— ¿Papá?— repetí, demasiado confundida.Al tiempo, el hombre que se encontraba sentado en los escalones del porche de mi casa, se puso de pie, dejando ver su complexión fuerte y su altura.— Hola, hijo— me miró—. Hija mía— dijo, asintiendo en mi dirección como saludo. Sentía que todo a mí alrededor comenzaba a dar vueltas sin detenerse.Eso no podía estar pasando. Ese hombre no podía ser mi padre, y lo más importante: si lo era, ¿por qué tenía que conocerlo de esa manera. Nunca conocí a mi padre, todo porque él nos abandonó, así que, ahora que lo pienso, pude haberlo visto muchas veces en la calle, sin poder reconocerlo.¿Qué demonios estaba pasando?— ¿Qué… qué está pasando aquí?— inquirí, mirándolos a ambos.El hombre, mi supuesto padre, soltó un largo suspiro y me miró de una manera extraña. Era una combinación entre sorpresa y consternación. De verdad estaba muy perdida en ese momento.— Creo que deberíamos charlar dentro— dijo él, señalando la casa a su espalda. Miré a mi hermano
Me pasé una mano por el pelo con la intención de acomodarlo un poco, a la vez que iba rumbo a la pequeña cocina del apartamento de Jed.La noche anterior me había llevado ahí para que pudiera dormir tranquila, lejos de todo lo que estaba aconteciendo en esos momentos con el repentino regreso de mi padre, en casa. Nunca había pisado ese lugar, pero la verdad es que me lo imaginaba mucho más desordenado y sucio, como una asume que será el piso de un universitario de veintiún años. Pero nada más lejos de la realidad.El sitio contaba con una sala de estar bastante amplia, contigua había una cocina con un área que ocupaba una mesa de madera para cuatro personas. Incluso había una barra que separaba las encimeras del resto de la estancia; bastante parecido a la cocina de mi propia casa. A la derecha de la cocina, se habría un pasillo, en el que se encontraban un baño y una habitación, y al final de este, en la pared del fondo, había una puerta hecha de cristal que daba acceso a una terraza
— ¡Jared Thompson! ¡Dime ahora mismo dónde está mi bote de champú!Mis gritos resonaban por todo el piso, mientras caminaba pasillo arriba, rumbo a la sala de estar. Una toalla envolvía mi cuerpo e iba descalza, pisando con molestia a la pobre alfombra que no tenía la culpa de que yo tuviera el novio que tenía.Déjenme ponerlos al corriente con respecto a lo que había sucedido últimamente.Ya había pasado una semana entera desde que me mudé con Jed. Las cosas entre nosotros no podían ir mejor, incluso, en ese poco tiempo, se había creado una clase de rutina. Cada mañana yo me levantaba de primera, mientras que él se quedaba durmiendo los diez minutos que me tardaba en hacer el desayuno, después de eso desayunábamos juntos. Yo limpiaba la cocina mientras que Jed se arreglaba para el día, y luego yo me daba una ducha y los dos nos íbamos del edificio. Obviamente Jared se alejaba más porque primero me llevaba al instituto, así que salía del campus para luego regresar. Yo le había insisti
Rubia. Metro ochenta —cinco centímetros más que yo—. Cuerpo perfectamente esculpido. Piel blanca impoluta. Ojos verde intenso —una vez más maldije a todo lo que se podía maldecir en el universo por no haber heredado esa tonalidad—. Cejas depiladas en una forma que resaltaba sus rasgos angelicales. Y labios finos.Para los que piensen que ya me volví loca —por cierto, no están del todo equivocados—, esa era mi prima: Cristina. Ya lo sé, una versión moderna de Afrodita digna de envidiar. Yo siempre lo había hecho, claro, no tenía esos celos malos que deseaban mal, simplemente me pregunté más de una vez por qué habíamos algunos menos agraciados que otros.— Hola, primita— saludó ella, sacándome de mi ensoñación—. ¿No me vas a saludar?— preguntó con una expresión de pura diversión danzando en su rostro.Me reí, nerviosa, mientras avanzaba hasta ella para darle un corto abrazo a manera de saludo.No fue una muestra de cariño muy real ni muy cómoda tampoco. Cristina y yo nunca habíamos sido
