Capítulo 1

Lo que comenzó como un pequeño emprendimiento en Chicago acabó siendo la empresa de cuidado de la piel y maquillaje #1 a nivel internacional, con más de veinte sucursales en el continente americano y otras cinco fuera de él. Todas dirigidas elocuentemente por su fundadora, Marisa Carrington; empresaria modelo, madre soltera, hermosa y brillante. Muchos hombres y mujeres mostraban abiertamente su interés por ella, y durante años, con la mayor de las elegancias, rechazó a todo aquel que intentara acercarse para algo que no fuera hablarle de negocios

Como era de esperarse, muchos rumores y chismes crecían alrededor de la señorita Carrington, porque eso es lo que se hace cuando se busca que alguien esté en el ojo del huracán, pero Marisa era demasiado astuta como para sucumbir en tan estúpidas banalidades. Ella sabía la verdad, su hija sabía la verdad y… Las pocas personas que contaban con su afecto, la sabían también. Si por ella fuera, el resto podían seguir viviendo de engaños

No esperó a que la alarma sonara para ponerse en pie, se sentía como una adolescente admitiendo que su humor mañanero empeoraba gradualmente por tratarse de un Lunes, aunque no lo dijera en voz alta. Se enfundó en su camisón de seda favorito, hacía frío y aún no tenía intenciones de ducharse, no con el estómago vacío… En realidad, no tenía intenciones de nada, solo pasar el día junto a su mayor orgullo y m****r el resto al carajo

Casi deja salir un grito emocionado cuando encontró a Zuri y a Gabriela preparando su platillo preferido, tortillas mexicananas

— Buen día señorita, acompáñeme por favor. Su mesa está lista— la observó con adoración, sus rulos se encontraban desparramados por su cabeza con rebeldía, su cosa favorita en el mundo era sentarse a peinar a su hija… La niña lo sabía, por eso siempre le dejaba la tarea. Además, era mucho mejor que ella en eso

— Buenos días, ¿Qué celebramos? ¿Qué milagro caído del cielo hizo que mi hija se despertara tan temprano a cocinar? —

— Nada mami, solo que quisimos sorprenderte. Nani me ayudó a encontrar una buena receta y a que no incendiara la casa. También preparó tu favorito, jugo de arándano— se sentó dejando ver esa sonrisa auténtica que solo se muestra con quien lo merece, y ellas lo hacían

—Este maravilloso desayuno no estaría completo sin mis chicas favoritas— golpeó suavemente los asientos a su lado, y luego de terminar de servir, se sentaron a degustar los alimentos juntas

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— ¿Necesita pasar por algún lugar antes de ir a la oficina señorita Carrington— cuestionó Alessandra tan pronto su jefa abordó la camioneta

— No Ale, directo a la oficina por favor. Deja de hacerte la graciosa, mis amigos me llaman Marisa— le recordó a la chica que, como de costumbre, se carcajeó

Marisa era una jefe extraordinaria, que le abrió las puertas de su empresa y de su casa aún cuando no tenía ni un poco de experiencia laboral y lo único por resaltar en su hoja de vida era su destreza estando al volante. Dos años atrás, entró a Mariela Corporation temblando como gelatina y, todo empeoró al descubrir que era la única mujer del departamento de conductores… Sin mencionar que era una niña

Intentaron en numerosas ocasiones aprovecharse de ella de distintas maneras, cuando eso llegó a oídos de la gran jefa por pura casualidad, le otorgó a Alessandra el ascenso que todos los demás estaban esperando con ansias y la nombró su chófer oficial. Lo que terminó de callarles la boca y le devolvió la seguridad a la muchacha

Aprovechó el tiempo del recorrido para revisar sus mensajes y correos, tenía una millonada por revisar y siempre lo posponía. Le parecía una de sus labores más tediosas. Por supuesto que lo primero que hizo fue verificar que Gabriela hubiera llegado sana y salva a la escuela

Un frenazo en seco que la hizo salir disparada hacia adelante y provocó daños irreparables en su celular al volar por la ventana y caer contra el asfalto, arruinó su perfecta mañana

