—¿Destruir una barrera? —preguntó la mujer, sus ojos avellana brillando con sorpresa. —Así es —rugió el hombre lobo, un macho alto, con cabello pelirrojo que enmarcaba un rostro feroz e imponente, y ojos azules que delataban su pertenencia a la Noche Carmesí. Estaba en las profundidades del bosque, fuera del territorio de su manada, sentado en el césped con la espalda apoyada en un grueso tronco. Los árboles lo rodeaban, y el sonido distante de los animales anunciaba la llegada inminente de la noche. El cielo se oscurecía y la lluvia había cesado, creando un ambiente fresco y misterioso. Sin su camisa, que descansaba a un lado sobre el césped, el macho sentía el aire frío en su piel. Frente a él, la mujer de cabello negro como la noche, con un estilo pixie, se agachaba. Sus grandes pendientes de argolla brillaban en un hermoso púrpura. Vestida de gris oscuro, ella tenía las manos sobre el pecho del hombre lobo, un resplandor mágico emanaba de un grueso anillo en el dedo me
—¿Quién soy? Soy tu verdugo —la voz de aquel hombre resonó con firmeza mientras saltaba, aterrizando con gracia sobre el césped. —¿Ah? ¿Mi verdugo? ¡Tremendo imbécil! ¡¿Quién demonios eres?! No hueles a lobo… No hueles a… —las palabras de Alfa Gedeón se detuvieron cuando un leve aroma familiar lo golpeó: el de Connie. "¡HUELE A ELLA!" Pensó ese hombre lobo. —¿Lobo? Por supuesto que no soy algo tan bajo —replicó el Rey dragón con altivez, mientras la esfera en su mano se reducía de tamaño, brillando con intensidad creciente. —¡¿POR QUÉ HUELES IGUAL QUE ESA M@LDITA ASESINA DE CONNIE?! ¡¿Acaso fue tan cobarde y miserable que te buscó a ti para vengarse?! ¡JAJAJA! ¡Parece que es una cualquiera que se acuesta con todo tipo de machos! ¡Buscar a un hechicero! ¡Qué patética! ¡Todos odian su naturaleza híbrida en la manada! ¡No harán más que descuartizarla viva! —se burlaba el Alfa, riendo a carcajadas. —¿Así que "un hechicero"? Es cierto que uso magia, pero… —una sonrisa engreída
—¡AAAAH! —gritó la hembra cuando la agarraron de su larga cabellera negra, casi arrastrándola fuera de la celda. POF~ El ruido de su cuerpo cuando la lanzaron con fuerza contra el frío suelo, por encima de unas cubetas y otros objetos de limpieza, resonó en los calabozos. Connie quedó sentada, su espalda contra la pared, con todo su cuerpo húmedo por el agua sucia de las cubetas y golpeadas sus heridas por los objetos que le cayeron encima. —¡Mereces la muerte! ¡Deberíamos desgarrarte! ¡Arrancarte toda la piel sin piedad! —rugió uno de los hombres lobos. —¡HABLA CONNIE! ¡QUIÉN ES EL ENEMIGO QUE LUCHA CON ALFA GEDEÓN Y CÓMO LO VENCEMOS! —le gritó exigente otro de los hombres lobos, que agachándose frente a la loba encadenada de piernas y brazos, la tomó con fuerza del cabello, obligándola a verlo a la cara. «¡NO PUEDO MÁS! ¡¿Por qué nos haces esto, Connie?! ¡No puedo presenciar tal humillación de nuestros propios lobos!», aulló en su interior Sary, su loba. Connie podía
El hombre lobo apoyó sus manos en un árbol con fría escarcha, cubierto de musgo congelado. —COF~ COF~ —Alfa Gedeón, tosió sangre desesperadamente. Su buen sentido auditivo, lo hizo darse cuenta de que ese ser se acercaba. ¡El hombre lobo volvió a ver hacia atrás! La lluvia caía encima de ese alto Rey albino, entonces… ¿Por qué parecía no tocarlo ni mojarse uno solo de sus largos cabellos? —¡MALDITO MONSTRUO! ¡¿QUÉ DEMONIOS QUIERES DE MÍ?! —le rugió Alfa Gedeón a ese Rey dragón. —¿Qué quiero?, matarte, claro está —dijo ese ser, su voz tan fría como la magia helada que cubría todo Noche Carmesí. —¡¿Por qué quieres matarme?! ¡¿Es venganza de Connie?! ¡ELLA MATÓ A MUCHOS DE SUS PROPIOS LOBOS, INCLUYENDO MI ESPOSA! ¡ME OBLIGARON A SER EL ALFA Y PREÑARLA! —gritaba desesperado Alfa Gedeón—. ¡¿Tienes idea de lo que se siente estar obligado a dormir con alguien que no amas por maldito deber?! —La tengo —respondió sin titubeo ese Rey dragón—. Sin embargo. Matarte, es la única man
