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Capítulo 04: ¿Y tiene que ser una loba?

Lo cierto es que… Ella no quería morir. 

Sus ojos se posaron en la luna, grande y majestuosa filtrándose con su resplandor plateado por las ramas de los árboles. 

—Perdóname diosa, perdón mi cachorro… —susurró, su voz quebradiza, cargada de una tristeza inimaginable— No pude… No pude traerte a este mundo. Para mí, nunca fuiste… una herramienta.

Las palabras se desvanecieron en el frío aire nocturno.

¡NO PODÍA! ¡NO QUERÍA MORIR AHÍ! 

Connie hizo un enorme esfuerzo y se levantó lentamente, apoyándose con la rama de un árbol que utilizó de bastón.  

Ella comenzó a avanzar, caminando a pasos lentos, tambaleante soportando el dolor monumental de todo su cuerpo, loba y corazón. 

Un rastro de sangre en el suelo tras ella, sus lágrimas que emergían nublando su vista… Regresando al territorio de Luna Plateada. 

Fue entonces, cuando comenzó a acercarse a la entrada que vio a distancia a una silueta familiar, una hechicera anciana que era su bisabuela y curaba a los lobos heridos en batalla; al ver a Connie, la viejita corrió hacia ella. 

Una triste sonrisa entre lágrimas curvó los labios de esa hembra, cuya vista se volvió oscura y cayó inconsciente entre los brazos de esa hechicera. 

………..

⁠✧⁠✧⁠✧⁠ Mientras eso sucedía, en las tierras lejanas del territorio de los hombres-lobos. ✧⁠✧⁠✧

Un imponente palacio se alzaba entre la espesura de un bosque colosal. 

Sus muros, tan blancos como la nieve, reflejaban la luz del sol, dándole un resplandor como si fuese un diamante. 

En su interior, el aire era puro y fresco, impregnado de la esencia de las montañas que lo rodeaban. 

En el interior de ese majestuoso edificio, un amplio salón se extendía, con un trono que parecía brillar como joyas. 

Ahí, sentado, el Rey Gael, una figura imponente, cuya presencia helada emanaba poder y misterio.

Su larga cabellera blanca, lacia y brillante, enmarcando un rostro de facciones severas, cuya mirada fulminante parecía atravesar el alma de los que se atrevían a hacer contacto visual. 

Un aura mágica, de un blanco puro envolvía su escultural figura, vestido de blanco, llevaba una capa violeta, cuyo tono igualaba la profundidad de sus afilados ojos, que destellaban como joyas de amatista. 

Frente a él, una neblina de magia pura y helada se arremolinaba, proyectando la vida de la loba híbrida, Connie.

Era como si el Rey estuviera espiando cada uno de sus movimientos, através de la conexión mágica que los ligaba. 

—Rey Gael. ¿Por qué vigila tanto a esa loba? —la voz grave de su mano derecha, Leo, resonó en el vasto salón, llena de desdén. Su cabello castaño caía desaliñado sobre los hombros, y sus ojos avellana se posaron en la imagen desgarradora de la loba ensangrentada—. Son criaturas miserables, sumidas en caos.  

—Ella es el cuerpo que elegí para "eso" —respondió Gael con un tono helado, chasqueando los dedos, la neblina se disipó en un instante—. ¿Quién diría que, después de solo un siglo, hallaría a alguien tan compatible con mi magia?, fue bastante rápido.  

—Hmm… ¿Y tiene que ser una loba?, de entre todas las criaturas… Esa cosa —susurró Leo, el desprecio notable en sus palabras.

—Sí, una pequeña loba. Odio a esas criaturas, pero, ¿qué otra opción me queda? —una sonrisa maliciosa curvó los labios de Gael. Él se levantó de su trono, la majestuosidad de su figura eclipsando la sala—. Pronto le daré la "bienvenida". ¿Cuántos años han pasado desde que tuve una Reina a mi lado?

Los pasos del Rey resonaron con eco sobre el piso, mientras Leo lo seguía, aún reacio.

—¿Está usted bromeando? ¿Reina?, con esa herida en el vientre… Esa loba definitivamente quedó estéril, es decir, ella es una cosa INÚTIL.

………….

⁠✧⁠✧⁠✧ Mientras tanto, esa mañana en la manada de "Luna Plateada". ⁠✧⁠✧⁠✧

Lo primero que escuchó fue el suave murmullo de la lluvia, ella abrió sus ojos lentamente. 

La lluvia caía a cántaros, pero, sorprendentemente, no se estaba mojando.