— ¿Qué fue eso? ¿Estás bien? —

— Salió de la nada, te juro que no lo vi—

Sus palabras la llenaron de pánico y ambas se apresuraron a bajar. Un chico yacía tendido en el suelo, inconsciente

— Oh por Dios— la muchacha comenzó a lanzar palabras sin sentido y a caminar de un lado a otro como pantera enjaulada. Marisa se atrevió a intentar sentir su pulso, solo pudo respirar tranquila cuando verificó que seguía con vida… Un instante después volvió a alarmarse al ver el rastro de sangre proveniente de la cabeza del joven

— Debemos llevarlo al hospital— dictaminó

— ¿Llamo a una ambulancia? — tartamudeó

Alessandra era ese tipo de persona que quedaba bloqueada en situaciones de estrés, cualquiera que mirara la escena por encima pensaría que la víctima del atropello fue ella. Si acaso quería llegar al hospital algún día para que lo atendieran, debía encargarse por su cuenta

—Quédate con él, yo llamaré… También a los oficiales de tránsito—

— Por favor no me despidas, lo lamento… Es que él solo apareció y no me dio tiempo de esquivarlo y—

— Ale, cálmate. ¿Quién está hablando de despidos? Ya tendremos tiempo de aclararlo todo, por ahora… Él necesita recibir atención médica— señaló al chico, quien seguía sin despertar, Alessandra asintió y se arrodilló junto a él sin despegarle la mirada de encima

Marisa fue rápida explicándole a quien le contestó lo que ocurrió. Casi se le salen los ojos cuando descaradamente le respondieron que tardarían más de 45 minutos en llegar y, pese a que detestaba la idea, terminó diciéndole su nombre a la odiosa mujer al otro lado del teléfono, apretó los dientes cuando respondieron que de inmediato saldrían para allí

¿Acaso no importaba el hecho de que alguien estuviera herido o tuviera una emergencia? El hecho de que fuera ella quien estaba solicitando ayuda, lo cambió todo

— ¡Despertó! — la pobre chica se encontraba al borde de las lágrimas — No te muevas, estás herido— se acercó apenas colgó la llamada para verlo por su cuenta

— La ambulancia está en camino, ¿Puedes oírme? — lucía bastante atontado, y como no, el golpe no fue cualquier cosa — ¿Puedes decirme tu nombre? —

Sus ojos miraban con inquietud hacia todas las direcciones. Se fijó en que Alessandra estaba por desmayarse y lo observaba conteniendo el aire, y en que la mujer que la acompañaba lucía un traje que le costaría el sueldo de cinco años. Sus voces llegaban a sus oídos como ecos, era como si su cerebro no pudiera conectar las ideas para entender que era lo que decían y poder responder

— ¿Me escuchas? ¿Puedes decirme tu nombre? ¿Quieres que llamemos a alguien? —

El estado de lucidez intermedio lo golpeó tan fuerte que fue finalmente consciente del dolor de sus extremidades, sobretodo el de su cabeza

— Zack Frier, soy Zack Frier—

El sonido de las sirenas llenó el lugar, todo pasó muy rápido y pronto estuvo en una camilla, dentro de una ambulancia y camino al hospital. Sintió el calor de una mano tomando la suya, y allí estaba ella… Con la camisa remangada y los primeros botones sueltos, con el cabello perfectamente arreglado y ese porte sofisticado que aún en tan ambiguas circunstancias, lo había cautivado

—Debo ir a trabajar— Susurró débilmente

— No te preocupes por nada, déjalo todo en mis manos—

Se percató de cómo poco a poco se apagaba nuevamente, nunca había sentido tanta pesadez en sus párpados

Más tardó Zack en abrir los ojos que Marisa en levantarse de la banquita en la que se encontraba para correr e informar que estaba recuperando la consciencia

