silencio, como por arte de magia.
–Nuestra siguiente invitada fue elegida de entre más de trescientas aspirantes. Su inteligencia, gracia y dominio del idioma inglés le hizo acreedora al primer lugar en el concurso para convertirse en la entrevistadora estrella de esta noche. A sus dieciocho años, es presidenta del Club de Periodismo de su colegio, el Sagrado Corazón de La Capital. Esta tarde tendrá el honor de conducir la charla con la boyband más popular del momento, en vivo y en directo para la televisión nacional e internacional. ¡Recibamos con un fuerte aplauso a la señorita Rossana Regiés!
«Este es tu momento, Ro. No lo arruines, por favor». Rossie respiró profundo por la nariz y exhaló por la boca. Luego, ingresó al plató con una sonrisa y se presentó al público, tal como lo había ensayado. Saludó a Erika con beso en la mejilla y luego a cada uno de The Boyz (Kaoh incluido). Todos actuaron como si la acabasen de conocer, los boybanders sonreían y bromeaban como si habitasen, por unos minutos, en un universo paralelo en el que no existían discordias. Ni con ella, ni entre ellos.
Rossie tomó asiento en un sillón modular rojo que la marcaba como protagonista del episodio. Frente a ella, Toby y Jared, sentados uno junto al otro, le sonreían con picardía. El Goodboy hasta le guiñó un ojo y le alzó el pulgar al disimulo, en señal de aprobación. Kaoh y Niko se veían tan amables como si fueran los gemelos bondadosos del par de gruñones que había acabado de conocer minutos atrás.
«Quien no los conozca, que los compre», pensó Ro.
Rossie condujo la entrevista como toda una profesional, Erika traducía al español la conversación, luego de cada intervención.
–Mi siguiente pregunta es para Jared –a Rossie le centellearon los ojos cuando pronunció su nombre. Las chicas gritaron y el Goodboy rio, aplaudió y puso su índice en la boca, para indicarles que por favor hicieran silencio–. ¿Cuál es tu impresión sobre las fans de La Capital?
De nuevo el auditorio estalló. El Emperador les pidió mesura con las dos manos. Callaron por fin.
–Bueeeenoooo –su declaración quedó en suspenso por un par de segundos–, las encuentro a todas muy hermosas.
Las fans volvieron a gritar despavoridas.
–Pero… –continuó el Goodboy–, debo decir que una de ellas me llamó mucho la atención.
–¿En serio? –la pregunta de Rossie fue sincera. Tenía curiosidad por saberlo–. ¿Y podemos saber de quién se trata?
–La vi afuera del estudio –continuó Jared, de forma muy efusiva–. Y debo decir que se veía muy cutie con su faldita azul.
El auditorio perdió la cabeza, la mitad de las muchachas se habían fugado de sus colegios para ver en vivo a The Boyz in the Band, y ni siquiera habían tenido tiempo para cambiarse de ropa. Muchas eran del Sagrado Corazón. El Emperador podía haberse referido a cualquiera.
Pero algo le dijo a Rossie que Jared hablaba de ella. No pudo evitar sonrojarse y reír.
–¿Escucharon eso, chicas? –Ro se dirigió a ellas–. ¡Ya saben cómo debemos ir vestidas mañana al concierto!
Alborotadas, las chicas gritaron y animaron a la conductora. Jared y los muchachos reían y se dedicaron a gastarse bromas durante la hora y media que duró aquel encuentro.
–¿Sabes algo, Rossie? –esta vez fue Toby quien lo dijo–. Esta es la mejor entrevista que hemos tenido en años. Y no exagero.
Era cierto. Rossana la había preparado durante semanas. Conocía a fondo a la banda y la respectiva biografía de cada uno de los chicos. Nada de preguntas insulsas, salvo las necesarias para hacer el deleite de las fans. Lo había logrado. Se lo merecía.
–Y Toby no se impresiona con facilidad –le secundó Jared–. Nos has dejado asombrados, pequeña.
Se oyó un murmullo general entre el público.
–¿Le dijo “pequeña”? –era lo que se preguntaban, en voz bajita, las muchachas.
–Bien –Toby, en un inesperado giro del guion, tomó la palabra y se puso de pie cuando habló–. Ahora nos toca a nosotros. ¡Ronda de preguntas incómodas para Rossie!
The Commander alentó a las fans para que gritaran el nombre de la conductora. Todas obedecieron.
–¡Rossie, Rossie, Rossie!
«Un momento, esto no estaba previsto en el libreto», a Ro le comenzaron a sudar las palmas de las manos. No se manejaba bien en la improvisación.