Connie se dio cuenta de que se encontraba bajo una enorme carpa, en el territorio de Luna Plateada, lobos heridos a su alrededor.

Sentándose lentamente, un dolor agudo recorrió su cuerpo, cada músculo y cada hueso dolía de los diablos.

Su mente se llenó de recuerdos de la brutal batalla con su esposo, Alfa Gedeón.  

Con gran esfuerzo, revisó su cuerpo.

Llevaba otras ropas, limpias y secas, lo que la confundió.

Al bajar la falda para examinar su abdomen, encontró una larga cicatriz en su vientre; testigo de la brutalidad que había enfrentado, y cómo perdió a su cachorro no nacido. 

—Sí… Sí sucedió… —susurró, sus labios temblorosos, y en un instante, las lágrimas brotaron de sus ojos celestes— Todo está perdido y… mi cachorro murió… 

La tristeza la envolvió, había enfrentado a la muerte y había sobrevivido, pero a un costo inimaginable.

Connie, con su corazón hecho trizas, se dejó caer de nuevo sobre la camilla, lamentando la vida que nunca tendría, mientras la lluvia continuaba cayendo, como si el mundo lobo llorara su pérdida. 

—Mi niña… Has despertado —se escuchó la voz de una anciana. 

Las lágrimas de ella se detuvieron y volvió a ver de inmediato a la viejita hechicera. 

—Bisabuela, tú…

—¿Cómo está tu herida?, ya debería haberse curado, eres una loba muy fuerte —dijo la anciana, sus cabellos blancos alborotados, a la vez que se sentaba cerca de Connie y ponía una cesta con frutas—. Anda, come. 

—¡NO! ¡NO HAY TIEMPO!, ¿qué pasó con Gedeón? 

—No lo sé. Un grupo se desplazó al bosque… Pero no encontraron a nadie, solo una cantidad de sangre abrumadora, probablemente… Esté muerto. 

¡El corazón de Connie se estremeció en ese momento!

¿Lo mató?

¿Realmente ella mató a su esposo?

Le quitó la vida al nuevo Alfa de Noche Carmesí. Ahora sí, estaba segura que nadie en la manada de los lobos rojos querría verla de vuelta o entre todos la matarían. 

—¿Y… Y Connor? —preguntó por su hermano, el único familiar que le quedaba. 

—No lo sé. Deberías comer, necesitas energías para…

Connie se levantó antes de que la anciana terminara de hablar; yendo en busca de su hermano. 

…….

La lluvia la había empapado por completo, sus lágrimas confundiéndose con las gotas que resbalaban por su rostro. 

A pesar de que la manada de Luna Plateada yacía nuevamente en ruinas, muchos de los lobos ocultos en sus escondites salieron. 

—¡¿Dónde está Alfa Connor?! —gritó Connie, su voz quebrándose de angustia.

—Connie, el Alfa no ha sido encontrado. El último mensaje que nos dejó a través de su enlace mental fue… "Estoy bien. Cuiden de Connie" —respondió Beta Arlen, apresurándose hacia ella—. Estamos haciendo todo lo posible por localizarlo. El enemigo se ha retirado. No sabemos qué buscaban ni si lo obtuvieron, pero… esto es un desastre.

Connie se dirigió a las ruinas del castillo de la manada, su corazón latiendo con fuerza ante la devastación que esos enemigos habían causado. 

"¿Por qué…? ¿Por qué hicieron esto? ¿Por qué a nosotros? ¿Qué les hicimos? ¿Qué querían o buscaban?"

Su mente se inundaba de preguntas sin respuesta.

Entre los escombros, un destello de luz llamó su atención.

—¿Qué es eso? —preguntó al Beta, su voz temblorosa. 

—¿Qué cosa? No veo nada… —susurró él, confundido.

—¡Eso! ¡Magia! —exclamó Connie, avanzando entre los escombros con cautela, su cuerpo aún adolorido y tembloroso, casi tropezando en su camino hacia las gruesas paredes de piedra destruidas.

Con mucho esfuerzo, comenzó a mover los escombros. En un profundo agujero que daba al sótano, sus ojos celestes se tornaron rojos, su loba observando en la oscuridad… ¡UN BAÚL!

Con un impulso de determinación, Connie saltó al interior.

—¡Connie, no! ¡Es peligroso! —gritó su primo, Beta Arlen. Pero fue demasiado tarde… ¡Ella cayó!

POF~

—¡AAY! ¡MALDICIÓN! —gritó Connie, el dolor punzando en su cuerpo mientras quedaba cerca del baúl.

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