—Tienes que ser tú, pequeña —dijo el Rey albino, inclinándose hacia Connie. La cercanía de esa figura imponente hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Connie, dejándola inmóvil mientras lo observaba. ¿Qué podía hacer? Cada roce de ese ser, que parecía ajeno al efecto que causaba en ella, desataba un caos en su mente. —¿Por qué yo…? —su voz apenas fue un susurro tembloroso. Gael apartó la mano de Connie de la manija de la puerta. —Probé si podías resistir mi magia; mi esencia está en ti, y has hecho un buen trabajo —hizo una pausa, dejando que el silencio se alargara, haciendo que esos segundos se sintieran eternos—. No puede ser otra hembra, solo tú. —¿Y solo por eso te crees con el derecho de hacerme tener tus crías? —frunció el ceño, liberándose del agarre firme que él ejercía sobre su muñeca—. ¡¿Vas a ayudarme o no, sin rechistar, con mi m@ldita venganza?! —No. Haré más que eso. Connie lo miró con confusión. —¿De qué hablas? —le preguntó ella de inmediato. —Te en
La diosa bendijo a las manadas del mundo, otorgando un don especial a cada una. Uno de esos dones, exclusivo del primer Alfa, se transmitía a través de generaciones, formando lo que se conocía como "la rama principal" de la herencia real. Connie, una hembra híbrida, poseía ese don por derecho divino, heredado de su madre, la anterior Alfa, uno tan poderoso como era… Manipulador y borrar recuerdos de su víctima, por medio de una mordida especial. De pie en el espacioso baño, Connie recargó su espalda contra la puerta, apoyando una mano en su pecho izquierdo. Su corazón latía desenfrenado, y aunque intentaba calmarse, era prácticamente imposible. Abrió lentamente los ojos, y el celeste claro que los caracterizaba se tiñó de un rojo carmesí. «¡No podemos seguir así!», le gruñó su loba, Sary, en un susurro interno. «¿Y qué sugieres? Está claro que él se aprovecharía de mis circunstancias si descubre la verdad…», respondió Connie, exhalando mientras apoyaba ambas manos en el lava
—¿Y con quién los vas a tener? ¿Aún no te has dado cuenta, pequeña loba? —dijo Gael, apareciendo ante ella en un instante, su dedo señalando su vientre. Él se inclinó hacia Connie, su rostro a centímetros de distancia de esa hembra, y le susurró: —Tú quedaste estéril por culpa de ese Alfa. La magia de mi dragona está "sanando" tu vientre. Pero, después de hacerlo, el único con suficiente poder para embarazarte y asegurarte un parto sin complicaciones soy yo. Cualquier intento con otro ser terminará irremediablemente en un trágico aborto para ti. Connie guardó silencio sorprendida. Viendo cómo ese Rey se marchaba. ………… Más tarde esa noche. El salón del consejo se extendía en una habitación rectangular, donde una mesa ovalada plateada brillaba bajo la luz tenue, rodeada de sillas blancas y acolchadas con altos respaldo. —¡No, majestad! ¡Es una asquerosa loba! —gritó uno de los consejeros del Rey dragón, su voz llena de desprecio. —Tampoco estoy de acuerdo. Sería un insulto c
—¡Ahora son enemigos! —rugió un hombre lobo maduro, su voz resonando con furia. —Hay que aceptarlo. La alianza se ha derrumbado. Ya no existen las tres manadas hermanas —declaró un hombre lobo guerrero, frunciendo el ceño mientras apretaba los puños sobre la mesa del consejo. —Estoy de acuerdo. Luna Plateada debe preocuparse solo por sí misma. Todos los que no pertenezcan a nuestro círculo son enemigos —afirmó un hombre lobo anciano, acariciando su larga barba blanca con gesto grave. En su trono, Alfa Connor observaba en silencio. ¿Qué podía decir? Garra Dorada fue la primera de las tres manadas hermanas en caer. Nadie sabía con certeza cómo el enemigo había logrado derribar a una de las más fuertes, dejando solo a unos pocos miserables supervivientes. Su territorio estaba ahora arrasado, desolado. Noche Carmesí se hundió en el caos cuando el collar de la Alfa Connie estalló. Un collar que sellaba su poder, uno que solo podría fallar si quien lo había colocado en un r
