El Rey Gael se acercó en un segundo hacia Connor. Quedando justo un paso frente a ese Alfa pelirrojo, invadiendo con su presencia imponente su espacio personal como un claro reto. Su mirada afilada de un intenso violeta, fija en ese Alfa de Luna Plateada, reflejaba una calma inquietante. —Te equivocas. No necesito tu aprobación. Su destino ya está decidido. Alfa Connor, frunció el ceño. —¿Cómo puedes tratar a Connie como si fuera un mero contrato? —preguntó Connor, con voz pausada, apenas logrando contener su ira y no sacar sus garras ante ese ser. Gael levantó una ceja, una sonrisa altiva curvando sus labios. Su aura era la de un Rey que no se dejaba afectar por las emociones de seres "inferiores", como consideraban en su Clan, a los lobos. —Es lo que es, Alfa. Connie lo sabe, y yo soy el único que puede enseñarle a controlar su poder antes de que vuelva a descontrolarse y muera. ¡Connor se sorprendió por un instante!, rápidamente volviendo a la cama. Un gesto pensat
PUM~ ¡El cuerpo de Gael fue a dar contra la pared cercana!, una expresión inalterable en él, sin siquiera mostrar un gesto de dolor, ni ninguna emoción más que frialdad. El Rey Gael, se preparó para el ataque. Connor se abalanzó sobre él, sus garras listas para desgarrar. Pero el Rey dragón, con un movimiento ágil y despreocupado, esquivó el ataque, dejando que el Alfa se estrellara contra la pared de la oficina. ¡CRAAAAANK! ¡Los muebles de los alrededores quedaron hechos trizas! —Eres fuerte, pero eso no te salvará —dijo Gael con voz fría, su mirada desprovista de emoción. Connor se giró rápidamente, lanzando un nuevo ataque, pero Gael se movió con la gracia de un depredador. Con un giro de su cuerpo, desvió el golpe y contraatacó, empujando a Connor hacia atrás con una fuerza abrumadora. PUM~ El Alfa cayó al suelo, aturdido, mientras Gael se mantenía firme, su expresión imperturbable. —¿Qué creías, que podrías desafiarme sin consecuencias? —dijo Gael, su tono lleno
El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo el aroma fresco de la lluvia que se avecinaba. Nubes, oscuras y amenazantes, se amontonaban sobre el cielo, mostrando la luz de los relámpagos. Gael, con su mirada intensa y su presencia dominante, la retenía de la cintura con una firmeza que hacía estremecer a la hembra híbrida. Pese a su furia, Connie no podía dejar de sentirse atraída por el aroma que emanaba de él. La loba de Noche Carmesí, intentó mantener la compostura. —No me subestimes. Te puedo sorprender —dijo ella, con un tono que desafiaba su autoridad. El Rey dragón esbozó una pequeña sonrisa. Sus afilados ojos violetas, viéndola con intensidad. —Oh, pequeña loba, no es subestimarte. Pero ya que estás rebosante de confianza, intentémoslo —con un movimiento rápido, Gael la atrajo aún más hacia él. —AH~ —soltó Connie, un pequeño sonido. Su cuerpo sin nada de distancia al de ese Rey. El aliento cálido de Gael, rozando el rostro de Connie. Ella sintió cómo
"¿Cuál es el objetivo del matrimonio que piensan celebrar y del trato que tienen?" "No se sabe nada de ese dragón. Pero a juzgar por su poder mágico, debe tener varios cientos de años… Después de todo, esos monstruos se vuelven más fuertes con el tiempo…" La preocupación en Connor era casi palpable. ¿Cómo no estarlo? Alguien con una larga vida es alguien con un pasado lleno de secretos. ¿Realmente todo lo que quería de Connie era una esposa o un heredero? Esa pregunta cruzó la mente del Alfa de la Luna Plateada. ……….. Frente al gran lago, en el jardín trasero de la mansión de Luna Plateada, Connie se encontraba aturdida, apoyando su espalda contra el tronco del grueso árbol. Su respiración era agitada, y sus labios aún recordaban el intenso beso de su mate. Sus ojos se posaron en el ser albino que abría un nuevo portal ante ellos. Un simple chasquido de sus dedos era suficiente para que ese brillo blanco y escarchado apareciera. La magia que emanaba era algo que la hembra