Varios doctores y enfermeras entraron, y tras un corto saludo, comenzaron a revisarlo por todos lados. La mujer que lo había traído se encontraba a una distancia prudente de todo el alboroto, pero atenta a cada movimiento. Se olvidó por un segundo de que lo echarían si acaso llegaba tarde, de que debía llevar a sus hermanos a la escuela porque odiaba perderse de aquellos momentos, aunque Cassie ya fuera toda una señorita y en definitiva, se olvidó del dolor

— ¿Va a estar bien? —

— Tendremos que hacerle más exámenes, por prevención lo mejor es que esté hospitalizado por un par de días en observación—

— ¿Un par de días? — Horrorizado, asimiló lo que esas palabras significaban. Marisa asintió con firmeza

— ¿En dónde puedo hacer el pago correspondiente? Quiero que reciba la mejor de las atenciones y en el momento en el que corresponde, sin esperas ni postergaciones—

— Acompáñeme por favor—

Y se dispuso a hacerlo, cuando Zack habló para detenerla

— Señorita, no puedo aceptar que se haga responsable así como así—

— Zack, te atropellamos… Estás aquí por eso y lo mínimo que puedo hacer es pagar por tus gastos hospitalarios—

— Pero de verdad que no es necesario, no me pasó nada grave—

— Para que lo sepas y me vayas conociendo, nadie me dice que no. Descansa un poco, ya llamamos al número que tienes como contacto de emergencia y tu familia viene en camino—

— Muchas gracias señorita…—

— Carrington. Pero puedes decirme Marisa—

Y con eso, salió del pequeño cubículo. Estaba encandilado con su belleza, su propiedad, su amabilidad… Tanto, que apenas y notó que la enfermera entró para cambiar las gasas de su cabeza

Media hora después Marisa aún no volvía, no había señales de la otra chica parlanchina que estaba con ella. Todo estaba tan silencioso y él tan agotado que mantener los ojos abiertos era toda una hazaña

— ¡Casi me muero cuando me llamaron y tú durmiendo! ¡Durmiendo!— la inconfundible voz de su hermana llenó el lugar trayéndolo de vuelta — ¿Qué fue lo que pasó? —

Al detallar mejor se dio cuenta de que no solo Cassandra estaba ahí, todos lo estaban. Tamara, su madre, con la mirada cada vez más ausente y sus hermanos menores; Jordan y Dalila, traían sus uniformes escolares puestos

— Nada serio, un pequeño accidente, ¿Cómo están pequeñuelos? No debieron venir, estoy perfectamente —

— Claro, lo dice el que tiene enormes vendas en la cabeza y raspones por todos lados —

— ¿Dónde estoy? Quiénes son ustedes?— 

— No es un buen día— Exclamó Dali, la menor, sorbiendo por la nariz. Señal de que había estado llorando — Mami no me reconoció esta mañana cuando fui a saludarla—

— No llores princesa, ella se va a poner mejor— Se apresuró a tranquilizarla Zack

— ¿Y tú?— El pequeño Jordan poco hablaba, pero cuando lo hacía expresaba mucho. Estaba preocupado

— Y yo también— 

Tomó la mano de su mamá en un intento por traerla de vuelta a la realidad, pero Tamara estaba ida por el momento. De un momento a otro, entró un policía seguido por Marisa, quien no lucía para nada feliz

— Como ve oficial, está siendo muy inoportuno—

— Buenos días para todos, mil disculpas por entrar así. Pero debemos tomar su declaración de los hechos—

Tardó en responder, pues estaba demasiado intrigado por la forma en la que Cassie miraba a Marisa, como si fuera imposible de entender que estuviera parada frente a ellos. Por otro lado, la presencia de la policía le ponía los pelos de punta

Sacudió la cabeza

— Por supuesto, en realidad no hay mucho por decir. Iba en la bicicleta con la que hago los domicilios y me salí del carril intentando esquivar a una camioneta que iba en contravía. Prácticamente me atravesé en su camino por evitar un accidente peor—

— ¿Entonces no fue por la imprudencia de quien iba manejando?—

— No, todo pasó demasiado rápido y ella no alcanzó a reaccionar—

Terminó de tomar notas en su libreta de bolsillo y volvió a mirar a los presentes