Tres meses. Habían pasado más de tres meses desde que la Alfa Connie… ¡DESTRUYÓ CASI TODA LA MANADA! En las tierras de la manada "Noche Carmesí", rodeadas por densos bosques, una flora y fauna abundante entre pantanos y montañas. El pueblo de la manada, pequeño, humilde, compuesto por cabañas que se alzaban acogedoras y rústicas. La mansión de la manada, aunque antigua, sencilla, no muy grande, pero hermosa. Una ventaja tenían los llamados "lobos rojos". Recostruían en poco tiempo su pueblo después de feroces batallas. PERO… La situación actual era diferente. ¡Todos maldecían a Connie! —¡¿Por qué tuvo que ser híbrida?! —¡Por culpa de la anterior Alfa no tenemos tierras de cosecha! —¡Por culpa de Connie muchos animales de los que nos alimentamos murieron! Todo era quejas en la manada. Y es que… La magia que esa loba liberó cuando el collar que la aprisionaba estalló. Dejó aún grandes sectores inservibles y congelados. ¿Cómo quitaban un hielo de una magia
Las nubes grises cubrían el cielo en una tarde sombría, el viento soplaba con fuerza, anunciando la llegada de una tormenta inminente.Connor, el poderoso Alfa de la manada Luna Plateada, salió a recibir a la inesperada visitante.Su alto y atlético cuerpo se movía con una gracia felina, su cabello rojo como el fuego ondeando con la brisa, y sus ojos grises, como lunas llenas, destellaban con el poder de su lobo interior, Sirius, alerta y listo para cualquier peligro.Cuando la figura encapuchada en blanco se acercó, Connor sintió que el corazón le daba un vuelco.Esa silueta, esa presencia…¡No podía ser!Al quitarse la capucha, Connor se encontró cara a cara con Connie, su propia hermana, esa ex-Alfa de Noche Carmesí. —¿Connie? —exclamó Connor, atónito, acercándose a ella y agarrándola firmemente por los brazos—. ¡¿Dónde has estado?! ¡¿Tienes idea de lo preocupado que estuve por ti?! Connie correspondió el abrazo de su hermano, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.—Es una l
Cada paso que daba sobre la fría tierra se cubría de escarcha.Su largo vestido rojo, hecho trizas, apenas cubría su pálida piel; la sangre que había salpicado la tela se entrelazaba con el color de su atuendo. Sus ojos celestes se pintaron de un intenso rojo, brillando como dos rubíes que revelaban la presencia de su loba interna, alerta. Su cuerpo, lleno de arañazos, raspones y moretones, evidencia de una tragedia que la marcaría para siempre.Todo estaba…¡DESTRUIDO!Caminaba entre ruinas, su larga cabellera negra por debajo de su trasero meciéndose lentamente con la helada brisa. A su alrededor, solo había caos: el pueblo de su manada, hecho añicos.Su corazón latía con fuerza, cada golpe era un recordatorio del dolor aplastante que la asfixiaba, mientras los cadáveres de lobos de pelaje rojizo yacían a su alrededor. ¡¿Qué carajos había pasado?!La pregunta resonaba en su mente. —¡¡¡LOS MATASTE!!! ¡ESTÁN MUERTOS! Los ojos de la mujer-loba se abrieron de par en par al escuch
Tras lentos parpadeos, la hembra Alfa abrió sus ojos con dificultad. Su mirada celeste se encontró de inmediato con…¡UNA PRISIÓN!—¿Qué…? —susurró, moviéndose con agitación, pero se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos estaban encadenados. Cadenas rojas, grabadas con símbolos extraños, la mantenían cautiva.La celda estaba cubierta de inscripciones de sangre seca, en las paredes, en el suelo, incluso en la silla de madera donde se encontraba atada.Connie, vestida únicamente con una larga bata negra, sintió que la oscuridad la envolvía. Los recuerdos la golpearon como una tormenta.—No… Yo… Soy un monstruo…Sollozó la hembra, sus lágrimas deslizándose por sus pálidas mejillas, mientras su corazón se desgarraba en mil pedazos.En su memoria, los cadáveres de los lobos rojos de su manada. —Lo que hice no tiene perdón de la diosa… Merezco esto, no… Merezco la muerte… ••••••••••En el imponente trono del castillo de "Luna Plateada", Alfa Connor se sentaba con un porte majestuoso,