NICOLAS Me paseaba por la habitación doble de un lado a otro, esperándola. Odiaba que me hiciera esperar, mucho más sabiendo que lo hacia consiente de cuando me molestaba. La paciencia es una virtud que yo no tengo. Lo único que me retuvo para ir a buscarla fue mi maldito orgullo. Más grande que mi cariño por ella y que yo mismo. Mi padre lo llamaba estupidez moderna. Le escribí un mensaje a mi sobrina Gaia, instándola a que no se durmiera aún. Era tarde, sobrepasaban las nueve de la noche, pero cualquier cosa por hacer que el abuelo le diera un jodido infarto. Me molestaba ese viejo y consideraba plenamente que Aprill estaría mejor sin él. Gaia me respondió, sacándome una sonrisa. Sobraba decir que era la dueña de mi corazón y alma, aquella niña era mi hija porque yo la consideraba así. El padre de Aprill me mandó un mensaje, reclamándome mi insolencia con Gaia. Lo mande a la m****a y amenace con que mantuviera las palabras duras fuera de su repertorio con Gaia, pues lo lamentaría
Llegamos al salón de eventos que estaba modificado esa noche para que albergara camas, cruces y columnas para arnés. Me encantaba la forma meticulosa en la que Aprill había agregado detalles que convertían una estancia lujosamente fría e impersonal en algo que provocaba sensaciones más allá de lo carnal. Aprill es una de esas almas que han sido dañadas que conocían como tocar partes del corazón imperceptibles y usaba ese conocimiento a la hora de diseñar sus cruceros. La admiraba mucho por eso. Me encantaban los tonos clásicos del lugar. Satín color vino para las camas con cabeceras de hierro. Dorado envejecido para los adornos, columnas y cruces. El cuero también predominaba en la habitación. Cinco camas dispuestas alrededor, dos cruces, un columpio y una colección completa de fustas y látigos a una esquina. Había para cada gusto. Las ventanas polarizadas dejaban filtrar la luz de la luna que, sumada a la poca iluminación del lugar, dejaban ver lo suficiente. Tenía conocimiento d
Aprill —Quiero que ser el centro de tu maldito mundo. –El sonido de su voz quedo mitigado por el eco del látigo y el ruido sordo contra mi piel. Me escocia la espalda, la piel que el golpeaba sin tregua. Desconocía el hombre que tenía detrás. —¿Para qué? –Procure que al hacer esa pregunta mi voz no vacilara pese a la humedad que se acumulaba en mis mejillas Quería una m*****a razón que justificara que me hiciera daño deliberadamente, sabiendo que el dolor no funcionaba como estimulante para mí. —Para no ser una m*****a opción en tu agenda, para que me veneres como a tu jodido trabajo. ¡Deja de buscar lo que ya tienes en tus narices! –Soltó en mi oído. Su tono carecía de tacto y le sobraba rabia. Me aturdía cada palabra que salía de el en ese momento. Su presencia me aterraba. —¡Suéltame! –Me removí inquieta, tirando de las ataduras que me apretaban y rozaban la piel. El gruño, espantándome. Me dio una serie de latigazos que me dejó sin aire. La piel entre mis muslos dolía, mis
En la tarde, cuando Lacey anuncio por los altavoces nuestra llegada a tierra firme. Me alegre de poder salir de este crucero que había empezado a parecerme una prisión de mis propios problemas. Nicolás no me hablo al levantarse y cambiare, pero no lo forcé yo tampoco. Supongo que ver las marcas de sus latigazos en mi espalda no le sentó bien, honestamente, yo no me había revisado precisamente por ello. —Estará bien. —Le susurre al pie de la escalera. Él solo me dedico una sonrisa de lado, no me creía de un todo y no insistí, pues yo dudaba que pudiéramos cerrar la breca que se expandía cada vez más. Nos reunimos con mis amigos en el gran salón. Eva me sonrió apenas llegamos, pero Gabriel fue más excéntrico mirándome de reojo. Supe enseguida que no se había enterado de nada porque de ser así se estaría enfrentando con Nicolás. Respire hondo. Lo que menos quería era una contienda. —Y aquí vamos. —Theo dio unas palmadas al aire y se encamino hacia la puerta de desembarque. Lacey sa
