Pues resulta que, aquella mañana de 2015, en la que una furiosa Adalyn ponía en cintura a sus desordenados mellizos, Jared Cavalier se encontraba muy campante en su cuarto de estudio por una razón; y esta era alejarse de su familia lo más que pudiera y tener un poco de tranquilidad para varias cosas (bueno, esas son dos razones). Una de aquellas cosas incluía faltar a sus tratos con Adalyn de palabra y por escrito.
Sí, sobre todo, por eso último.
Reclinado sobre su sillón de cuero-virado-gris-ergonómico-multifunción, Jared, aislado de sus súbditos (Adalyn, Nathan, Nathie y Rosco, su perro) a través de sus cascos especiales para neutralizar sonido ambiental, se dispuso a dar inicio a una de sus inesperadas y caprichosas entradas dramáticas a un live de Instagram.
Solía tener a las GoodGirlz en vilo, esperando a que su majestad, El Emperador
Decíamos que Adalyn ingresó como la ráfaga que era dentro del estudio de Jared Cavalier, a sabiendas de que este, cuando se hallaba dentro, había dispuesto expresamente no ser molestado.Más les hubiera valido a ambos que ella nunca lo hubiera hecho.–Jared!, what the fuck! –esta vez, le tocó a ella soltar la maldición de turno. O, mejor dicho, le tocó a él recibirla.Jared Cavalier saltó del asiento como si fuera una semilla de palomita de maíz al contacto con el aceite hirviendo. Y no era para menos: su esposa lo había encontrado infraganti.Esto es, con los pantalones abajo y con sus manos ocupadas. Bueno, la izquierda, para ser exactos.Ah… y no se hallaba solo. Lo primero hubiera sido solamente vergonzoso. Pero, lo segundo no solamente era lo primero, sino también comprometedor.Sobre todo, muy, pero muy comprometedor.<
Es difícil describir lo que a Rossana Regiés se le pasaba por la cabeza mientras escribía el capítulo de la historia de Jared y Adalyn Cavalier que acababa de narrar. Pero, para cuando puso punto final al texto, sus dedos se encontraban acalambrados y comenzaba a sentir palpitaciones. –Estoy jodida –se dijo, en voz alta, mientras sus codos, apoyados en el escritorio de su oficina, sostenían a sus brazos y manos que cubrían, a su vez, su rostro entristecido–. Estoy perdidamente enamorada de un completo canalla. Pero, ¡vamos Rossie!, que no es que hayas descubierto América por teléfono, ¿o sí? Hace ya varios meses que Ro había pillado la verdadera personalidad del Goodboy (nunca peor dicho). Además, supongo que habría tenido, también, una pista certera de su carácter, el día en que se enteró que se había acostado con ella estando casado y con mellizos en camino. Sin embargo, parecería que recién, luego de haber concluido la escritura de aquel episodio, fue que Rossana Regiés recién
Jared Cavalier no se hallaba solo aquella noche. Pero, no sean malpensados. Su compañía no era una mujer, precisamente, sino Toby Dammer. Aunque eso, como se verá en unos cuantos capítulos, tampoco era garantía de nada. –Y, ¿qué podemos hacer al respecto, bro? –le decía Jared a su amigo–. La mujer es libre de hacer lo que se le dé la gana. No teníamos idea, por entonces, de a qué mujer, exactamente, se referían. –Pero los muchachos, no –respondió Tob–. Y tenemos derecho a veto. Jared miraba constantemente su celular, en busca de la hora. No sabía muy bien por qué, exactamente, pero había desarrollado ese mal hábito desde que Ro se marchó de su casa. –¿Esperas algún mensaje, bro? –le dijo Tob, extrañado. Jared no solía portarse tan descortés. –Tal vez –dijo el Goodboy, avergonzado. Y, en seguida puso su celular boca abajo sobre la mesa, como correspondía a un tipo con algo de modales. –Entonces –continuó Tob–. ¿Negamos la petición? –Hay que ver que esa Olivia es una reverenda
Jared quiso caminar con prisa por las enormes manzanas que separaban la cafetería de su departamento en la Octava Avenida. Luego se percató de que no quería llegar transpirado al encuentro con su amada. Así que bajó la velocidad, y paseó, como un transeúnte más, por las calles de Manhattan, con las manos en los bolsillos, como si no se atrasara a ninguna parte. Pero, en su interior, se maldecía a sí mismo por no haber tomado un maldito taxi. Cuando llegó al edificio, preguntó al encargado de recepción si Rossie todavía seguía ahí. Este le dijo que claro, que por supuesto, que no se había marchado. O, al menos, no dentro de su guardia. No debió decir esa última frase, porque disparó las neurosis del Goodboy. Jared rogó porque el elevador se abriera pronto, subiera al doble de velocidad normal y abriera su par de portezuelas en el piso veinte, de una buena y m*****a vez. Salió de ahí casi empujando la puerta, pero, ya frente a su departamento, una fuerza exterior a él lo detuvo. No