— ¿Recuerda las placas del auto que iba en contravía?—

— No pude verlas—

— Siendo así, mi trabajo termina aquí. Señorita Carrington, su camioneta le será entregada en perfecto estado en los próximos tres días hábiles. Le deseo pronta recuperación señor Frier, buen día para todos—

Alessandra por poco choca con el hombre cuando iba entrando y este saliendo, seguía sin tener color en el rostro. Lo cierto es que ese fue el peor susto de su vida hasta ahora

Marisa se disculpó cuando su celular comenzó a sonar, se retiró para poder contestar

— No sabes cuanto me alegra saber que estás bien, no me alcanzará la vida para pedirte perdón por lo ocurrido—

— Tranquila, no fue tu culpa. Gracias por no dejarme botado en la avenida. Ellos son mi familia, mi mamá y mis hermanos—

— Mucho gusto— Saludó la chica, jocosa ahora que la impresión iba pasando — Alessandra Domínguez—

Los niños, tal y como los mayores les habían enseñado ofrecieron sus manos para ser estrechadas. Lamentablemente Tamara no estaba en sus facultades mentales para ser presentada, la chica no quiso ser imprudente y lo dejó pasar

— No puedo creer que Marisa Carrington esté a unos cuantos pasos. ¿Son amigas?— Le preguntó Cassie con entusiasmo

— Es mi jefa—

— Oh por Dios, sería un sueño hecho realidad trabajar para ella—

Zack estaba por pedir que lo iluminaran, puesto que no entendía nada. Pero entonces Marisa entró

— Ale, la policía quiere tomar tu declaración— salió volada, quería terminar cuanto antes — Me disculpo, tenía que contestar. Un placer conocerlos— Fue su turno de saludar adecuadamente. Cassandra quedó pegada en su lugar, intentaba poner los nervios a raya para no quedar como una niñita inmadura frente a una de las personas que más admiraba

— Hola, me llamó Dalila. Tú estás en las revistas que mi hermana lee— 

Cassie deseó desaparecer, Marisa les sonrió a ambas con dulzura

— Veo que la belleza viene de familia— Se percató de quién era el más tímido de todos y se agachó para quedar a su altura — ¿Y tú cómo te llamas?—

— Jordan Frier, tengo once años... Ya casito doce—

— Eres todo un hombrecito Jordan, muy apuesto por cierto—

Por último, se acercó a la chica faltante y la conmovió el que estuviera tan emocionada con su mera presencia

— Señorita Carrington, admiro muchísimo su trabajo, me encanta todo lo que hace. Soy Cassandra—

— Cassandra, tengo que agradecerte, gracias a jovencitas hermosas como tú es que amo lo que hago—

El mayor de los Frier estaba boquiabierto, no tenía idea de que estaba frente a una mujer tan poderosa. Reaccionó cuando se dio cuenta de que debía explicarles por qué Tamara lucía tan ajena al plano de la realidad

— Ella es mi mamá, Tamara Ferreira. Lo siento, está algo enferma y...—

— No hay cuidado, espero tener la oportunidad de poder presentarme y conversar con ella— sus ojos marrones encontraron los suyos — Te van a pasar a habitación en un rato, ya todo está arreglado... Nos encantaría quedarnos, pero el trabajo espera. Ahora que estás acompañado nos vamos tranquilas, sin embargo, cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme— le entregó una tarjeta — Y Cassie, cuando quieras, me llamas y agendamos un día para que puedas tener un tour privado por la empresa. Ustedes también pueden ir si quieren, conozco a alguien con quien serían grandes amigos— 

La pelinegra comenzó a dar saltos en su mente y sonrió tan ampliamente, que le dolieron las mejillas. Los niños celebraron aplaudiendo

— Gracias, señorita Carrington—

— Dime Marisa— Le guiñó el ojo — Mejórate Zack— apretó ligeramente su brazo como despedida

Todos asumieron que sería la primera y última vez que se veían, pero el destino tendría planes diferentes

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