—Yo causé esto, es mi culpa que Noche Carmesí esté y… Las palabras de Connie se detuvieron al sentir el suave peso de una majestuosa ave blanca sobre su hombro. —¿Otra vez usarás esa forma? —susurró ella, con los ojos llenos de lágrimas que resbalaban por sus pálidas mejillas. «Sería problemático para ti si alguien detecta fácilmente mi magia, pequeña», resonó la voz del Rey dragón a través del pendiente que Connie llevaba. Un leve alivio la envolvió al saber que, al suprimir su poder, él también escondía su esencia, lo que le permitía sentir menos su presencia. —Iré al pueblo de la manada… —anunció la hembra, comenzando a descender por las rocas del precipicio con saltos seguros, hasta que finalmente tocó el suelo. Con cada paso que daba hacia el bosque, las plantas y árboles aparecían cubiertos por una ligera escarcha. La lluvia caía suavemente, y el silencio era abrumador; no había ningún sonido de vida en el bosque. Era como un desierto helado. Ese paisaje natural la ha
El ave se detuvo en su vuelo, mirándola con intensidad, sus afilados ojos violetas. ¡Gael no entendía la terquedad de esa hembra!, ¿por qué no hacer las cosas rápido y efectivamente? ¿Por qué tomarse tantas molestías con lobos que la despreciaban? Esas preguntas cruzaban por la mente de ese dragón, que tomaba la forma de un ave con su poder mágico. «¿Puedes hacerlo sola?, no me gustaría que mi futura esposa muera sin cumplir el contrato, por un capricho.», le habló ese ser centenario. —Sí, puedo —dijo Connie, aunque una sombra de duda cruzó su mente. ¡¡No quería que el ave se involucrara más!! ¡Era un asunto de su manada! ¡Algo de lo que ella se tenía que ocupar por sí misma! «Está bien.», le respondió Gael. «Buscaré a ese Gedeón. Parece que no está en el pueblo. Llama por mí cuando logres convencerlos.» Con un último aleteo, el ave se elevó, desapareciendo en la lluvia, mientras Connie se sentía cada vez más sola. Los hombres lobo se reagruparon, sus ojos f
—¿Destruir una barrera? —preguntó la mujer, sus ojos avellana brillando con sorpresa. —Así es —rugió el hombre lobo, un macho alto, con cabello pelirrojo que enmarcaba un rostro feroz e imponente, y ojos azules que delataban su pertenencia a la Noche Carmesí. Estaba en las profundidades del bosque, fuera del territorio de su manada, sentado en el césped con la espalda apoyada en un grueso tronco. Los árboles lo rodeaban, y el sonido distante de los animales anunciaba la llegada inminente de la noche. El cielo se oscurecía y la lluvia había cesado, creando un ambiente fresco y misterioso. Sin su camisa, que descansaba a un lado sobre el césped, el macho sentía el aire frío en su piel. Frente a él, la mujer de cabello negro como la noche, con un estilo pixie, se agachaba. Sus grandes pendientes de argolla brillaban en un hermoso púrpura. Vestida de gris oscuro, ella tenía las manos sobre el pecho del hombre lobo, un resplandor mágico emanaba de un grueso anillo en el dedo me
—¿Quién soy? Soy tu verdugo —la voz de aquel hombre resonó con firmeza mientras saltaba, aterrizando con gracia sobre el césped. —¿Ah? ¿Mi verdugo? ¡Tremendo imbécil! ¡¿Quién demonios eres?! No hueles a lobo… No hueles a… —las palabras de Alfa Gedeón se detuvieron cuando un leve aroma familiar lo golpeó: el de Connie. "¡HUELE A ELLA!" Pensó ese hombre lobo. —¿Lobo? Por supuesto que no soy algo tan bajo —replicó el Rey dragón con altivez, mientras la esfera en su mano se reducía de tamaño, brillando con intensidad creciente. —¡¿POR QUÉ HUELES IGUAL QUE ESA M@LDITA ASESINA DE CONNIE?! ¡¿Acaso fue tan cobarde y miserable que te buscó a ti para vengarse?! ¡JAJAJA! ¡Parece que es una cualquiera que se acuesta con todo tipo de machos! ¡Buscar a un hechicero! ¡Qué patética! ¡Todos odian su naturaleza híbrida en la manada! ¡No harán más que descuartizarla viva! —se burlaba el Alfa, riendo a carcajadas. —¿Así que "un hechicero"? Es cierto que uso magia, pero… —una sonrisa engreída