El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo el aroma fresco de la lluvia que se avecinaba. Nubes, oscuras y amenazantes, se amontonaban sobre el cielo, mostrando la luz de los relámpagos. Gael, con su mirada intensa y su presencia dominante, la retenía de la cintura con una firmeza que hacía estremecer a la hembra híbrida. Pese a su furia, Connie no podía dejar de sentirse atraída por el aroma que emanaba de él. La loba de Noche Carmesí, intentó mantener la compostura. —No me subestimes. Te puedo sorprender —dijo ella, con un tono que desafiaba su autoridad. El Rey dragón esbozó una pequeña sonrisa. Sus afilados ojos violetas, viéndola con intensidad. —Oh, pequeña loba, no es subestimarte. Pero ya que estás rebosante de confianza, intentémoslo —con un movimiento rápido, Gael la atrajo aún más hacia él. —AH~ —soltó Connie, un pequeño sonido. Su cuerpo sin nada de distancia al de ese Rey. El aliento cálido de Gael, rozando el rostro de Connie. Ella sintió cómo
"¿Cuál es el objetivo del matrimonio que piensan celebrar y del trato que tienen?" "No se sabe nada de ese dragón. Pero a juzgar por su poder mágico, debe tener varios cientos de años… Después de todo, esos monstruos se vuelven más fuertes con el tiempo…" La preocupación en Connor era casi palpable. ¿Cómo no estarlo? Alguien con una larga vida es alguien con un pasado lleno de secretos. ¿Realmente todo lo que quería de Connie era una esposa o un heredero? Esa pregunta cruzó la mente del Alfa de la Luna Plateada. ……….. Frente al gran lago, en el jardín trasero de la mansión de Luna Plateada, Connie se encontraba aturdida, apoyando su espalda contra el tronco del grueso árbol. Su respiración era agitada, y sus labios aún recordaban el intenso beso de su mate. Sus ojos se posaron en el ser albino que abría un nuevo portal ante ellos. Un simple chasquido de sus dedos era suficiente para que ese brillo blanco y escarchado apareciera. La magia que emanaba era algo que la hembra
—Yo causé esto, es mi culpa que Noche Carmesí esté y… Las palabras de Connie se detuvieron al sentir el suave peso de una majestuosa ave blanca sobre su hombro. —¿Otra vez usarás esa forma? —susurró ella, con los ojos llenos de lágrimas que resbalaban por sus pálidas mejillas. «Sería problemático para ti si alguien detecta fácilmente mi magia, pequeña», resonó la voz del Rey dragón a través del pendiente que Connie llevaba. Un leve alivio la envolvió al saber que, al suprimir su poder, él también escondía su esencia, lo que le permitía sentir menos su presencia. —Iré al pueblo de la manada… —anunció la hembra, comenzando a descender por las rocas del precipicio con saltos seguros, hasta que finalmente tocó el suelo. Con cada paso que daba hacia el bosque, las plantas y árboles aparecían cubiertos por una ligera escarcha. La lluvia caía suavemente, y el silencio era abrumador; no había ningún sonido de vida en el bosque. Era como un desierto helado. Ese paisaje natural la ha
El ave se detuvo en su vuelo, mirándola con intensidad, sus afilados ojos violetas. ¡Gael no entendía la terquedad de esa hembra!, ¿por qué no hacer las cosas rápido y efectivamente? ¿Por qué tomarse tantas molestías con lobos que la despreciaban? Esas preguntas cruzaban por la mente de ese dragón, que tomaba la forma de un ave con su poder mágico. «¿Puedes hacerlo sola?, no me gustaría que mi futura esposa muera sin cumplir el contrato, por un capricho.», le habló ese ser centenario. —Sí, puedo —dijo Connie, aunque una sombra de duda cruzó su mente. ¡¡No quería que el ave se involucrara más!! ¡Era un asunto de su manada! ¡Algo de lo que ella se tenía que ocupar por sí misma! «Está bien.», le respondió Gael. «Buscaré a ese Gedeón. Parece que no está en el pueblo. Llama por mí cuando logres convencerlos.» Con un último aleteo, el ave se elevó, desapareciendo en la lluvia, mientras Connie se sentía cada vez más sola. Los hombres lobo se reagruparon, sus ojos f