–¡Pido la primera pregunta! –gritó Jared. No esperó autorización de nadie y disparó–. ¿Quién es tu Boy favorito?
«No, Jared, ¡no me hagas esto!». Rossie regresó a ver al auditorio. Buscaba a alguien en especial. A su consejera, mentora, hermana y mejor amiga. Annelise estaba en el centro del palco, despampanante, como siempre, la versión sexy de su hermanita menor, pero con el cabello azabache y los ojos verdes. La hubiera distinguido entre miles, con su enorme cartel en forma de corazón, que contenía las palabras Jared, always in my heart, dentro de este. Lo había elaborado a mano para levantarlo al día siguiente, en el concierto.
Annelise le dijo que sí con la cabeza. Por supuesto, ella no sabía lo del desaire del ex-amor-de-su-vida. Tampoco sabía que Rossie, su hermanita menor, tenía ahora otro favorito. Pero que tampoco podía gritarlo en público, porque eso sería considerado alta traición, por Annelise, obviamente.
–¡Rossie, responde!, ¡Rossie, responde! –se oía el canto del auditorio como si fuese la barra de un equipo de fútbol.
–No tengo ningún favorito –mintió Ro–. Me gustan todos por igual.
–¡Mentira! –gritó Jared.
Todas las chicas del auditorio le secundaron.
Rossie supo entonces que se hallaba a unos segundos de atravesar la vergüenza de su vida.
–¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! –los gritos del auditorio obligaron a Rossie a carraspear, para evitar contestar lo que Jared le había preguntado unos segundos antes.–Contesta la pregunta, Rossie –esta vez fue Toby quien habló–. Y más te vale que sea verdad: ¿Quién es tu Boy favorito?Rossana bailó en el asiento. Se sentía acorralada.«Es todo. Voy a hacer el papelón de mi vida». Resignada ya a su destino, lo soltó:–Mi favorito siempre ha sido… –su pausa dramática no fue impostada, sino que, en verdad, se resistía a decir su nombre–… Kaoh Leod.Con la cabeza hacia abajo, Ro no pudo ver que el susodicho casi se cae del asiento cuando mencionó su nombre, mientras que Niko reía a carcajadas, aplaudía y le palmoteaba la espalda. Toby
La noche siguiente, y luego de haber disfrutado del espectacular concierto de The Boyz in the Band, Rossie esperó a Jared en el pasillo de los camerinos. No estaba sola, por supuesto. Annelise estaba con ella. –Tienes que ayudarme a conseguir un autógrafo de Jared, hermanita, please –rogó la hermana mayor a la menor, quizás por primera vez en su vida. Rossana tenía que disimular, de alguna manera, su cercanía con el Goodboy. –A estas alturas –le dijo–, tal vez ni se acuerde de mí. Pero lo intentaré. No pasó ni un par de segundos para que The Boyz ingresaran, corriendo, en dirección a los vestidores, con Jared a la cabeza, protegido por cuatro guardaespaldas que impedían que las fans se le vinieran encima. Llovían, eso sí, los flashes de las cámaras fotográficas y los alaridos de emoción al ver en vivo, en directo y a menos de un metro de distancia a El Emperador. Annelise se habría desmayado a
Jared hizo una señal a Rossie para que se aproximara hacia él. Ella, que estaba como a unos cinco metros de distancia, corrió en dirección hacia el chico. Y este, ni corto ni perezoso, la tomó del brazo y la jaló hacia dentro del camerino. Cerró la puerta de inmediato y la aseguró. –¡Vaya! –Jared abrazó a Rossie y la zarandeó con ternura–. Me alegro de que hayas venido. –Pero si yo estaba en el pasillo cuando bajaste del escenario –le dijo Rossie con la voz un poco quebrada. No supo si por la emoción o por el llanto de hacía unos minutos–. Te saludé y tú ni siquiera me regresaste a ver. Jared, que la tenía en sus brazos, la miraba desde la altura de su metro con ochenta y ocho centímetros, sonriente. –The Boyz tenemos algunas reglas que cumplir, pequeña –le dijo, y la besó en la frente–. No confraternizar con las fans es una de ellas. «Pero estás confraternizando conmigo justo ahora, Jared», es lo que pensó Rossie, pero no dijo.