¡Connie abrió sus ojos de par en par ante la sorpresa! Las fragmentos del anillo se esfumaron, y la conexión del ritual ceremonial… ¡SE ROMPIÓ! —¡MURIÓ, POR TU CULPA! ¡TÚ QUE NO HAS TRAÍDO MAS QUE CAOS Y CALAMIDAD A LA MANADA DEBERÍAS MORIR! —gritó el hombre lobo frente a ella, tomando su forma lobuna. ¡Un lobo rojo emergió!, maduro, pelaje rojizo bastante oscuro y algunas antiguas cicatrices de feroces batallas. Tras un poderoso rugido, él se abalanzó sobre la hembra herida que yacía en el frío suelo encadenada. Hasta que… ¡POOF! El lobo aulló al ser golpeado, volando por los aires y estrellándose contra la pared del calabozo. ¡CRAAANK! ¡Todo ese sector del calabozo hecho añicos! —¡¡AAAAHG!! ¡¿QUIÉN FUE?! —rugió ferozmente mostrando sus colmillos, a la vez que energía de las ruinas de piedra. ¡Lo que vio ante sus ojos rojos sangre, lo sorprendió! El brillo blanco se disipó, pero un torbellino de neblina escarchada se arremolinaba, hasta que tras el sonido de
Un palaje rojo carmesí vivaz, una loba enorme, fuerte, cuyos ojos color rubí destilaban ferocidad, imponencia y majestuosidad. Gael se sorprendió por un instante. Nunca la había visto directamente; esa loba, una magnífica criatura. Rápidamente su expresión volvió a ser seria. ¡EL HOMBRE-LOBO VOLVIÓ A TOMAR SU FORMA LOBUNA! —¡¡ESTÁS HERIDA, CONNIE!! ¡YA NO ERES LA ALFA NI CUENTAS CON LA BENDICIÓN DE LA DIOSA! ¡TE MATARÉ FÁCIL! —rugió ese lobo rojo, lanzándose contra Connie. ¡POF! ¡Él de inmediato sacó su garras buscando herir más de la cuenta a la loba Sary! Pero… ¡En cuestión de segundos la loba volteó la situación a su favor! ¡PUM! Con su imponente fuerza dejó a ese lobo de su manada sobre la tierra húmeda entre escombros de lo que quedaba de ese sector del calabozo. La lluvia comenzaba a aumentar su intensidad, el agua cayendo sobre esos dos feroces lobos de Noche Carmesí. —¡¡AAAAAHHHHH!! ¡M@LDITA! —gritó el lobo cuando Sary, la loba de Connie, clavó sus garras
La hembra apoyó su rostro en el pecho de ese Rey dragón, abrumada por lo deplorable de su estado. Exhausta, se aferró a las ropas de ese, su mate. —Lo has hecho bien, pequeña loba —sonrió el Rey dragón, con satisfacción en su tono. Connie perdió la consciencia justo en ese instante. —Pagaré por haberme curado la herida —dijo él, sin comprender del todo cómo esa hembra había logrado tal hazaña. En un suspiro, la dejó sobre la hierba suave bajo la sombra de un árbol, envuelta por una capucha de su magia. Con un gesto elegante de su mano, hizo que la magia nevada que había congelado el territorio de la manada comenzara a transformarse en escarcha que volaba por los aires. El sudor helado se asomaba en su frente, él haciendo un gesto de dolor, ante el uso excesivo de su poder. "Sé que fue magia contenida por un fuerte sello. Pero, ¿qué tan poderosa es esta pequeña loba para provocar tal explosión? Un alcance asombroso y una duración prolongada de meses…" Los ojos violetas del
✧✧✧ Un día más tarde. ✧✧✧ Gael entró en la habitación. Las paredes y los muebles eran de un blanco brillante, y las largas ventanas dejaban entrar una brisa fresca que llenaba el aire de calma esa mañana. En el centro, una cama tamaño king estaba cubierta con suaves sábanas blancas. Connie dormía, envuelta en la magia sanadora de Mirza, una de las dragonas más antiguas y poderosas del Clan Frostwind, solo superada por el Rey dragón Gael. Él se acercó a ella. Connie seguía en un profundo sueño, y su falta de movimiento indicaba que sus heridas todavía sanaban, especialmente la herida en su vientre, que tardaría semanas en curarse por completo. Gael se sentó al borde de la cama, sus ojos violetas recorriendo cada parte del cuerpo de la hembra inconsciente. Ella llevaba una bata de seda blanca, ligera como una pluma, que apenas cubría sus muslos. Los tirantes eran tan delgados que parecían a punto de romperse; el escote en V dejaba ver la curvatura de su figura, revelando más