>>> Ingrid: Una sombra cruzó el salón justo antes de que pudiera continuar con mi trabajo. Mis ojos se entrecerraron y dejé los frascos flotando en el aire mientras mi magia se activaba automáticamente, escaneando las esquinas del laboratorio. No estaba sola. —¿Quién se atreve a interrumpirme ahora? —dije con voz fría, proyectando mi magia púrpura en una aura que me rodeaba por completo. —Yo, mi señora —respondió una voz grave y calmada. La figura del brujo emergió de las sombras como si hubiera estado ahí todo el tiempo, con su capa negra envolviéndolo y el símbolo en su rostro brillando tenuemente bajo la luz púrpura de las antorchas. Sus ojos cafés me observaron con intensidad, como si intentaran leer mis pensamientos. —Ah, mi guardián… —susurré, relajándome—. Espero que tengas una buena razón para irrumpir aquí. Estoy en medio de algo importante, ¿no lo ves? El brujo inclinó ligeramente la cabeza, una señal de respeto que no logró calmar mi mal humor. —Es la niña —di
Las estrellas se apagaban lentamente, dejando su lugar a los primeros rayos del sol que apenas lograban colarse entre las frondosas copas de los árboles. Ray, frente a la barrera. Ese enorme e imponente lobo de pelaje oscuro, entrecerró los ojos y dejó escapar un gruñido bajo. Apretó entre sus colmillos el fragmento púrpura del anillo de la hechicera Ingrid. Al sentir el contacto, la barrera se empezó a mover como si fuera agua, y con un movimiento veloz. ¡SLANK! ¡LOGRÓ ATRAVESAR LA BARRERA! Ray atravesó el límite, dejando atrás el territorio seguro. Había cruzado al bosque protegido por la manada "Colmillo Blanco", un terreno que no le pertenecía y que probablemente lo recibiría como a un enemigo, por el poder mágico de su Luna, Ingrid. Ray avanzó con cautela. Sus ojos plateados escaneaban el entorno, atentos a cualquier movimiento o sonido. El aire estaba impregnado de humedad y de un aroma terroso, mezclado con el dulce perfume de flores desconocidas. Los primeros ray
✧✧✧ En las cercanías del territorio de la manada "Colmillo Blanco". ✧✧✧ Dentro del bosque envuelto por una poderosa barrera mágica. Había una vieja cabaña. El olor a madera húmeda y un poco podrida impregnaba el ambiente, y esos dos hombres lobos se encontraban de pie charlando. —Desperté aquí —le explicó, el hombre lobo que encontró a Rezef al caer en la trampa, su hijo menor, Alfa Zefor. Su voz era grave, pero había un toque de cansancio en ella—. No sé cómo llegué, ni cuánto tiempo he estado atrapado en este bosque. Es extenso, interminable. He cazado para sobrevivir, aprendido cada rincón, cada ruta. Incluso he intentado escapar, pero la barrera… —se detuvo un momento, apretando los puños—. Esa m@ldita barrera nunca cede. Cada intento termina en trampas o en un camino que me regresa al punto de partida. Rezef entrecerró los ojos, cruzando los brazos mientras escuchaba. Su hijo hablaba con una mezcla de frustración y resignación, pero también con un aire de resolución que no h
El sonido de la corriente golpeando furiosamente contra las rocas era cada vez más fuerte. En lo profundo del bosque, la lobita se detuvo. Su respiración era agitada, su pequeño cuerpo temblaba de cansancio. Lentamente, dejó al bebé que llevaba en su hocico sobre el suelo cubierto de hojas. —Eres… interesante… —dijo la niña mientras volvía a su forma humana. Una sonrisa cansada se dibujó en su rostro—. Ese brillo blanco que te rodea… no se ha extinguido. ¿Es magia? ¿Es como mi magia? —preguntó con curiosidad, sus grandes ojos verdes fijos en él. Con cuidado, lo tomó entre sus pequeñas manos y lo cargó contra su pecho, como si fuera un tesoro—. Aquí estamos lejos de ella… Aquí estamos a salvo… De repente, la niña guardó silencio. Sus ojos, alertas, empezaron a recorrer el lugar con nerviosismo. Su respiración se aceleró. —Huele a… ¡el brujo! ¡Hay que huir! Conozco ese aroma… ¡Él es malo! —susurró con desesperación. Con el príncipe del Clan Frostwind en brazos, la pequeña híbrida s
