—Su nombre… —susurró la hembra para sí misma, como si cada palabra le diera un poco más de valor. Ella no era una dragona, pero poseía la magia del más poderoso del Clan Frostwind. De pie en medio del bosque frondoso, extendió sus manos, cerró los ojos y se concentró. Una aura intensamente blanca la rodeó, comenzando a expandirse en una densa neblina escarchada que se arremolinaba y tomaba forma ante ella. Connie abrió los ojos, que pasaron del celeste habitual al rojo carmesí e intenso de su loba. ¿Su objetivo? Poner en práctica el arduo entrenamiento al que Gael una vez la sometió, para encontrar a la cría de ambos. Pero para eso, no solo necesitaba mucha energía, sino una gran reserva mágica que ella… aunque tenía, la dejaría tremendamente exhausta. La neblina se transformó en un humo denso, cada vez más espeso, pero aún así flotaba en el aire, brillante y puro. Connie comenzó a controlarlo con mayor precisión, separando sus manos mientras la masa de energía que mol
Un charco de sangre se extendía por el suelo rocoso, pegajosa, deslizándose entre las grietas. La enorme figura de una bestia colosal yacía en el suelo, con un enorme agujero escarchado que atravesaba su costado. Las dos cabezas, aplastadas y con grandes cuernos. Una de ellas estaba fracturada, la otra se movía débilmente, como si aún luchara por un último aliento de vida. De su hocico salía un pesado aliento caliente que se mezclaba con el frío del ambiente… La bestia dracónica agonizaba. A su alrededor, un círculo de magia blanca comenzó a brillar intensamente. La luz aumentaba en intensidad, creando un halo resplandeciente. La magia se elevó, formando una barrera que cubría a la criatura. Su cuerpo comenzó a brillar con una escarcha que lo iba congelando, hasta que finalmente todo quedó cubierto. CRAAAARK~ El crujir de sus huesos resonó en el aire mientras el sonido de su agonía se intensificaba… Un estallido final. BOOOM~ ¡Una ventisca helada se apoderó del lugar! En el
✧✧✧ En un bosque del Sur del territorio de los hombres lobos. ✧✧✧ La sinfonía de los animalillos del bosque era acompañada por el poderoso sonido del agua. Esa misma agua que caía de la imponente cascada extensa, que desembocaba entre enormes rocas puntiagudas. El sol de la tarde iluminaba las aguas que tomaban un color azul cristalino, pero de pronto… El sonido del agua fue lo único que quedó, cuando el bosque guardó silencio y un brillo púrpura iluminó en segundos una zona en particular. ¡POF! Un portal se abrió, gracias a ese anillo púrpura en la mano de la hechicera, Ingrid. Con una sonrisa maliciosa, la mujer comenzó a pasear su mirada por los alrededores. Buscaba a ese bebé dragón. —Tiene que estar por aquí. Es un recién nacido… No puede hacer mucho… —susurraba para sí misma la poderosa hechicera. En su frustración, ingresó al agua, nadando y explorando las profundidades. Pero… Era inútil. Aún utilizando su magia para ver en las densas y oscuras profundidades… ¡NO HAB
✧✧✧ Ese mismo día. Durante la tarde, en el Clan Frostwind. ✧✧✧ Tap~ tap~ El sonido de sus botas blancas resonaba en los extensos pasillos del palacio del Clan, rompiendo el rotundo silencio del lugar. Hasta que finalmente, ese ser albino detuvo sus pasos y abrió la puerta con un chasquido, utilizando su magia. Mirza se encontraba en su salón médico, sosteniendo un frasco en su mano. En la alargada camilla, con pequeñas piedras incrustadas de la magia de la dragona, yacía Alfa Connie. La hembra, ya se encontraba consciente, el calor y el color recuperados, pero aún débil, su cuerpo sanando lentamente. La hembra, al escuchar el sonido de la puerta, buscó sentarse lentamente. Los ojos celestes de Connie se posaron en ese Rey dragón, que se encontraba de pie, unos metros frente a ella, con ese bebito en brazos. —Ga… —la hembra ni siquiera pudo completar una sola palabra, la sensación de ese nudo en su garganta lo hizo imposible, y sus lágrimas finalmente comenzaron a deslizarse