Seamos sinceros: Rossie nunca esperó aquella reacción de Jared cuando le avisó que esa sería la última vez que harían el amor. Lo cierto es que esperaba, al menos, un poquito de resistencia de su parte. Y no la obtuvo. En lugar de eso, para Rossie, Jared quizás hasta estuvo de acuerdo con su decisión. Y nada pudo descolocar más a Rossana que eso. Le hubiera gustado que El Emperador le rogara, que le prometiera que podría cambiar. Y ella esperaba creerle, sin duda. E, incluso, hasta le habría dado otra oportunidad. Pero nada de esto ocurrió. Y esto descolocó seriamente a nuestra Ro. Tanto, que hasta fue sutilmente expulsada de su propia casa. La casa que, hasta hace pocos días, ella también habitaba. Y aquello la entristeció todavía más. Aquella madrugada regresó a su cuarto de hotel y se desvistió mecánicamente. Se puso su pijama y se acostó a dormir sin siquiera acicalarse. Se acurrucó en las cobijas y, recostada de lado, se mantuvo así hasta el amanecer. Sin mover un pelo ni
La oficina de Bob Thorton había sido remodelada hace un par de años, y ya no se parecía en nada a la que acogió a Adalyn Fernández-Cavalier esa ominosa mañana de 1999, en la que lanzó un pisapapeles de mármol a la cabeza de Bobby o Jared (lo que ocurriera primero), cuando ambos le obligaron a firmar ese desastroso acuerdo postmatrimonial. De hecho, esta vez Bobby había cuidado bien de mantener lejos del alcance de la señora, cuanto proyectil potencial o arma blanca en ciernes hubiera podido encontrar. A pesar de que, esta vez, sospechaba que Adalyn no saldría de ahí tan enfadada, como la primera vez. Jared y Thorton esperaron sentados en la mesa de juntas a una Adalyn que parecía tener demasiada familiaridad con su abogado. Cosa que a Jared no le pareció del todo indiferente. Pero, en fin, era su instinto de macho alfa manifestándose; no es que sintiera celos, o algo así. ¿Cierto? –El señor Cavalier quiere ofrecerles un trato –fue lo que dijo Bob, una vez concluidos los austeros sal
–¿Por qué? –fue lo primero que dijo Adalyn, una vez que su abogado y el de Jared los dejaron solos–. Digo, ¿Se puede saber a qué se debe tanta generosidad? Jared contempló a Adalyn desde su lado de la mesa de reuniones. Estaba particularmente bien arreglada, como si se hubiera vestido, a propósito, para impresionar. Eso no dejó de alegrar al Goodboy, no porque a su esposa le interesara atraerlo de vuelta, sino porque era el momento propicio como para ablandarla y hacerle creer que firmar el divorcio de manera amigable sería hasta idea suya. –Te ves muy guapa esta mañana, babe –le dijo Jared, haciendo caso omiso a la pregunta de ella. –Cut the shit, “babe”! –ahora sí, Adalyn sacó adelante su verdadera personalidad, mientras que emulaba los signos de comillas con las manos y levantaba la voz, fingiendo que se trataba de la voz de Jared–, que nunca has necesitado palabrearme para obtener mi atención. Jared la miró, de nuevo, sonriente, mientras cruzaba los brazos. En efecto, se había
Era el 11 de julio del año en curso cuando, en las noticias de la mañana, apareció un titular dedicado a las notas de farándula: “Se suspende la demanda de Adalyn Fernández contra Jared Cavalier. La pareja llegó a un acuerdo de divorcio amistoso que beneficiará a las dos partes”. Fue Marcel Cavalier quien envió a Rossie el enlace a la noticia muy temprano en la mañana, junto con el siguiente mensaje: “Al parecer, mi papá finalmente está haciendo lo correcto. Aunque eso signifique que mi herencia se haya reducido a la mitad”. Rossie leyó el mensaje de su hijo y vaciló un tanto, antes de ingresar al enlace: “Los términos legales del acuerdo no han sido revelados, pero se sabe que el divorcio está consumado”, fue el extracto más importante de lo que leyó en la nota de prensa. «Lo leo y no lo creo», pensó Rossie. «Al fin Jared es un hombre libre. Justo en el momento en el que ese hecho es irrelevante… para mí». A Rossie se le llenaron los ojos de lágrimas al leer que, al fin, el amor d