✧✧✧ Ese mismo día. Durante la tarde, en el Clan Frostwind. ✧✧✧ Tap~ tap~ El sonido de sus botas blancas resonaba en los extensos pasillos del palacio del Clan, rompiendo el rotundo silencio del lugar. Hasta que finalmente, ese ser albino detuvo sus pasos y abrió la puerta con un chasquido, utilizando su magia. Mirza se encontraba en su salón médico, sosteniendo un frasco en su mano. En la alargada camilla, con pequeñas piedras incrustadas de la magia de la dragona, yacía Alfa Connie. La hembra, ya se encontraba consciente, el calor y el color recuperados, pero aún débil, su cuerpo sanando lentamente. La hembra, al escuchar el sonido de la puerta, buscó sentarse lentamente. Los ojos celestes de Connie se posaron en ese Rey dragón, que se encontraba de pie, unos metros frente a ella, con ese bebito en brazos. —Ga… —la hembra ni siquiera pudo completar una sola palabra, la sensación de ese nudo en su garganta lo hizo imposible, y sus lágrimas finalmente comenzaron a deslizarse
✧✧✧ Cinco meses atrás. ✧✧✧ El sonido de las gotas cayendo resonaba en el interior de la húmeda cueva rocosa. La tarde estaba gris, un manto gris que hacía parecer que era casi de noche. En las afueras de la cueva, se veían las gotas de la lluvia cayendo, no era una lluvia torrencial, estaba finalmente disminuyendo, pero el frío que venía se hacía presente meciendo las frondosas copas de los altos árboles y provocando un murmullo escalofriante. Beta Korina vestía sus ropas marrones y llevaba una capucha con gorro del mismo tono. Suspiró, sus ojos dorados claros se paseaban en el interior de la cueva y luego, en el exterior… Esperando, simplemente esperando. Su cuerpo temblaba, pero no era por el frío, era su nerviosismo que la consumía y la maldita culpa que se apoderaba de ella. Todo comenzó cuando recibió un mensaje. Era un pergamino que apareció un día de la nada sobre su escritorio en el edificio de administración de la manada "Garra Dorada". Preguntó a las lobas que asi
✧✧✧ Hace cinco meses atrás. ✧✧✧ —Un bebé… —sonrió la Beta de cabello corto y rubio. Su cuerpo desnudo estaba enredado entre las sábanas, y sus ojos se perdían en el candelabro que iluminaba tenuemente la habitación del Rey Alfa. —¿Sigues con eso? —preguntó el macho con voz ronca. Su cabello negro desordenado y sus ojos dorados brillaban. Podía sentir el latido del corazón de la Beta bajo su oreja, mientras su cabeza descansaba sobre su pecho. —Estoy emocionada. Seré madre, Alfa, usted me ha preñado, la diosa nos bendecirá —susurró Korina, acariciando la cabeza del Alfa. Sus dedos se enredaban en su semilarga cabellera negra—. Será un bebé fuerte, porque soy la hembra más fuerte de la manada. Cuando él nazca, seré la Luna. Estaré a su lado para siempre, Alfa Zefor. El Alfa levantó la cabeza, su mirada seria se posó en Korina, atrapando su atención. —Pero si tenemos una hembra, será un pequeño problemita, ¿no crees? —dijo la Beta, mientras sus manos recorrían los hombros de
✧✧✧ Esa noche. En el vasto territorio de la manada "Colmillo Blanco". ✧✧✧ >>> Alfa Rezef: La luna llena brillaba intensamente en el cielo, su luz plateada iluminaba el oscuro bosque que se extendía ante mí. Era una noche radiante y en un silencio tenso, solo interrumpido por el susurro de las hojas moviéndose con la brisa. El fragmento de la piedra púrpura, seguía en mi poder, y me otorgaba un leve sentido de protección, pero sabía que no podía confiar completamente en ese objeto que mi Luna obtuvo tras su batalla contra Ingrid en "Garra Dorada". —No puedo fallar —murmuré para mí mismo. Solo deseaba encontrar a mi Luna, Maray, y rescatarla del lugar donde la hubiese metido esa m@ldita hechicera. Avancé con cautela entre los frondosos árboles. La barrera mágica de Ingrid era poderosa, y sabía que me convertiría en blanco si me olfateaban los lobos grisáceos de esa manada. Un macho Alfa como yo era más fácil de detectar, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por