Rossana había elegido su outfit con anticipación, porque asistir al after party del concierto de The Boyz in the Band no podía tener nada de improvisado. Seleccionó una falda oscura de tul a cuatro capas, justo por encima de la rodilla; un body de terciopelo concha de vino, gargantilla con dije de chupón y aretitos a juego. Remató su look con unos botines burdeos de tacón grueso y medias negras de encaje hasta los tobillos. Había comprado la lencería a escondidas de su padre: cheeky panties de encaje y un brasier a juego cuyas transparencias dejaban a la imaginación solo aquellas partes que lo ameritaban por fuerza. «Vestida así, nada puede salir mal», pensó Rossana, mientras abría el enorme ventanal de su habitación que daba hacia el patio y atravesaba la improvisada salida con el mínimo ruido que se puede llevar a cabo un viernes a las nueve de la noche en un barrio residencial de La Capital, q
Rossie no había cenado y el Hotel Marriot era famoso por sus bocadillos gourmet. Ella no perdería la oportunidad de hincarles el diente. Ya frente al mesón y tentada a elegir de entre una gran variedad de canapés, se dispuso a tomar uno de champiñones, de esos que el padre de Mae, gerente de eventos del Marriot, acostumbraba ordenar al chef del hotel cada vez que se le antojaba y para cualquier evento. –¡Están bajando!, ¡están bajando! –gritó una voz femenina, y el resto de la gente se acercó hacia las escaleras de la sala VIP, que se encontraban justo al lado opuesto del buffet. Rossana tenía, por lo tanto, una vista privilegiada de lo que ocurriría a continuación, pero prefirió no mirar. Se le caía la cara de la timidez. Si hubiese podido esconderse bajo la mesa y tapar su cuerpo con el mantel, lo habría hecho, sin duda. Pero mejor optó por disimular su deseo de no ser vista por ninguno de los miembros de la banda. Dio las espaldas al espectáculo, p
Aquella noche, Jared y Rossie hablaron de todo lo que se les pasó por la cabeza. Ella le contó sobre su sueño de ser periodista y trabajar para la televisión. El Emperador le recordó lo bien que fotografiaba en cámaras y las reales posibilidades de alcanzar su sueño. Él le habló de sus planes a futuro, de su deseo de establecer una familia y tener hijos, a pesar de que nunca había considerado con seriedad contraer matrimonio. –Cuando todo esto se acabe –le dijo–, me gustaría contar con una chica que me siga queriendo, aunque la fama se desvanezca. Rossie opinó que aquel era un anhelo legítimo, y que ojalá se realizara tal y como él lo había proyectado. Y, por un par de segundos, deseó formar parte de aquel sueño. Luego, se le pasó. Se necesitaba mantener los pies sobre la tierra, aún cuando se encontraba caminando entre nubes en aquel preciso momento. –Estoy demasiad
–Qué bonita eres, pequeña –recostado junto a Rossie en la King Size, Jared Cavalier acarició la mejilla de la muchacha con la mano que tenía libre. –¿Tan bonita como Ali Milá? –se atrevió a preguntar Ro, a riesgo de que a Jared le cambiara la cara. –¿Qué? –a Jared se le escapó una sonrisa que se convirtió en risa al cabo de unos segundos–. ¿Por qué todos me molestan con Ali Milá? –Porque ella es tu celebrity crush, ¿no? –Sep –dijo Jared–. Las estrellas del pop también tenemos nuestras respectivas crushes. –¿Sales con ella? –Ni siquiera la conozco, Rossie –al contrario de lo que Ro creía, Jared no se molestó–. ¿Acaso estás celosa? –¡No! –era cierto–. Solo tenía curiosidad… por saber si ella era tu novia. Jared sonrió con simpatía y siguió acariciando la mejilla de Ro con el dorso de la mano. –No me puedo permitir tener novia, pequeña –le confesó–. Tú sabes perfectamente lo que pasaría.<
Rossana despertó sobresaltada, como si se hubiese olvidado de poner el despertador. El Goodboy permanecía a su lado, tan dormido que su aliento acompasado parecía estar sincronizado con el tic tac del reloj de pared que adornaba el living de la suite y que marcaba las dos y media de la mañana. «Estoy frita», pensó Rossana. «¿Cómo carajos voy a regresar a mi casa a esta hora?». La opción era amanecer con Jared y, a las seis de la mañana, escabullirse hasta la salida del hotel para que algún taxi la dejase en la puerta de su hogar antes de que su padre despertara. «Si no me matan en la calle, lo harán en la casa». Prefirió lo segundo. Al menos así, su cadáver no corría riesgo de acabar abandonado en una zanja. Ro permaneció recostada en el pecho de El Emperador. Olía a una mezcla de Eau d’ Hermès y ligera transpiración. Estaba tan noqueado que ella acarició su pecho y él ni siquiera se