Jared Cavalier no pudo dormir aquel viernes, como no había podido hacerlo las noches anteriores, y como tampoco podría las posteriores. Se levantó, la mañana del sábado 29 de junio con una extraña sensación en su pecho. Con la idea de que algo muy malo estaba a punto de pasar.
Eran las cinco y media de la mañana, y la mitad de Manhattan todavía no despertaba. Marcel estaría dormido, seguramente. Y, en cuanto a Rossie… Rossie… se había quedado tan callada luego de la conversación que tuvieron los dos en el almuerzo.
Bueno, en realidad no había sido una charla en el estricto sentido de la palabra, sino un monólogo, por parte de él. Ella se había limitado a asentir o negar con la cabeza –y en silencio, la mayor parte de las veces–, a exclamar con onomatopeyas para sorpresa, a suspirar, a sacar los ojos, a agachar su semblante, a mirar h
–¿Se puede saber qué pasó aquí? –era la voz de recién levantado de Marcel Cavalier, quien, al no encontrar ni a su papá ni a su mamá en el desayunador, pero sí su comida servida, los buscó a ambos en sus respectivas habitaciones. Comenzando por la de su madre. Cuando vio que Rossie se había ido, y a Jared con cara de acontecimiento y un papel escrito en la mano, supuso lo peor. –¿Qué le hiciste? –no era una pregunta muy amable que digamos. Y el tono que usó Marcel para formularla, tampoco. Jared no podía salir, todavía, de su estupefacción. Así que hizo como si no oyera nada. El pequeño Goodboy infirió que aquella hoja blanca con el logo del Park South podía tener algo que ver en el asunto, y se aproximó para quitársela de la mano a su padre. Jared, como saliendo, de repente, de su hipnotismo, reaccionó apenas para impedir que Marcel tomase la carta. –Por favor, hijo –El Emperador sonó tranquilo–. Esta carta es privad
«Bienvenida al Park South» es lo que le dijo el recepcionista, a quien nunca había visto antes Rossana Regiés. Supuso que era nuevo, y se tranquilizó al verlo. Le habría dado vergüenza regresar a su hotel con la misma cara con la que se marchó de él.Para evitarse dar explicaciones, Rossie se encerró en su habitación del piso cinco para intentar descansar, al menos, esa noche.Como a las 10 de la mañana recibió un mensaje de Marcel:–Espero que estés bien, mami.Ella le respondió con un emoji de corazón.Aquello era todo lo que ambos necesitaban. Se habían reportado mutuamente. Ahora Ro podía, por fin, sentirse libre para apagar su celular.Y lo hizo.La tarde transcurrió con ella almorzando a través de servicio a la habitación, tomándose un baño de inmersión, realizando una hora de yoga y otra de meditación guiada.Leyendo un libro –o dos–. Intentando, en resumidas cuentas, lograr lo imposible: olvidar por completo a Jared Cavalier.Como a las 20h00, hora en la que reparó en que aque
Lo que más temía Rossie que pudiera ocurrir, pasó el lunes. Tenía que ir a trabajar al mismo lugar en el que Jared Cavalier trabajaba, junto con ella. Hubiese podido quedarse en el Park South, si aquel lugar no se hubiera convertido, para ella, en el símbolo de su frustración.«Ni contigo ni sin ti se puede vivir, Jared Cavalier».No había sido una buena idea regresar al lugar que tantos recuerdos le traía con el hombre que ¿aún? amaba. Pero Rossana Regiés no sabía vivir de otra manera: era un maldito pajarillo enjaulado, desde que era una niña.Lo primero que hizo al regresar a su pequeña oficina, aquella mañana, fue preguntar por Marcel.–Está en el estudio –le dijeron–. No vendrá por aquí en lo que queda del día.«¿Y Jared?», es lo que se hubiera atrevido a preguntar, de haber tenido las agallas para hacerlo.Lo segundo que hizo, y que solía inaugurar, siempre, su ritual, era servirse su chocolate matutino con leche falsa. Lo hizo en su tacita de la suerte y, luego de un par de min