—¿Destruir una barrera? —preguntó la mujer, sus ojos avellana brillando con sorpresa. —Así es —rugió el hombre lobo, un macho alto, con cabello pelirrojo que enmarcaba un rostro feroz e imponente, y ojos azules que delataban su pertenencia a la Noche Carmesí. Estaba en las profundidades del bosque, fuera del territorio de su manada, sentado en el césped con la espalda apoyada en un grueso tronco. Los árboles lo rodeaban, y el sonido distante de los animales anunciaba la llegada inminente de la noche. El cielo se oscurecía y la lluvia había cesado, creando un ambiente fresco y misterioso. Sin su camisa, que descansaba a un lado sobre el césped, el macho sentía el aire frío en su piel. Frente a él, la mujer de cabello negro como la noche, con un estilo pixie, se agachaba. Sus grandes pendientes de argolla brillaban en un hermoso púrpura. Vestida de gris oscuro, ella tenía las manos sobre el pecho del hombre lobo, un resplandor mágico emanaba de un grueso anillo en el dedo me
—¿Quién soy? Soy tu verdugo —la voz de aquel hombre resonó con firmeza mientras saltaba, aterrizando con gracia sobre el césped. —¿Ah? ¿Mi verdugo? ¡Tremendo imbécil! ¡¿Quién demonios eres?! No hueles a lobo… No hueles a… —las palabras de Alfa Gedeón se detuvieron cuando un leve aroma familiar lo golpeó: el de Connie. "¡HUELE A ELLA!" Pensó ese hombre lobo. —¿Lobo? Por supuesto que no soy algo tan bajo —replicó el Rey dragón con altivez, mientras la esfera en su mano se reducía de tamaño, brillando con intensidad creciente. —¡¿POR QUÉ HUELES IGUAL QUE ESA M@LDITA ASESINA DE CONNIE?! ¡¿Acaso fue tan cobarde y miserable que te buscó a ti para vengarse?! ¡JAJAJA! ¡Parece que es una cualquiera que se acuesta con todo tipo de machos! ¡Buscar a un hechicero! ¡Qué patética! ¡Todos odian su naturaleza híbrida en la manada! ¡No harán más que descuartizarla viva! —se burlaba el Alfa, riendo a carcajadas. —¿Así que "un hechicero"? Es cierto que uso magia, pero… —una sonrisa engreída
—¡AAAAH! —gritó la hembra cuando la agarraron de su larga cabellera negra, casi arrastrándola fuera de la celda. POF~ El ruido de su cuerpo cuando la lanzaron con fuerza contra el frío suelo, por encima de unas cubetas y otros objetos de limpieza, resonó en los calabozos. Connie quedó sentada, su espalda contra la pared, con todo su cuerpo húmedo por el agua sucia de las cubetas y golpeadas sus heridas por los objetos que le cayeron encima. —¡Mereces la muerte! ¡Deberíamos desgarrarte! ¡Arrancarte toda la piel sin piedad! —rugió uno de los hombres lobos. —¡HABLA CONNIE! ¡QUIÉN ES EL ENEMIGO QUE LUCHA CON ALFA GEDEÓN Y CÓMO LO VENCEMOS! —le gritó exigente otro de los hombres lobos, que agachándose frente a la loba encadenada de piernas y brazos, la tomó con fuerza del cabello, obligándola a verlo a la cara. «¡NO PUEDO MÁS! ¡¿Por qué nos haces esto, Connie?! ¡No puedo presenciar tal humillación de nuestros propios lobos!», aulló en su interior Sary, su loba. Connie podía
El hombre lobo apoyó sus manos en un árbol con fría escarcha, cubierto de musgo congelado. —COF~ COF~ —Alfa Gedeón, tosió sangre desesperadamente. Su buen sentido auditivo, lo hizo darse cuenta de que ese ser se acercaba. ¡El hombre lobo volvió a ver hacia atrás! La lluvia caía encima de ese alto Rey albino, entonces… ¿Por qué parecía no tocarlo ni mojarse uno solo de sus largos cabellos? —¡MALDITO MONSTRUO! ¡¿QUÉ DEMONIOS QUIERES DE MÍ?! —le rugió Alfa Gedeón a ese Rey dragón. —¿Qué quiero?, matarte, claro está —dijo ese ser, su voz tan fría como la magia helada que cubría todo Noche Carmesí. —¡¿Por qué quieres matarme?! ¡¿Es venganza de Connie?! ¡ELLA MATÓ A MUCHOS DE SUS PROPIOS LOBOS, INCLUYENDO MI ESPOSA! ¡ME OBLIGARON A SER EL ALFA Y PREÑARLA! —gritaba desesperado Alfa Gedeón—. ¡¿Tienes idea de lo que se siente estar obligado a dormir con alguien que no amas por maldito deber?! —La tengo —respondió sin titubeo ese Rey dragón—. Sin embargo. Matarte, es la única man