Cada paso que daba sobre la fría tierra se cubría de escarcha.Su largo vestido rojo, hecho trizas, apenas cubría su pálida piel; la sangre que había salpicado la tela se entrelazaba con el color de su atuendo. Sus ojos celestes se pintaron de un intenso rojo, brillando como dos rubíes que revelaban la presencia de su loba interna, alerta. Su cuerpo, lleno de arañazos, raspones y moretones, evidencia de una tragedia que la marcaría para siempre.Todo estaba…¡DESTRUIDO!Caminaba entre ruinas, su larga cabellera negra por debajo de su trasero meciéndose lentamente con la helada brisa. A su alrededor, solo había caos: el pueblo de su manada, hecho añicos.Su corazón latía con fuerza, cada golpe era un recordatorio del dolor aplastante que la asfixiaba, mientras los cadáveres de lobos de pelaje rojizo yacían a su alrededor. ¡¿Qué carajos había pasado?!La pregunta resonaba en su mente. —¡¡¡LOS MATASTE!!! ¡ESTÁN MUERTOS! Los ojos de la mujer-loba se abrieron de par en par al escuch
Tras lentos parpadeos, la hembra Alfa abrió sus ojos con dificultad. Su mirada celeste se encontró de inmediato con…¡UNA PRISIÓN!—¿Qué…? —susurró, moviéndose con agitación, pero se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos estaban encadenados. Cadenas rojas, grabadas con símbolos extraños, la mantenían cautiva.La celda estaba cubierta de inscripciones de sangre seca, en las paredes, en el suelo, incluso en la silla de madera donde se encontraba atada.Connie, vestida únicamente con una larga bata negra, sintió que la oscuridad la envolvía. Los recuerdos la golpearon como una tormenta.—No… Yo… Soy un monstruo…Sollozó la hembra, sus lágrimas deslizándose por sus pálidas mejillas, mientras su corazón se desgarraba en mil pedazos.En su memoria, los cadáveres de los lobos rojos de su manada. —Lo que hice no tiene perdón de la diosa… Merezco esto, no… Merezco la muerte… ••••••••••En el imponente trono del castillo de "Luna Plateada", Alfa Connor se sentaba con un porte majestuoso,
✧✧✧ La noche del día siguiente. ✧✧✧Connie había llegado al territorio de la manada Luna Plateada. Buscando a Alfa Connor, su hermano. —¡¿Qué has dicho?!—arqueó una ceja ese Alfa, viéndola con incredulidad, a la vez que en su mano sostenía una copa de vino, sentado tras la mesa. —¡Me voy! He decidido hacerte las cosas más fáciles, no tienes que seguir cuidando de mí porque me iré. Soy solo un estorbo, tú lo sabes Connor, soy peligrosa para todos… —confesó esa hembra cabizbaja. —¡NO, CONNIE! ¡No digas esto de nuevo! —alzó la voz ese Alfa, dejando la copa sobre la mesa y acercándose a su hermana, posó sus manos en los hombros de ella— ¿Esto es porque ya no eres la Reina Alfa de Noche Carmesí? ¡ES SOLO MOMENTÁNEO! —¿Eh? ¿Momentáneo? ¿De qué hablas Connor? —le preguntó ella con expresión confundida. —¡Cuando nazca ese cachorro, lo usaremos como un contenedor, transferirás tanta magia como te sea posible!, no importa si él muere. Te volveremos a sellar a ti, podrás vivir nuevame
Lo cierto es que… Ella no quería morir. Sus ojos se posaron en la luna, grande y majestuosa filtrándose con su resplandor plateado por las ramas de los árboles. —Perdóname diosa, perdón mi cachorro… —susurró, su voz quebradiza, cargada de una tristeza inimaginable— No pude… No pude traerte a este mundo. Para mí, nunca fuiste… una herramienta.Las palabras se desvanecieron en el frío aire nocturno.¡NO PODÍA! ¡NO QUERÍA MORIR AHÍ! Connie hizo un enorme esfuerzo y se levantó lentamente, apoyándose con la rama de un árbol que utilizó de bastón. Ella comenzó a avanzar, caminando a pasos lentos, tambaleante soportando el dolor monumental de todo su cuerpo, loba y corazón. Un rastro de sangre en el suelo tras ella, sus lágrimas que emergían nublando su vista… Regresando al territorio de Luna Plateada. Fue entonces, cuando comenzó a acercarse a la entrada que vio a distancia a una silueta familiar, una hechicera anciana que era su bisabuela y curaba a los lobos heridos en batalla; al