–¿Se puede? –preguntó la amazona latina más grande del mundo. O, al menos, es lo que parecía, desde la perspectiva de Rossie–. ¿O vas a cerrarme la puerta en la cara?–No te confundas, Adalyn. Tú y yo no somos iguales –respondió Ro, arriesgándose a una virada de buche por parte de su interlocutora–. Eres bienvenida, pasa.Y le hizo, enseguida, un gesto con la mano derecha para que avanzara hacia el asiento de su oficina, mientras sostenía la jarra vacía en su mano izquierda.–¿Quieres algo de beber? –preguntó Rossie, a tiempo que salía a recoger su chocolate matutino, esta vez, frío, por ocasión del verano.–Un té helado –respondió Adalyn, mientras examinaba sin miramientos la minúscula oficina de la supuesta querida de su esposo–. Si no es mucha molestia.Mientras Rossie fue a servir las bebidas, Adalyn tomó asiento en la silla de los invitados, frente al escritorio de la showrunner de la serie en la que ella misma se había negado a colaborar en el pasado.Lo primero que llamó su ate
Extracto de la primera entrevista realizada a Adalyn Fernández-Cavalier, esposa de Jared Cavalier (1998-presente) Fecha de la entrevista: lunes, 1 de julio del año en curso Bien, acabemos con esto. O, mejor dicho, empecemos. No se me da nada bien conversar. Digo, cuando era pequeña tenía muchas amigas, hablaba y tal. Pero, tú sabes, desde que me involucré con Jared, las cosas cambiaron radicalmente para mí. Pero, dejemos que te lo explique desde el principio. ¿Crees en el amor a primera vista, Rossana? ¡Carajo!, ¡qué pregunta más cursi!, hasta yo entraré en un coma diabético por formularla. Aun así, te lo pregunto en serio. Oh, sí, en serio. Por supuesto que lo crees, porque lo has vivido, ¿verdad? Te enamoraste de Kaoh Leod a primera vista. Lo sé. Jared de lo contó. No quieres saber cuándo ni en qué circunstancias, pero lo único que necesitas conocer es que estoy más enterada de ti que
La tarde del 1 de julio del año en curso, Rossie Regiés regresó a su habitación del Park South, aproximadamente, a las 22h00. Prefirió hacerlo en taxi, era demasiado tarde como para caminar con relativa libertad.Al llegar a su modesta recámara, lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y arrojar su cuerpo a la cama, como si fuese un peso muerto.Se trataba, en realidad, de algo que le pesaba en serio: los recuerdos del pasado del hombre que todavía amaba.Su Jared Cavalier estaba casado aún con una mujer que, con toda probabilidad, lo amaba –y seguía haciéndolo– con mucha más locura que ella. Y, para más inri, aquella esposa suya lo había acompañado durante muchos más años de los que Rossie podía siquiera imaginar.«No se puede competir contra eso», pensaba Rossie. «Pero, por otro lado, yo nunca estuve en
Era 1992. Jared Cavalier regresaba definitivamente de las Islas Galápagos, tomado de la oreja por Oscar Moon, su productor. Las circunstancias de este viaje sin retorno ya las conocemos. Luego de reunirse con sus compañeros para delinear las estrategias del que sería su cuarto trabajo discográfico, cada uno de los Boyz tuvo permiso para ausentarse del estudio por lo que quedara de la semana, con la condición de que regresaran enteros el lunes, sin falta, para iniciar el trabajo. Jared volvió a la casa de sus padres en la enorme camioneta Ford que le había comprado a su madre por ocasión de absolutamente nada. –Para agasajarte –le había dicho Jared, sin razón alguna. Y Nora Cavalier, ni corta ni perezosa, no tuvo más remedio que aceptar (es un decir). Como el auto era de ella, fue quien manejó hasta llegar a su vecindario brooklyniano de Ditmas Park. La casa victoriana en la que vivían no colindaba con la de Adalyn. Ella vivía casi al frente de Jared. Cuando el Goodboy llegó a su
Extracto de la segunda entrevista realizada a Adalyn Fernández-Cavalier, esposa de Jared Cavalier (1998-presente) Fecha de la entrevista: miércoles, 3 de julio del año en curso Tú mejor que nadie conoces, Rossana, el odio que me profesan las GoodGirlz. Obviamente, todo comenzó en el 99. Solo entonces entendí las motivaciones de mi marido para mantenerme en secreto. Hasta ese tiempo, mi paranoia me había tomado por completo. Estaba segura de que Jared se avergonzaba de mí y que, por esa razón, me escondía de la prensa y de los medios, y no me permitía hablar con ellos ni se dejaba ver conmigo por ningún lugar. Y, probablemente, yo tenga un poco de razón, no te lo niego. Se esperaba de Jared Cavalier un matrimonio mucho mejor avenido que el que tuvo conmigo. Oscar o Nora querían que se casara con Claudia Schiffer o con Alicia Silverstone. Yo pintaba solamente como un mero distractor en lo que olvidaba a… en lo que te olvidaba a ti. Se les viró la tortilla, en consecuencia. ¡Ja! Tan