Nicolás asintió ante aquella promesa. —Cuando conociste a mi hermano, ¿qué te enamoro de él? Fruncí el ceño. No tenía una respuesta clara para ello, habia pasado y ya. Fuese lo que fuese, no veia en que ayudaria en nuestra situacion actual, pero viendo la determinacion y la curiosidad en sus ojos, supuse que llegaria a algun lado. —Esto no se trata de mí, Nicolás. Creí que hablaríamos de nosotros. —Lo sé, pero parte de tus problemas nacieron a raíz de la muerte de mi hermano. —Me acaricio el estómago con sus grandes manos. Esa caricia envió una descarga a mi entrepierna—. Nos criaron bajo las mismas normas e ideales y antes de su muerte, no nos separábamos. Somos muy parecidos y no confió en mi lo suficiente como para evitar dañarte, no quiero cometer los errores de Reaven. Suspire. Recordar a Reaven no era algo que disfrutara hacer, prefería meterlo bajo llave en un cajón de mi mente para hacer todo más llevadero. Sin embargo, podia entenderlo Yo habia crecido sola, no fue has
El aire helado el lugar y la música atronadora nos recibió nada mas cruzar el umbral. Los cuerpos sudorosos de los que pasan bailando nos empujan de un lado a otro. Miro toda la estructura maravillada. Elegante y muy sencilla. Los palcos vip se alzan imponentes sobre la pista de baile, dando una visión privilegiada de todo. La gran barra a una esquina ocupando toda una pared con licores detrás, los bartender se mueven de un lado a otro abasteciendo los pedidos de los clientes. La tarima del otro lado ofrece una melodía energizante a cargo del Dj de la noche. Si levanto la vista, el techo es totalmente de cristal, así que una parte de la iluminación viene de la luna e incluso se distinguen las estrellas pese a las luces. Frente a nosotros hay un gran palco que a diferencia de los otros está totalmente vacío por lo cual concluyo que es el palco privado de Nicolás. —Hay que ir a la barra. —Anuncia Tom alzando la voz por encima de la música y dirigiéndose allí sin esperarnos. El local
Casi se me cae el teléfono al suelo. De todas las cosas que pensé que preguntaría, esa no se me paso por la cabeza. Le mire, seguía preocupado y expectante. Entendí que había estado pensando en eso desde el momento que le avisaron de mis nauseas. Sin embargo, me sentía lo suficientemente segura como para responderle: —No estoy embarazada, Nicolás. Simplemente es un malestar. Algo pudo caerme mal o simplemente el encierro del lugar. He estado a tope hoy de trabajo, el estrés suele debilitarme y bebí un poco. Eso es todo, no te preocupes. No llevo días sintiéndome así, solo esta noche. –Hablé lo más rápido y tranquila que pude para tranquilizarlo, porque no había porque pensar en esa posibilidad, ni remotamente. No pasara nunca. Gruño del otro lado, un sonido que venía desde adentro de su garganta y que solo hacia cuando estaba en desacuerdo o enojado conmigo. En ese momento creía que era por las dos. —¿Embarazada de Gaia nunca te sentiste así? Sabía que no lo dejaría tan fácil. Pus
Las horas pasaba lentas, era como si el tiempo hubiera confabulado en mi contra. Tenía todos los teléfonos de mi despacho junto a mí, las líneas totalmente desocupadas para no perderme ninguna noticia. Pero no llegaba nada. La llamada de auxilio había cesado, por lo que me daba una señal de que la ayuda estaba allí. Todo se mantenía en silencio, pero podía imaginar la horda de periodistas que se me tirarían encima. Como buitres detrás de un pedazo de carne. Era inevitable que se supiera, aunque no hubiesen muertes. –¿Cuánto tiempo llevas aquí? –Mara permanecía erguida a mi lado, con su aspecto indudablemente desalineado. Se arregló las gafas con sus largos dedos, luciendo una manicura sencilla. –No me fui. Me quede mirándola, anonadada. Sabía que solía quedarse hasta tarde, era algo que ella hacia porque quería, pero que durmiera en las oficinas era algo que no pensaba permitir. –Mara, no puedes hacer eso –Entonces, el recuerdo de todo el trabajo acumulado me hizo cuestionarme s