✧✧✧ Cinco meses atrás. ✧✧✧ El sonido de las gotas cayendo resonaba en el interior de la húmeda cueva rocosa. La tarde estaba gris, un manto gris que hacía parecer que era casi de noche. En las afueras de la cueva, se veían las gotas de la lluvia cayendo, no era una lluvia torrencial, estaba finalmente disminuyendo, pero el frío que venía se hacía presente meciendo las frondosas copas de los altos árboles y provocando un murmullo escalofriante. Beta Korina vestía sus ropas marrones y llevaba una capucha con gorro del mismo tono. Suspiró, sus ojos dorados claros se paseaban en el interior de la cueva y luego, en el exterior… Esperando, simplemente esperando. Su cuerpo temblaba, pero no era por el frío, era su nerviosismo que la consumía y la maldita culpa que se apoderaba de ella. Todo comenzó cuando recibió un mensaje. Era un pergamino que apareció un día de la nada sobre su escritorio en el edificio de administración de la manada "Garra Dorada". Preguntó a las lobas que asi
✧✧✧ Hace cinco meses atrás. ✧✧✧ —Un bebé… —sonrió la Beta de cabello corto y rubio. Su cuerpo desnudo estaba enredado entre las sábanas, y sus ojos se perdían en el candelabro que iluminaba tenuemente la habitación del Rey Alfa. —¿Sigues con eso? —preguntó el macho con voz ronca. Su cabello negro desordenado y sus ojos dorados brillaban. Podía sentir el latido del corazón de la Beta bajo su oreja, mientras su cabeza descansaba sobre su pecho. —Estoy emocionada. Seré madre, Alfa, usted me ha preñado, la diosa nos bendecirá —susurró Korina, acariciando la cabeza del Alfa. Sus dedos se enredaban en su semilarga cabellera negra—. Será un bebé fuerte, porque soy la hembra más fuerte de la manada. Cuando él nazca, seré la Luna. Estaré a su lado para siempre, Alfa Zefor. El Alfa levantó la cabeza, su mirada seria se posó en Korina, atrapando su atención. —Pero si tenemos una hembra, será un pequeño problemita, ¿no crees? —dijo la Beta, mientras sus manos recorrían los hombros de
✧✧✧ Esa noche. En el vasto territorio de la manada "Colmillo Blanco". ✧✧✧ >>> Alfa Rezef: La luna llena brillaba intensamente en el cielo, su luz plateada iluminaba el oscuro bosque que se extendía ante mí. Era una noche radiante y en un silencio tenso, solo interrumpido por el susurro de las hojas moviéndose con la brisa. El fragmento de la piedra púrpura, seguía en mi poder, y me otorgaba un leve sentido de protección, pero sabía que no podía confiar completamente en ese objeto que mi Luna obtuvo tras su batalla contra Ingrid en "Garra Dorada". —No puedo fallar —murmuré para mí mismo. Solo deseaba encontrar a mi Luna, Maray, y rescatarla del lugar donde la hubiese metido esa m@ldita hechicera. Avancé con cautela entre los frondosos árboles. La barrera mágica de Ingrid era poderosa, y sabía que me convertiría en blanco si me olfateaban los lobos grisáceos de esa manada. Un macho Alfa como yo era más fácil de detectar, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por
Cada paso que daba sobre la fría tierra se cubría de escarcha.Su largo vestido rojo, hecho trizas, apenas cubría su pálida piel; la sangre que había salpicado la tela se entrelazaba con el color de su atuendo. Sus ojos celestes se pintaron de un intenso rojo, brillando como dos rubíes que revelaban la presencia de su loba interna, alerta. Su cuerpo, lleno de arañazos, raspones y moretones, evidencia de una tragedia que la marcaría para siempre.Todo estaba…¡DESTRUIDO!Caminaba entre ruinas, su larga cabellera negra por debajo de su trasero meciéndose lentamente con la helada brisa. A su alrededor, solo había caos: el pueblo de su manada, hecho añicos.Su corazón latía con fuerza, cada golpe era un recordatorio del dolor aplastante que la asfixiaba, mientras los cadáveres de lobos de pelaje rojizo yacían a su alrededor. ¡¿Qué carajos había pasado?!La pregunta resonaba en su mente. —¡¡¡LOS MATASTE!!! ¡ESTÁN MUERTOS! Los ojos de la mujer-loba se abrieron de par en par al escuch