¿Qué pasa cuando una noche haces algo realmente estúpido? Ya sé, la primera respuesta que se te ocurriría si alguien te hiciera esa pregunta, sería algo equilibrado y lógico como: buscar una solución para el problema que haya causado.Pero, es que ese eres tú, yo soy un desastre andante en todos los sentidos, y claramente, tenía que serlo en esto también.Siempre me había gustado mantenerme alejada de las fiestas, el alcohol, y todo lo que pudiese tener una conexión directa con la palabra 'problemas'; pero claro, eso me duró hasta cierto día nada más.Es verdad eso de que las cosas fáciles jamás han hecho historia pero, ¿no podía tocarme un nivel de dificultad más bajo? Créanme cuando digo que todo lo que van a leer aquí es muy loco.'¿Y si dejas de quejarte y les cuentas de una vez lo que pasó?'Conciencia, podrías callarte.'No quiero. Mira, lalalalalalalala...'Óbvienla, estará de metiche todo el tiempo.Como sea, yo me llamo Jade,
Mi cuerpo chocó contra otro por tercera vez en menos de un minuto.Resoplé sonoramente, aunque nadie se enteró de eso porque la música del local resonaba con fuerza.— Voy a matar al próximo que se me arrime por detrás— dijo Carla, una de mis mejores amigas, por encima de la música.— La que sientes que se te arrima soy yo— explicó Ari, detrás de ella. A duras penas podía escucharlas—. Es que a mí sí se me están pegando.Rodé los ojos y seguí caminando esquivando a la gente, con la esperanza de llegar a la barra sin quedar embarazada en el proceso. Oh, sí, el ambiente estaba muy acalorado por aquí.— ¡Al fin!— exclamé con alivio cuando me senté en uno de los taburetes de la barra.— Ahora me pregunto— comenzó a decir Carla, sentándose a mi derecha—. ¿De quién fue la idea de salir de fiesta?Ariette —Ari— a mi izquierda soltó una carcajada.— Jade, adivina el personaje— adoptó una voz muy fina—. Chicas, por Dios, tenemos dieciocho años
Todo el mundo se crea películas de cómo le gustaría que fuera su vida. Ya sea antes de dormir, en el trabajo mientras finges que escuchas a tu jefe, o esperando a que llegue el metro a tu estación. Pero todos tendemos a fantasear con las cosas que queremos.Yo me había pasado años fantaseando con el momento en el que hablara con Jed acerca de mis sentimientos. Y no, nunca me imaginé una cama con pétalos de rosa, para nada. Pero sí algo más… menos… vaya, una situación en la que no quisiera que la tierra se abriera y me tragase.Aquí estaba él, delante de mí al otro lado de la puerta, observándome como si me acabaran de salir dos cabezas.Su cabello castaño claro pareciendo rubio con la luz amarillenta del sol del mediodía, sus ojos azules, sus cejas pobladas y sus labios gruesos. Jed no era uno de estos chicos extremadamente musculosos, pero sí era de una complexión bastante fuerte dentro de su delgadez.— ¿Me vas a explicar qué es todo esto, Jade?— inquirió,
Un olor dulce llenó mis fosas nasales cuando bajé el último peldaño de las escaleras. No necesitaba mirar.Tortitas. La mejor comida del universo, después de la pizza, claro.Caminé alegremente hasta la cocina —casi dando saltitos— y me apoyé en la isleta de esta con una amplia sonrisa.— ¡Buenos días, querido abuelo!— exclamé.Mi abuelo, que estaba muy concentrado en su tarea, dio un respingo y se giró hacia mi con los ojos muy abiertos.— Niña, por Dios, no me des esos sustos que yo ya tengo una edad— reprendió y solté una carcajada—. ¿Estás bien? Te veo muy sonriente— comentó, volviéndose hacia la estufa para seguir cocinando.Mejor no interrumpirlo, así las tortitas estarían más rápido.— ¿Desde cuando las personas que sonríen no están bien?— enarqué una ceja a pesar de que no me estaba mirando.— No lo sé— vi que se encogió de hombros—. Como anoche tuviste puesta música triste hasta las dos de la madrugada, y te oí ahogar tus soll