—Su nombre… —susurró la hembra para sí misma, como si cada palabra le diera un poco más de valor. Ella no era una dragona, pero poseía la magia del más poderoso del Clan Frostwind. De pie en medio del bosque frondoso, extendió sus manos, cerró los ojos y se concentró. Una aura intensamente blanca la rodeó, comenzando a expandirse en una densa neblina escarchada que se arremolinaba y tomaba forma ante ella. Connie abrió los ojos, que pasaron del celeste habitual al rojo carmesí e intenso de su loba. ¿Su objetivo? Poner en práctica el arduo entrenamiento al que Gael una vez la sometió, para encontrar a la cría de ambos. Pero para eso, no solo necesitaba mucha energía, sino una gran reserva mágica que ella… aunque tenía, la dejaría tremendamente exhausta. La neblina se transformó en un humo denso, cada vez más espeso, pero aún así flotaba en el aire, brillante y puro. Connie comenzó a controlarlo con mayor precisión, separando sus manos mientras la masa de energía que mol
Un charco de sangre se extendía por el suelo rocoso, pegajosa, deslizándose entre las grietas. La enorme figura de una bestia colosal yacía en el suelo, con un enorme agujero escarchado que atravesaba su costado. Las dos cabezas, aplastadas y con grandes cuernos. Una de ellas estaba fracturada, la otra se movía débilmente, como si aún luchara por un último aliento de vida. De su hocico salía un pesado aliento caliente que se mezclaba con el frío del ambiente… La bestia dracónica agonizaba. A su alrededor, un círculo de magia blanca comenzó a brillar intensamente. La luz aumentaba en intensidad, creando un halo resplandeciente. La magia se elevó, formando una barrera que cubría a la criatura. Su cuerpo comenzó a brillar con una escarcha que lo iba congelando, hasta que finalmente todo quedó cubierto. CRAAAARK~ El crujir de sus huesos resonó en el aire mientras el sonido de su agonía se intensificaba… Un estallido final. BOOOM~ ¡Una ventisca helada se apoderó del lugar! En el
✧✧✧ En un bosque del Sur del territorio de los hombres lobos. ✧✧✧ La sinfonía de los animalillos del bosque era acompañada por el poderoso sonido del agua. Esa misma agua que caía de la imponente cascada extensa, que desembocaba entre enormes rocas puntiagudas. El sol de la tarde iluminaba las aguas que tomaban un color azul cristalino, pero de pronto… El sonido del agua fue lo único que quedó, cuando el bosque guardó silencio y un brillo púrpura iluminó en segundos una zona en particular. ¡POF! Un portal se abrió, gracias a ese anillo púrpura en la mano de la hechicera, Ingrid. Con una sonrisa maliciosa, la mujer comenzó a pasear su mirada por los alrededores. Buscaba a ese bebé dragón. —Tiene que estar por aquí. Es un recién nacido… No puede hacer mucho… —susurraba para sí misma la poderosa hechicera. En su frustración, ingresó al agua, nadando y explorando las profundidades. Pero… Era inútil. Aún utilizando su magia para ver en las densas y oscuras profundidades… ¡NO HAB
✧✧✧ Ese mismo día. Durante la tarde, en el Clan Frostwind. ✧✧✧ Tap~ tap~ El sonido de sus botas blancas resonaba en los extensos pasillos del palacio del Clan, rompiendo el rotundo silencio del lugar. Hasta que finalmente, ese ser albino detuvo sus pasos y abrió la puerta con un chasquido, utilizando su magia. Mirza se encontraba en su salón médico, sosteniendo un frasco en su mano. En la alargada camilla, con pequeñas piedras incrustadas de la magia de la dragona, yacía Alfa Connie. La hembra, ya se encontraba consciente, el calor y el color recuperados, pero aún débil, su cuerpo sanando lentamente. La hembra, al escuchar el sonido de la puerta, buscó sentarse lentamente. Los ojos celestes de Connie se posaron en ese Rey dragón, que se encontraba de pie, unos metros frente a ella, con ese bebito en brazos. —Ga… —la hembra ni siquiera pudo completar una sola palabra, la sensación de ese nudo en su garganta lo hizo imposible, y sus lágrimas finalmente comenzaron a deslizarse